11. Fiesta delictual, parte 6

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♡♡♡Catalina♡♡♡

—¡Cat!

Dejo atrás a Haize, ignorando sus llamados, sin importarme las miradas de curiosidad de la gente y me interno en la oscuridad del jardín. Me cubro con su chaqueta, abrocho los botones y sin dejar de caminar, me quito por debajo el vestido mojado. Lo dejo tirado en suelo y continúo mi rumbo entre los árboles, hacia la mansión, pasando las manos por dentro de las mangas de la chaqueta y arropada solo con eso. Que el vestido se pudra ahí, con ese puto micrófono lejos de mí.

¡Que rabia! Que rabia mi jefa que haya hecho eso sin decirme y que rabia Haize. ¿Por qué Andrea, por qué con ella?

Diviso las luces de la mansión al otro lado de los árboles pero, antes de cruzar el límite del jardín, me detengo ahogando un grito. Haize aparece como si nada de las sombras y me corta el paso.

—Me encanta perseguirte —dice, caminando hasta mí, con la ropa empapada y una sonrisa arrogante—, ¿pero sabes? Hoy no tenemos más tiempo. —Se lleva una mano a la cinta con la que afirma su moño, la arranca de un tirón y sacude su pelo mojado—. Paremos con esto.

Se detiene a un paso de distancia y baja sus ojos a los míos, el cabello negro goteando a los costados de su rostro hasta debajo de su mentón. Solo las sombras de los árboles nos rodean, aunque aún se puede oír la música del área de la piscina atrás, donde la gente sigue celebrando. Me abrazo a mí misma, cerrando más su chaqueta que es lo único que tengo puesto y aparto la mirada. No quiero verlo. Siento demasiado rabia y solo le diré cosas feas.

—Cat...

—No. No quiero hablar —murmuro, sin mirarlo.

Durante un momento se oyen los bajos de la electrónica y las risas en la distancia. No quiero levantar mi rostro y ver sus ojos, porque siempre me ganan. Siempre me confunden y siempre termino cediendo, a pesar de la rabia. Ahí en la piscina, cuando me abrazó, fue como si eso fuera suficiente para que todo el pasado quedara atrás. Como si con eso bastara para esfumar en un instante toda mi ira.

Como si los tres años que estuvimos separados se hubieran evaporado.

Hasta que dijo lo de Andrea. Dios, que rabia me da otra vez. ¿Cómo puede cambiar tanto lo que siento de un momento a otro?

—No quieres hablar... —La voz de Haize, suave y grave, casi se confunde con el susurro del viento—, pero sí abrazarme en el agua. No quieres hablar, pero estás dispuesta a perder tu trabajo por mí. —Da otro paso y yo retrocedo, pero mi espalda da con el tronco de un árbol—. No quieres hablar —dice y sus dedos rozan mi mentón, alzándolo y obligándome a mirarlos a los ojos—, pero me extrañabas tanto como yo a ti, chilenita.

Sostengo su mirada oscura.

—Porque se me olvidaba lo imbécil que puedes llegar a ser.

Sonríe más, de esa forma arrogante que tiene cuando su pelo es oscuro. Los mechones empapados de agua gotean y el aroma a frutillas que emana su cuerpo húmedo se confunde con el olor del jardín y de los árboles.

—Tengo una reunión muy importante —dice, sin dejar de sonreír y con sus dedos tibios aún bajo mi mentón—, pero no me iré hasta que me digas por qué coño estás tan enojada conmigo.

—Vete a tu estúpida reunión si es tan importante —digo, apartando su mano de un manotazo.

Pero en vez de alejarse, él atrapa mi muñeca entre sus dedos. Sus ojos bajan hacia la pulsera, donde los diamantes brillan a la luz de la luna y luego vuelve a mirarme a mí.

¡Dios!, decídete...(Dioses de Euskadi: El dios del viento, volumen I)Onde histórias criam vida. Descubra agora