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Mis pies están hinchados, me duelen los dedos, y esta cretina sólo me da órdenes. Y escuchen esto, cuando le pedí ir a almorzar, me miró y dijo: "Una comida menos no te va a matar."
No sé si me estaba llamando gorda o simplemente es una idiota, pero de cualquier manera me molestó.
Ahora, en nuestro camino de regreso a la oficina, me senté mirando por la ventana, no con el ánimo para mirarla todavía.

–¿Jennie? –Creo que debo cambiar mi nombre después de que este trabajo termine.

–¿Sí, joven?

–Cuando regresemos a la oficina puedes tener tu descanso, pero no antes de enviar las notas que tomaste para mí.

–Sí, señora. –¡Duh! No era como si quisiera conservarlas como recuerdo.

–¿Y Jennie? –¿Y ahora qué?

–¿Sí, señora?

–Deja de mover tu pie. Me molesta. –Miré hacia abajo y vi que mi pie se movía. Me mordí el labio y me quedé quieta.
–Lo siento. – ¡Idiota!¡La odio!

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–Y luego me dice que deje de mover mi pie porque le molesta. ¿Puedes creer eso? –Me soné la nariz y sacudí la cabeza. Me sentía tan estresada.

–Jen Jen, tal vez sólo lo encuentras difícil porque nunca has estado expuesta a una jefa que no sea alguien que conoces. –Rosé se subió las gafas sobre la nariz sin molestarse en escribir nada. Me di la vuelta en el sofá y puso mala cara.

–Pero eso no es cierto. Trabajé en una tienda de comestibles durante dos años y no tuve ningún tipo de relación con el jefe.

–¿Acaso el hijo del jefe no se había enamorado de ti o algo así? –Ah, sí, ese chico era un poco pegote.

–Está bien, apunte tomado. Pero no tengo ningún problema con la autoridad. Esta tipa es una imbécil e irracional. –Creo que lo hace porque es guapa y tiene dinero. Yo soy guapa. ¡No tengo un montón de dinero, pero luzco bien igual!

–Está bien Jen, se acabó el tiempo. Tengo una cita real en diez minutos y realmente tengo que hacer pis. Si todavía sigues con problemas, llámame a casa más tarde. –Asentí con la cabeza y de mala gana me bajé del cómodo sofá.

–Gracias por recibirme Rosie. Si no fuera por ti, podría haber realmente pensado en hacerle algo.–A pesar de que las ideas seguían apareciendo, era un poco menos propensa a realizarlas. Bueno, al menos por ahora. Salí de la oficina de Rosé y me dirigí a casa. Cuando entré por la puerta principal, lo primero que veo es la luz roja parpadeando en mi contestador automático. Me quité los zapatos y se presioné el botón para recuperar el mensaje.

"Hola Jennie. Habla Raina del trabajo. Te llamo para decirte que la Joven Manoban se está preparando para salir de la ciudad por un par de días y te necesita para realizar algunos recados para ella mañana antes de venir a trabajar. Necesita que recojas a su ropa limpia y que luego hagas los arreglos para un almuerzo breve para ella y algunos de sus colegas antes de irse. Todos los gastos deben ser manejados con su tarjeta. Ten una buena noche."

Reproduje el mensaje dos veces para asegurarme de que entendiera todo bien. ¿Ella quería que yo recogiera su ropa limpia? ¿Acaso se supone que las secretarias hacen eso? Hice un puchero y golpeé el suelo con mi pie.

–¡No es justo! –Seguí mi rabieta en la cocina, donde me recalenté la comida Italiana de ayer por la noche y comí en un silencio moderadamente melancólico.

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A la mañana siguiente, ya estaba fuera de la casa a las seis y media y en camino a la tintorería. Entré y le sonreí al hombre mayor detrás del mostrador.

–Estoy aquí para recoger la orden bajo el nombre de Lalisa Manoban. –Él asintió con la cabeza y miró a mí alrededor. Miré hacia atrás para ver lo que estaba mirando.

–¿Vienes sola jovencita? – Asentí con la cabeza lentamente y él chasqueó, negando con la cabeza antes de dirigirse a la parte trasera de la tienda. Fruncí el ceño y me rasqué la parte de atrás de mi cabeza. ¿Qué significaba eso? Regresó en uno momento con una bolsa de ropa de gran tamaño. Detrás de él, una mujer tenía una similar. Tragué saliva y miré con asombro.

–¿T-todas estas son para Lisa? –Ambos asintieron y el hombre me dio la primera bolsa que casi me derribó por el peso.

–Aquí está la otra, cariño. ¡Date prisa! –La mujer guardó el recibo en el bolsillo de mi chaqueta y su marido me dijo adiós. Les di una sonrisa cansada antes de dar la vuelta con mucha dificultad, para irme. En mi camino por la acera, fui empujada, golpeada y pisada por las personas que luchaban para pasar delante de mi y mi carga.

Suspiré y silenciosamente me di cuenta de que así es como se deben sentir las personas mayores.

Finalmente logré tomar un autobús que me llevó a trabajar. Entré en el edificio, pidiendo disculpas mientras me movía rápidamente hacia el ascensor. Había uno abierto y le grité a la persona para que no dejara que el ascensor subiera. Me apresuré y me incliné rápidamente agradeciéndole a la persona que lo detuvo.

–Whoa, ¿puedes manejar eso? –Miré hacia arriba y vi que la persona poseía una bonita sonrisa, de rostro hermoso. Le sonreí y asentí con la cabeza.

–Está bien, sólo es la ropa limpia de mi jefa. –Frunció el ceño y luego me dio una sonrisa de complicidad.

–Lalisa ¿eh? –Asentí con la cabeza y ella suspiró. Debe haber sentido lástima por mí.

–Aguanta ahí entonces. Por cierto, soy Nayeon. Si alguna vez tienes un descanso para comer, ven a verme en el octavo piso y te invito algo. –Me sonrió y quise estrecharle la mano, pero, obviamente, no podía.

–Muchas gracias. Ah, y mi nombre es Jennie. –Ella asintió con la cabeza y el ascensor sonó avisando que llegó a su piso. Ella sonrió y se despidió con su mano.

–Que tengas un buen día. –Suspiré y moví el pie con impaciencia hasta que el ascensor sonó avisando que estaba en mi piso. Bajé a toda prisa, con los brazos entumecidos, y corrí a la oficina. Raina me vio y corrió delante de mí para abrir la puerta. Le di las gracias y entré.

Ella estaba sentada en su escritorio, escribiendo en su computadora portátil.

–Buenos días, Joven Lisa. ¿Dónde pongo ésto? –Me miró brevemente antes de señalar a la puerta del otro lado de la habitación.

–En el armario. –Me acerqué y traté de abrir la puerta, lo cual era imposible sin mis manos. Me aclaré la garganta y me volví hacia ella.

–Um, ¿Sr. Manoban podría abrir la puerta por mí? –Me miró como si tuviera tres cabezas antes de suspirar y levantarse para venir. Abrió la puerta antes de sacar una pequeña botella de desinfectante de manos y desinfectar sus manos. Me aguanté una carcajada mientras colgaba las bolsas en el armario. Suspiré contenta cuando sentí mis brazos otra vez, pero por supuesto no había tiempo para el descanso.

Al ir a mi escritorio, me senté y realicé los preparativos para su cita de almuerzo con sus colegas. Le miré de reojo. Hum, ella es la única que no se perdería una comida.

Sólo un par de días más Jennie y estarás camino a recibir un buen sueldo. Mi yo interior se sentía triunfal, y para que decir, muy persistente.

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Siento que ha pasado un siglo desde    la última vez 😭.

Perdón por desaparecer, prometo actualizar más seguido




Devil Boss |Jenlisa|Where stories live. Discover now