Reinventando

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Disclaimer: Los personajes de la historia que narro a continuación pertenecen a J.K. Rowling, así como todos los derechos que provengan de ella. Escribo sin ánimo de lucro, con respeto y la única intención de entretener.

Nota: Nunca imaginé que me inspiraría con esta pareja... pero el caso es que no he podido resistirlo. Me apetecía una vuelta al mundo de los fanficts, y al releer Harry Potter el gusanillo hizo el resto. Draco y Luna nunca fueron proyecto para mí, pero de alguna manera... pienso que encajan. De repente, me he vuelto completamente adicta. Espero que os guste, si es así, decídmelo y prometo volver con más momentos para ellos. Saludos.


Reinventando

La pesadilla hizo que saltara de la cama hasta quedar sentada, con la espalda erguida y la larga cortina de cabello rubio cayéndole sobre los hombros. La sábana de seda, de ese color entre gris y morado le resbaló con frialdad por el pecho, intensificando el escalofrío.

Girando la cabeza lentamente, Luna miró a la mesilla de noche, emitiendo un suspiro que mezclaba el alivio con la extrañeza. Allí estaba su piedra amatista, obtenida nada menos que del fondo de un río de agua dulce habitado por Pimplys. Era prácticamente imposible que sufriera pesadillas, y no obstante...

Notó un leve movimiento a su espalda, y pronto, un brazo fuerte, de piel pálida, le rodeó la cadera, subiendo la sábana protectoramente hasta taparle el pecho. Los labios cálidos le rozaron la mejilla y unos dedos fríos le apartaron el pelo para dejar desnudo su cuello.

-Solo ha sido una pesadilla –musitó con voz suave-, la piedra debe necesitar volver a sumergirse en el río para recuperar sus propiedades.

Draco Malfoy suspiró. Nunca había deseado tanto dejar de ser escéptico como en momentos como ese, cuando deseaba desde lo más profundo que las cosas pudieran ser tan sencillas como Luna las veía.

Miró a su alrededor, al dormitorio revestido de madera, con muebles masculinos y fríos, sin adornos que le otorgaran calidez o sensación de hogar. Al menos, así había sido en un principio, cuando había diseñado un lugar en el que vivir que fuera acorde con sus sentimientos internos. Algo vacío, sin vida, sin ninguna nota de humanidad.

Ahora, las notas de color se diseminaban poco a poco, como diminutas motas de polvo que danzaban alrededor de una luz muy brillante. Una bata naranja a topos rojos, unas excéntricas gafas con la montura fucsia, aquellas zapatillas de dormir de un tono de verde que jamás hubiera visto... el azul de los ojos de Luna, que parecía irradiar un calor que le hacía estremecer...

-Siempre tienes pesadillas cuando duermes aquí –dijo con voz grave, perdido en pensamientos mucho más funestos-, imagino que será el ambiente.

Luna se giró y le dedicó una sonrisa soñolienta que Draco no pudo devolver. Le pasó la mano por la frente para apartar un mechón de pelo platino que se le había pegado a la piel y luego, sus dedos descendieron hasta acariciarle el pecho desnudo. Extendió los dedos, separándolos bien, hasta cubrirle el pectoral. Draco aguardó en silencio, demorando la mirada grisácea en los labios hinchados y rosados que ella mantenía fruncidos.

-Creo que ya sé por qué la piedra ha dejado de funcionar –musitó Luna, moviendo la cabeza con seriedad.

-¿Demasiado karma negativo para el poder de los Pimplys?

Ella negó con mucha seriedad, removiéndose por la cama lo justo para aproximarse más a Draco, cuyo brazo la cernió por la cintura con más fuerza.

-A veces, cuando estamos juntos –siguió Luna, sin hacer caso de las palabras oscuras que él había pronunciado-, los latidos de tu corazón se acompasan con el mío. Es muy raro que ocurra, ¿sabes? Un don muy difícil de conseguir.

Aún sin quererlo, los labios de Draco se curvaron en una sonrisa. Qué débil se sentía siempre ante la inocencia de Luna. Esa capacidad para ver siempre la belleza y la bondad en todas partes le hacían sentir cosas que no había experimentado jamás. La pureza de ella le hacía sentir humilde, y aunque no fuera algo que pudiera compartir con nadie, aquellos eran unos sentimientos a los que se aferraba.

-¿Nosotros conseguimos ese don? –le preguntó, tirando suavemente de su cuerpo para volver a recostarla en su cama-, ¿se acompasan los latidos de nuestros corazones?

-Y eso hace que la piedra amatista deje de funcionar –Luna le rodeó el cuello con los brazos cuando Draco se acomodó sobre ella, apartando la sábana con un gesto impaciente-, resulta que los latidos, cuando son al unísono, alejan las pesadillas.

La mano grande de Draco viajó desde la cadera de Luna hasta su muslo, alzándolo melosamente hasta acomodárselo en la cadera. Cuando ella enarcó una ceja con suspicacia, él solo sonrió, aprovechando el momento para hundir los labios en el cuello de ella con pasión.

-No crees en nada de esto, ¿verdad? –Luna dejó escapar un suspiro al sentir las caricias de Draco demorarse por su cuerpo, estremeciéndola con una calidez que nadie más conocía-, tú nunca tienes malos sueños...

-Creo en lo que siento cuando estás conmigo –le susurró, aspirando el aroma de su pelo, apartando todo pensamiento de su mente-, cuando duermo sueño contigo, y al despertar... solo te quiero a ti.

Luna cerró los ojos cuando Draco la besó, y al sentirle moverse dentro de ella todo lo que pasaba por su mente era la idea de darle todo el amor que pudiera. Aspirando sus jadeos de placer, decidió que, ya que la piedra había fallado y sus latidos estaban completamente frenéticos, quizá era buena idea reinventar un modo nuevo de alejar todas las sombras que amenazaban con cernirse sobre sus sueños.

Hacer el amor con Draco bien podría ser la mejor de las opciones.

Trazos de nuestra historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora