Colores

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Disclaimer: Los personajes de la historia que narro a continuación pertenecen a J.K. Rowling, así como todos los derechos que provengan de ella. Escribo sin ánimo de lucro, con respeto y la única intención de entretener.

Nota: Dejar de vivir en la oscuridad no es sencillo, y el perdón más difícil, es el que debemos darnos a nosotros mismos para poder avanzar.

Como siempre, muchas gracias por todo y espero que os guste.


COLORES

Tal vez algún día lograra perdonarse, olvidar... pero hasta que ese momento llegara las pesadillas apenas le dejaban descansar. Se anudó la toalla a la cadera, dejándose caer sentado sobre la cama. Los dedos crispados bajaron los mechones encrespados de pelo que le caía sobre la nuca.

En la puerta del armario esperaba el traje, planchado y preparado para que luciera el mejor aspecto exterior posible. El de dentro no podría cambiarlo ni utilizando las mejores galas que pudiera encontrar.

Mientras Draco se castigaba, perdido en sus sombras, una Luna muy animada salía del cuarto de baño en ese momento. Su albornoz color pistacho, con las mangas subidas, le ocultaba un cuerpo recién lavado que desprendía un agradable olor a coco. Con un gesto de la varita, el pelo rubio se le hizo un rodete despeinado en lo alto de la cabeza. Tomó la brocha de colorete y aplicó un poco en sus mejillas, mirando distraídamente el reflejo de él a través del espejo del tocador.

-Este año los juegos serán mejores –dijo, con su vocecilla como cascabeles-, los he escogido yo misma.

Por toda respuesta, Draco se levantó y caminó hacia ella con pesadumbre, como si por cada paso le añadieran quince kilos de peso a cada una de sus piernas. Le miró con severidad, aunque ésta no estaba dirigida hacia ella.

-No voy a ir, Luna.

Ella carraspeó, dejando la brocha y tomando en esta ocasión uno de esos lápices de ojos con brillo que tanto le habían gustado en la tienda de cosméticos muggles. Se aplicó una línea perfecta y apenas le tembló la mano antes de hablar.

-Todo el mundo estará allí.

-Por eso precisamente.

-Draco...

-¡No!, ¿es que no puedes entenderlo?

Un manotazo barrió del tocador todos los artículos que allí había, incluido el jarrón de flores, un teléfono inalámbrico y una bandeja de cristal llena de pendientes. Luna frenó la estrepitosa caída con su varita, devolviendo los objetos a su lugar sin inmutarse apenas. El hecho de que estuviera tan acostumbrada a sus arranques solo sirvió para irritar aún más a Draco.

-La Navidad es una festividad para celebrar, Draco –razonó ella, tomándole de la mano e intentando en vano que le mirara-. Se pasa con las personas queridas que, a pesar de todo lo pasado, sigues teniendo a tu lado. Es un momento para dar gracias.

Con la mano libre Draco la tomó de la nuca con suavidad. Acarició su piel y le dedicó una sonrisa cargada de dolor y miseria.

-¿Agradeces el hecho de que fueras torturada bajo los muros de mi propia casa? –le espetó, con la voz tan fría que Luna se estremeció-, ¿Celebras el haber sido privada de alimento y abrigo mientras te maltrataban, manteniéndote encerrada en una jaula como a un vulgar animal?

-Basta... por favor.

-¡No, Luna, no! Debemos celebrar y estar agradecidos, ¿no es eso? Porque es Navidad, esa fiesta estúpida creada por los muggles donde tenemos que sentarnos a beber y brindar con todos los que no están muertos, mientras intentamos olvidar a los que sí lo están.

Trazos de nuestra historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora