Bosque oscuro

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Disclaimer: Los personajes de la historia que narro a continuación pertenecen a J.K. Rowling, así como todos los derechos que provengan de ella. Escribo sin ánimo de lucro, con respeto y la única intención de entretener.

Nota: ¿Qué fue de ellos al terminar la guerra, cuando los meses pasaban sin amenaza, sin tener que tener miedo? ¿Cómo enfrentar la normalidad después de todo lo que se había hecho... o dejado de hacer? Quizá ella intentó seguir allí donde se había sentido querida, y quizá él solo deseaba alejarse... o puede que, inconscientemente, terminara por estar más cerca que nunca. DRUNA... aunque ellos todavía no lo saben.


Bosque Oscuro

Un año había pasado desde la Segunda Guerra, y ya eran cientos los magos y brujas que parecían haber olvidado todo lo ocurrido en aquellos días grises.

El Ministerio de Magia, resurgido de sus cenizas, y el Colegio Hogwarts, resplandeciente y con las puertas abiertas. No parecía que aquellos que habían decidido volver para terminar su truncado último año de estudios tuvieran tiempo ni ganas para recordar a los que se habían quedado atrás.

No los caídos, no. Para ellos había monumentos, canciones, odas, pergaminos enteros. Nunca se olvidarían esos nombres, nunca el sacrificio se vendría a menos. Pero los que desaparecieron, los que no murieron como héroes ni cayeron como villanos, esos... esos no existían.

Draco había tenido mucho tiempo para pensar en eso, durante sus cada vez más frecuentes escapadas al bosque oscuro que rodeaba los terrenos de Hogwarts. Desde que se había ido con sus padres, cuando El Señor Tenebroso todavía no había exhalado su último suspiro, no existió para él un solo momento de paz y sosiego. Estaba en tierra de nadie, era un proscrito, juzgado por haber sobrevivido, cuando su nombre debía estar entre los primeros de la lista de enemigos vencidos.

Ni duda cabía que no sería bien recibido en Hogwarts, y tampoco encontraba ánimo alguno en retornar a la Mansión Malfoy, por mucho que en ella quedara su herencia. Aquellos meses, en que había vagado, solo pero libre, le habían hecho encontrar perspectiva y pensar sobre todo lo que siempre había tenido... y lo que le había faltado.

Escondido entre aquellos árboles retorcidos, oculto de los Centauros, las arañas y todos los seres y criaturas que poblaban aquel bosque, Draco había visto amistades reencontradas, lágrimas por seres queridos perdidos, había escuchado risas, ovaciones, el rugir de las escobas mientras sobrevolaban el campo de Quidditch... una vida que seguía, que se abría paso, y a la que él no tenía acceso.

¿Dónde pertenecía ahora, cuando el abolengo y la importancia de su familia, que antaño tanto significara para él, ya no era nada?

Tenía dieciocho años y deambulaba por lo poco que conocía del mundo con una mochila al hombro, sin expectativas ni nadie a quien le importase. Se sentía liberado de las cadenas de ser un Malfoy, pero, a cambio, debía caminar paso a paso con la soledad.

Se adentró más a fondo en aquellos terrenos, que muchos años atrás, en un castigo, a su parecer injusto, recorriera con Potter y Hagrid, hasta encontrarse de frente a un claro donde unas bestias imponentes y terroríficas pacían tranquilamente, saboreando unas manzanas dulces que se les arremolinaban en torno a las patas. Aquellos animales, presagios de muerte, temidos, eran mansos y dóciles por naturaleza, cuando se tomaba uno la molestia de rascar la grotesca superficie.

Junto a ellas, una joven muchacha, con medias rosas y pies descalzos les acariciaba la piel, de aspecto pútrido. El cabello largo y rubio le caía en una trenza despeinada, y a su lado, una mochila ajada y abierta dejaba ver toda una serie de objetos extraños que Draco no podía imaginar para qué podrían servir.

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