CAPÍTULO 1

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Mi vestido de flores se mueve en cada paso que doy hasta que me siento en mi silla de la mesa.

—Buenos días, padre. Buenos días, Alex.— Mi hermano asiente y papá solo me ignora.

Una chica del servicio trae mi desayuno y comienzo a comer. Papá y Alex hablan entre ellos.

—No creo que sea buena idea dejarlos entrar en nuestro territorio y menos en nuestra casa. -tomo un bocado mientras escucho su conversación.

—Esos niños no tienen nada, yo los deje sin nada y así van a morir, con nada. —dice papá con desprecio.

Si no me equivoco, esta hablando de los Harriet. Los leones a los que él les quito el trono. Sin más, termino mi desayuno y me llevo un par de galletas al jardín.

Paseo por aquí y por allá. Riego las plantas. Me subo al árbol más grande y miro la mansión desde arriba.

Es una casa hecha de piedras. Más antigua que que la mayoría de los que están aquí, el centro de todo el mundo sobrenatural.

Cierro los ojos y me relajo recostada en la rama. Unos pasos me hacen mirar abajo. ¡Hay un guardia tomando mis galletas!

Bajo lo más rápido que puedo y me acerco.

—¡Deja eso hay! —El viejo se ríe y comienza a caminar. —¡Se lo diré a mi padre!

Su risa incrementa.

—¿A quién crees que va a creer? —pregunta— ¿A su guardia o a una maldita omega?

Me quedo callada porqué se la respuesta, a él.
Cuando se va, doy una patada logrando levantar un poco de hierba.

Me tiro al suelo y lloro. Lo maldigo cincuenta veces hasta que me doy cuenta de que estoy actuando como una omega.

—Maldita panzón. —murmullo. Me levanto y me voy a mi habitación.

Al día siguiente el ruido de un auto me despierta. Corro a la ventana y veo a todos afuera. Papá y Alex reciben a los hombres que van bajando del auto.

Aguanto la respiración cuando veo al primero, tiene el cabello rubio, la mandibula más marcada que jamás le vi a nadie y puedo ver sus músculos moverse en esa apretada camisa.

Suspiro también al ver al segundo, y al tercero, y al cuarto y al quinto. Todos son tan hermosos que me sorprendo al oler mis propias feromonas esparcidas por mi habitación.

Cuando todos entran, me visto, me peino, y
salgo descalza porque no me gusta llevar zapatos.

Bajo las escaleras y agudizo mi oído para saber donde esta la gente. Escucho voces el comedor, así que camino sin hacer ruido y asomo un poco mi cabeza.

Los veo a los cinco sentados en la gran mesa, sin rastro de Alex o papá.

Me deslizo por el suelo sin que me vean, llego a mesa y me meto debajo del mantel.

Tapo mi boca para no reírme.

Veo todos sus pies y elijo las piernas del que lleva unos zapatos de esos elegantes pero antiguos.

Clavo mis dientes en su pierna derecha, lo que no esperaba era la patada que me lanzo por el suelo, llevándome las sillas conmigo.

—¡Alister! -escucho que grita uno.

Mis manos van a mi estómago tratando de calmar el dolor. Las lágrimas escurren por mi cara mientras doy vueltas por el suelo como una croqueta.

En cuestión de segundos estoy rodeada por ellos.

Siento a alguien tomarme en brazos y mecerme de lado a lado.

Nuestra mirada se cruza, me doy cuenta de la escena que estoy momento y me callo antes de volver a llorar por la vergüenza que siento.

—¡Deja ya de llorar, no fue para tanto! —exclama el que supongo me dio la patada y se llama Alister.

Mis sollozos aumentan ahora por el enfado.

—Es una omega, ellas se comportan así. —dice otro. —Damela, Declan, veré si esta herida.

Escondo mi cabeza en el cuello del que me sostiene no queriendo que vean mi cara llena de mocos.

Una sensación de tranquilidad me recorre de repente, el que se llama Declan a usado su poder de alfa en mi. Es algo que pueden hacer para calmar a los omegas.

Cierro mis manos sobre su camisa y me calmo en cuestión de segundos.

—Creo ya tiene un favorito —murmura alguien.

Declan se sienta el sofá conmigo en sus piernas y no sé como, acabo dormida.


No te olvides de votar, porque... Mira lo que tengo.

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La loba y sus leonesWhere stories live. Discover now