CAPÍTULO 2

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Los rayos del sol calan en mi piel, aparto el pelo pegado a mi frente por el sudor.

Entre el calor y el ruido de los platos no aguanto más, me levanto de la cama, me ducho y estoy lista para el desayuno.

Muerdo mi labio escuchando las voces de los hombres de ayer. Con los que hice el ridículo ayer.

Con las mejillas sonrojadas, llego a la mesa y me siento sin mirar ni decir nada.

Ponen mi plato y comienzo a comer. La conversación sigue sin prestarme atención.

–Espero que el servicio os tratará bien ayer. Ya sabéis, una manada ocupa la mayor parte del tiempo en la vida de un alfa.

La burla de papá es clara en su voz. El pequeño crujido de un cristal llega a mis oidos. Levanto la mirada y veo a uno de los alfas con cara de malo apretar su vaso.

Ni siquiera se ha roto, pero la buena audición que tenemos los omegas me ha ayudado a escucharlo.

–Comprendemos el duro trabajo. Esta es una manada demasiado grande para un solo un hombre. –Levanto la mirada y miro a Declan hablar, mis mejillas se sonrojan cuando me mira a los ojos con una leve sonrisa.

–Por algo mi hijo Alex es mi beta y pronto Willa se casara con el heredero de la manada vecina.

Mi ceño se frunce y algo se retuerce en mi interior.

–Es una de las últimas omegas nacidas, de algo me tendrá que servir. –Termina.

La charla sigue hasta que todos se levantan y se van.

El plato de comida frente a mi deja de ser interesante en un rato. Lo que dijo papá me ha dejado mal cuerpo.

El bosque parece ser el único lugar tranquilo en toda la manada, así que pronto estoy metiéndome entre los árboles.

La gente está revuelta desde que los Harriet llegaron.

Incluso he escuchado a los del servicio hablar sobre que ellos deberían ocupar el puesto que les pertenece, ser los alfas de la manada, aunque ellos no sean lobos, sino leones.

Media hora después llego a donde siempre vengo.

Me siento en la tierra y toco la placa en el suelo.

Trazo el nombre de mamá sonriendo. Si ella estuviera aquí no permitiría que papá y Alex me tratarán así.

Como si no me vieran, como si yo fuera un error en sus vidas. Se que les molesta mi personalidad, lo llorona que soy y que haya nacido omega en vez de beta.

Me recuesto en el suelo, el cantar de los pájaros y la brisa me relajan tanto que me duermo.

Un aullido me pone de pie sin abrir los ojos. Mis sentidos están agudizados. Papá está en peligro.

Corriendo, intento tapar mis oídos. Lo único que escucho es ruido de pelea, demasiado fuerte.

–¡Malditos bastardos! –Logró distinguir la voz de papá.

Unos minutos después mi mirada recorre el jardín de mi casa.

Un jadeo sale de mis labios cuando veo a papá rodeado por Declan y sus hermanos.

–¡Esta era la tierra de mi padre, al que tú apuñalaste siendo su beta! –grita el más alto de ellos. –¡La mujer a la que violaste era mi madre y no te importo!

Sus rostros son pura ira, pero no me impiden acercarme, intentando no pisar uno de los cuerpos en el suelo.

El crujir de una rama en mi pie basta para que todos me presten atención.

–Vete de aquí, Willa. –Escucho a Declan hablar.

Paso entre ellos hasta llegar a mi padre.

–Acércate más, Willa. –Hago caso a papá, me sorprendo al ver su cara llena de heridas y sangre. La rabia recorre mi cuerpo.

Estoy a punto de decir cuando siento algo en mi cuello. Mis ojos van a los de mi padre con terror.

Sus colmillos clavados en mi piel relucen entre mi sangre.

Acaba de convertirme.

Cuando un alfa muerde a un omega para darle el poder de transformarse en lobo, el omega se vuelve loco, una máquina de matar.

Y eso es lo que quiere él, que lo salve de los cinco leones.

La loba y sus leonesWhere stories live. Discover now