CAPÍTULO 4

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—¿Willa? Despierta, por favor. —Escucho una voz a lo lejos, no puedo ver nada.

—¿Declan? —la pregunta sale temblorosa de mis labios.

—No.

Abro los ojos con todo el esfuerzo de mi cuerpo, sintiéndolo adolorido.

—¿Quién eres? —Me arrastro hacia atrás alejándome de él extraño frente a mi. Doy un vistazo alrededor y no veo a nadie, no reconozco nada.

El pequeño río a mi lado, me sugiere que fui arrastrada por la corriente hasta aquí.

—Te encontré de casualidad, mientras miraba por la ventana. —Señala la cabaña de madera entre los árboles.

—¿Quién eres? —Vuelvo a repetir. Intento levantarme y fallo en el intento.

Tengo una herida en la pierna, seguro que me golpeé con alguna piedra.

El extraño me ayuda a ponerme en pie.

—Curaré tus heridas dentro, vamos.
Niego con la cabeza cuando me mira. Soy tonta pero no tanto para ir a la casa de un desconocido.

—Bien. —suspira —traeré aquí las cosas necesarias.

Me quedo sentada en una gran piedra esperándolo. No llegaré a ningún lado sangrando. Sobretodo si no sé dónde ir.

La ropa mojada hace que me pique la piel.

El señor desconocido aparece sentándose junto a mi. Trae desinfectante y vendajes.

—Primero los brazos. —Empieza a tratar pequeños cortes.

Una ráfaga de aire me hace temblar. Miro el cielo, el sol se ha escondido. Parece que viene una gran tormenta.

—¡Ah! —grito cuando siento algo aferrándose a mi muñeca. Luego la otra. —¿Qué mierda haces, animal? —pregunto al ver una cadenas atadas a mis manos.

—Lo siento, Willa. Esto es por el bien de todos. —Se levanta y tira de mi intentando llevarme a la cabaña.

—¡No quiero, no sabes quién es mi padre, te matará si me haces algo! —Intento luchar, pero solo soy una maldita omega, no estoy hecha para esto.

—Sé quién es tu padre, y no es a quién le temo.

Sollozo al ver el interior de la casa. Solo hay una silla y una mesa con cosas de médicos.

—¡Por favor, no me hagas nada! —suplico.

—No quiero hacer esto, pero eres importante para la ciencia, solo hay quince omegas en el mundo. No ha nacido ninguna desde hace años.

Ata mis piernas y manos a la silla. Mira la mesa con instrumentos y elige una jeringa demasiado grande.

Se acerca, la clava poco a poco en las venas de mi brazo. Llena la primera, la segunda, hasta la sexta.

—Lo siento mucho —repite.
Mi cabeza esta pesada, las cosas dan vueltas a mi alrededor.

—¡Maldita sea! —grita exaltandome. Veo lo que él y quedó sorprendida. —Tu loba esta emergiendo.

La sangre negra escurre de mis brazos.

Estoy muriendo, y no estoy haciendo nada.

No sé transformarme, ¿Cómo lo haría si nadie me enseño?
El desconocido se acerca otra vez, con algo más afilado que antes.

—No te muevas o te podría dañar. —Abre la piel de mi cuello con cuidado. Las ganas de vomitar me inundan.
Juega en mi cuello y saca algo de su bolsillo. Es un chip.

—Ahora si, ten mucho cuidado —advierte.

—Tu eres él que debería tener cuidado. —Mi voz suena extraña. Más oscura, más grave. Como si no fuera yo.

Todo deja de dolerme. Levanto una mano y la cadena que me sostenía sale volando.

Grito cuando mis colmillos se alargan. Los huesos me crujen.

Pronto veo abajo y el rostro asustado del desconocido me recibe.

¡Soy un maldito lobo más grande que un humano!

Subo una de mis patas y la lamo mirándolo a los ojos.

Un hambre extraño me recibe. Estoy muy hambrienta, me arde el estómago.

He nacido para esto, para ser yo misma. Soy la hija del usurpador del trono. El que jugo y ganó a toda una familia de lobos.

Me lanzo al hombre frente a mi. Tumbado en el suelo, lo piso lo más fuerte que puedo.

Escucho sus huesos crujir y no puedo evitar reír. Aunque sólo se escucha un ruido raro.

Su sangre me llama. El dulce olor me tienta. Pruebo un poco y salto por lo bien que sabe. Mastico sus dedos, parte de su brazo.

Lo escucho gritar hasta que llego a sus piernas y creo que esta muerto.
Como toda su carne en cuestión de minutos. Agarro uno de sus huesos en el suelo y salgo fuera.

Las gotas de agua mojan mi pelaje.

Corro entre los árboles, disfruto de la lluvia, estoy feliz.

Salto en charcos y me deslizo por ellos. Esto si que es vida.

Una ráfaga de luz me asusta, es un trueno. Muchos acompañan al primero.

La conciencia vuelve un poco a mi, yo odio las tormentas.

Camino sin rumbo, sollozando como un maldito perro.

Un rayo me hace correr sin ni siquiera mirar al frente.

—¡Willa! —escucho una voz que reconozco. Mi lobo me ha traído hasta ellos.

Busco con cuidado hasta que los encuentro, los cinco gritan mi nombre como locos.

Me han buscado. Han gastado horas de su tiempo en mi.

Me muestro con cuidado para no asustarlos.

Mikhael, Elliot y Félix ya tienen sus colmillos fuera. Sus poses defensivas cambian cuando escuchan a Alister hablar.

—Es Willa. Tiene su olor —dice.

Declan se arrodilla en el barro.

—Ven, cariño. —Avanzo hasta a él con cuidado. Lamo su cara y me acurruco a su lado después.

Su risa me llena de felicidad, sin poder evitarlo.

Después de todo, esto es lo que quiere el destino. Me alegro de estar con ellos.





Vale, esto es lo más raro que he escrito en mi vida.

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La loba y sus leonesWhere stories live. Discover now