Prueba de Sangre

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Tea no ha tenido una vida sencilla desde que tomo ciertas desiciones... Y su legado la llama para consagrarse en la jerarquia de la organizacion del trueno.

Le costara sangre para llegar alli.

(Tea y Sam, Ft. Félix 20-21 Años Aprox)

Félix Cassiel Fortissimo Ventura del Dorado había sido quien confeccionaba la ropa real de la familia Tarasov desde hacía varias décadas. El hombre confeccionaba preciosos vestidos y trajes para todas las galas, reuniones, viajes y negocios que fueran requeridos.

Tea recordaba caminar de la mano de su madre, su hermosa madre Dorotea rumbo al enorme taller donde el hombre confeccionaba. Félix le tomaba medidos y le creaba hermosos vestidos con los que festejaría sus cumpleaños. Tea desde que tenía memorias recordaba la extravagante personalidad del artista, de su estrambótica forma de vestirse, su sencillez en hacer que Tea sintiera su presencia como algo cálida y familiar.

Miles de recuerdos coloridos en medio de sedas y juegos le formaron una hermosa sonrisa en el rostro, misma que se extinguió al regresar al presente, donde volvió a presentarse en aquel invierno lleno de colores grises y humo gélido. Que fuera invierno le era indiferente a Tea, el color en su vida se habia ido el mismo día que su madre partió. Tenía mucho tiempo sin regresar allí...

Ambos iban a allí para reclamar su premio comprado con sangre.

La mujer se protegía de la ventisca con la larga capa negra llena de bordados dorados y de cobre, un broche con el trueno grabado en los extremos unía los bordes por la altura del cuello.

 Solo la gente poderosa era lo suficientemente osada para llevar metal.

Piel suave al tacto, pero con la resistencia suficiente para soportar acuchilladas y disparos. Por dentro tenía pequeñas láminas de litio y aluminio tratado, aisladores para la estática interna y externa, una verdadera obra que combinaba la belleza y la practicidad. Una vestimenta digna de la realeza, unos refinados guantes de seda fina como el símbolo de su nueva importancia, de su nueva carga.

A Tea le encantaba su conjunto en cada centímetro y lágrimas pesadas le nublaron la vista recordando el día que Félix le entrego aquella ropa, con una sonrisa cálida pero triste en el rostro. Incluso las flores de su cabello se veían apagadas.

"Se que te encantara, mi niña. La señora Dorotea te dejo un regalo." Le dijo el diseñador con un tono gentil. "Tu madre colaboro con el diseño. Era una mujer excepcional"

Los exhaustivos entramientos que habia llevado a lo largo de su vida con armas de fuego, blancas, dagas, espadas, arcos. Ni siquiera los días donde caía rendida o noqueada en medio de sus brutales entrenamientos cuerpo a cuerpo se comparaban al dolor que le ardía de tristeza y melancolía en su pecho. De nada le servía ser ágil y hábil en cosas que solo le servían para matar, ya no habia a nadie que proteger para que mereciera la pena matar.

 Habia días muy oscuros en los que Tea simplemente ya no quería estar ahí, pero continuaba por inercia... Extrañaba a su madre con todo su ser.

Desde que habia recibido aquella capa habían comenzado sus misiones, ahora era un miembro en pruebas de la organización, debía ganarse su rango como cualquier otro, no habia excepciones a esa regla, ni siquiera para la hija del jefe.

Cada nuevo aspirante a líder recibía a su mentor como marcaban las dogmas y para la chica ese apoyo habia sido Samwell Petrov, el hijo mayor del antiguo mentor de su propio padre. Su hermano de otra sangre, con la que habia formado una alianza hace tantos años que les habia permitido amasar un poder enorme, gente influyente en el gobierno que tejía la política estatal, gente de sus filas en el sector de salud, económico y científico estaban bajo el la enorme red que era el trueno.

Tea sabía que mientras ella intentaba evitar su destino en el instituto Wagner Sam Petrov estaba aprendiendo desde táctica militar hasta política, aprendió a organizar ubicaciones y aprendió varias lenguas. El hombre estudio duro para poder enseñarle a Tea aquello que necesitaría para convertirse en una autentica líder, en una digna sucesora que infundiera respeto y autoridad al mundo.

Sam, aquella persona con la que jugaba de niños, apenas un par de años mayor que ella, su semejante, su espejo desde su nacimiento, su mentor experimentado, su amante... Quien siempre le dio palabras de ánimo antes de forzarla al límite de sus capacidades y luego curar sus heridas con medicina y finalizar esas noches sintiendo las pesadas y callosas manos recorriendo cada centímetro de la piel de Tea.

Aquel día iba a ser muy largo, ambos lo sabían cuando salieron de su habitación vestidos con ropas a juego. Cortesía de Félix, para motivarlos en aquella prueba.

Tea portaba un vestido vino que combinaba a la perfección con el cabello rojo oscuro y frio que la habia caracterizado desde hace un tiempo. Lo llevaba recogido por un brazal de oro que iba a juego con su capa y sus pesadas botas militares que llegaban hasta la rodilla.

Sam combinaba su cabello rubio con la camisa vino del mismo tono que el de la chica, sus pálidos ojos azules combinaban con su saco rematado por pantalones oscuros y las mismas botas que la mujer.

Parecían salidos de una gala, ambos sabían que irían directo al matadero.

Era su última prueba para demostrar su fortaleza. Para demostrar que tenían el corazón para ganarse los puestos más altos de mando.

Ambos entraron a la sala de audiencias, figuras regias y mayores les regresaban miradas de indiferencia, de lastima y la principal les regresaba orgullo.

Los ojos grises de su padre le devolvieron la mirada y asintió apenas moviéndose, una fugaz señal de ánimo.

—De rodillas ante el señor de los vientos y los truenos. —Clamo una imperiosa voz desde las sombras.

Ambos se arrodillaron con respeto al jefe de la organización.

—Dorotea Tarasov y Samwell Petrov—Exclamo su padre con voz demandante. —Han superados todas las ramas de habilidades que requerimos aquí. Aprendieron a defenderse, a usar la palabra como arma y aprendieron el poder del dinero a la perfección. Hoy, es el día en que podrán consagrarse. Ingresar al verdadero mundo.

Una pausa larga, los chicos arrodillados observaron los ojos de los viejos llenos de desdén o diversión, apenas considerándolos unos niños. Nunca lo dirían en voz alta por respeto a su jefe y socio de trabajo. Aquello hizo que la mirada de Tea y Sam se tornara pesada hacia el frente, con la férrea convicción de cumplir su objetivo.

 Algún día arrojarían sus cuerpos de la silla, tomarían el relevo generacional por sus propias manos.

—La cacería viene de mis abuelos, y los suyos antes que él. Siglos y siglos donde para ser dignos de la responsabilidad que acarrea el poder, debes antes aprender a mancharte las manos de sangre. A enfocar la electricidad en tus venas. Conocen las reglas, las han sabido desde su nacimiento. Escoria traidora y criminales con la posibilidad de ser absueltos de sus pecados sin consiguen reclamar la vida de los aspirantes. —Continuo su padre con una profunda voz. — Deberán entrar al laberinto y matarlos a todos y cada uno de ellos. Renacerán como miembros dignos de mi mando. Vayan y enfrenten su destino.

—Sí, señor. — Gritaron los jóvenes al unísono.

—Vayan allí y gánense el honor de portar su capa de la tormenta. Vayan allí y demuestren su valor.

Los jóvenes se levantaron y dieron una reverencia de respeto antes de abandonar la sala y encaminarse a la arena.

Entraron a la jaula metálica que los separaba del mundo exterior.

Tea noto de inmediato las cámaras en cada esquina de los altos muros de piedra, en algún lugar, los lideres los estarían observando atentamente, como si fuera un macabro programa de televisión.

La chica repasaba las armas que habían colgadas en la pared, apenas iluminadas por un foco que oscilaba y creaba sombras que se arrastraban hacia la oscuridad.

"Tres estaciones, treinta cadáveres, máximo de tres horas." pensó Tea para si como un mantra, mientras sopesaba las cuerdas, municiones, cuchillos y armas de fuego que allí habían.

La mujer habia elegido su arsenal y el chico también, una fuerte estática zumbo antes que una voz atronara desde el cielo.

"La señorita Tarasov ira por el camino de la derecha, El señor Petrov ira por el de la izquierda. El tiempo corre a partir de ahora."

Los ecos de los gritos de los llegaron desde el interior de los enormes pasillos oscuros, los condenados también habían oído la señal.

— Te veré al final de todo esto. —Le dijo Sam con una voz reconfortante. Tomando levemente de la mejilla a la chica. —Llega sana.

—Si mueres, voy a matarme yo misma. —Le respondió Tea con una sonrisa. —No quiero a un anciano nuevo como consejero.

Sam trato de besarla y Tea solo le respondió un breve beso en la mejilla, le sonrío antes de darse la vuelta y sumergirse en la penumbra y los gritos que allí había.

El camino de Tea estaba a oscuras y ella odiaba eso.

La estancia era iluminada por rayos que se veían desde el cielo, muy arriba en el techo. Parecían reales, pero Tea notaba la falta de sustancia en ellos, los estaban proyectado a través de enormes pantallas, los espontáneos destellos era lo único que le permitía ver el lúgubre recinto, apestaba a humedad y las partículas de polvo brillaban cuando la luz los golpeaba, era un lugar horrible. Ideal para su propósito.

Tea no quería matar a nadie, su mente no quería hacerlo, pero su cuerpo estaba preparado y expectante, rebosante de electricidad que habia acumulado antes de entrar, sentía la energía palpitándole por cada nervio de su cuerpo, urgiéndola a moverse, a atacar a correr a gritar. Mantuvo todo eso a raya, contando los latidos de su corazón como el entramiento le habia enseñado. Ahogando el nerviosismo y el miedo, la duda y la cobardía.

La mujer acomodo sus cuchillos en las botas y sujeto con firmeza sus pistolas cuando llego a la puerta del primer sector. Suspiro con fuerza antes de abrir la reja, apenas lo suficiente para que su complexión delgada le dejara cruzar sin problema. El olor a madera podrida abarco todo el sitio.

Arboles enormes de ramas negras y carentes de hojas se alzaban imponentes por el lugar, la mujer camino con pasos agiles y silenciosos, usando los troncos como cobertura y entonces las escucho, el tintineo de las campanas, la que todos los rehenes usaban, ancladas con agujas en el cuello, imposibles de retirar sin una llave.

"Como ganado" pensó Tea con un escalofrió.

Un nuevo destello en el cielo le permitió observar a un grupo de hombres, cargando con palos filosos, fierros y bates, la mujer memorizo sus posiciones y tomo un pedazo de piedra suelta que encontró en el suelo. Respiro hondo y disparo sin titubear.

El estruendo del disparo rompió súbitamente el silencio del ambiente, sacos de carne cayeron al suelo, muertos. Gritos de furia salieron de la oscuridad, pasos estridentes que hacían sonar las campanas con fuerza, más leve, capto los lloriqueos y quejidos lastimeros de los moribundos.
Tea se movió con sigilo, las sombras eran más visibles ahora, su vista se habia acostumbrado a la oscuridad.

 Lanzo la piedra en una dirección y disparo a las figuras que corrieron tras el ruido. Una detonación, otra y otra, y otra. Un cartucho vacío y cuerpos regados en el suelo sin saber que los habia golpeado.

Los más listos gritaban de miedo e intentaban replegarse hacia el fondo, fue sencillo para Tea volver a disparar en su huida. Mas cuerpos muertos cayeron al suelo.

Después de eso, nada. Silencio. Ni un quejido ni un lamento, Tea reviso con cuidado y aun en silencio, conto los diez cuerpos, evito ver rostros, evito ver nada, aunque no podía escapar del olor metálico de la sangre, que empezaba a mezclarse con la podredumbre del lugar.

Tea continuo su camino.

En la sección de adelante empezaron las detonación de armas de fuego. La mujer tuvo que abrirse paso entre los estruendos de las detonaciones, el zumbido de las balas al rozar su cabeza, los impactos en la piedra y la madera. Seguía contando con la ventaja de las sombras, pero eso empezaba a no ser suficiente. Se asomaba con cuidado, moviéndose constantemente para despistar a todos.

Veía las máscaras de desesperación que eran sus rostros, algunos le gritaban, otros maldecían, otros clamaban misericordia, pedían no morir en medio de llantos, todos rabiosos y asustados, de la misma manera que se sentía Tea.

La mujer recordó la mirada de su padre, diciéndole que esperaba grandes cosas de ella, la promesa que ella le habia hecho a su madre de no detenerse nunca. Tea aparto las lágrimas de sus ojos antes de responder los disparos, todos cubiertos de gracia y muerte. Sangre y materia gris se regaron por las paredes y cortezas de los árboles.

Mientras recorría el camino hacia delante vio en uno de los cadáveres una cabellera larga, era la complexión de una mujer, no parecía ser mucho mayor que ella. Tea siguió andando y encontró la última fase de su destino, en la luz.

El cambio de iluminación fue tan repentina que los ojos le dolieron un largo instante, el límite de los árboles parecía disminuir y vio claramente apostados a los hombres restantes en formación, al parecer, habían formado una alianza momentánea para matarla.

Ella no podría llegar allí contando con la sorpresa, ni con la oscuridad cobijándola. Si quería sobrevivir, tenía que atacar de frente. La mujer se preguntó cómo y el torrente eléctrico en su sistema le dio la respuesta. Hundió un plan y se ciñó a él.

Cargo con esfuerzo uno de los cadáveres y lo levanto frente a un árbol y dejo un anillo de cobre en sus dedos, Tea esperaba que aquello bastara, se alejó hasta el límite opuesto de la estancia y por fin permitió a la energía fluir libre, el éxtasis repentino la embriago cuando una libero una pequeña carga hacia el anillo de cobre.

 El cuerpo salto por los aires varios metros hacia el frente, casi pareció dar un par de paso hacia la luz, la electricidad se mandó a sus músculos muertos como Tea le habia ordenado.

Los detonaciones impactaron contra la carnada y la mujer corrió con una velocidad sobre humana sobre el tirador más cercano, la bala perforo su cráneo antes de que pudiera voltear en su dirección.

Tea tenía la mirada distorsionada, todo fluyendo en cámara lenta la periferia de sus ojos distorsionándose con pequeños haces de luz, asemejándose a rayos. Se deslizo por el suelo y descargo con velocidad los siguientes disparos, uno, dos, tres cuerpos muertos, tres fritos cuando Tea lazo una andanada de rayos desde sus dedos, el olor a carne quemada y cabello chamuscado le causo arcadas a los condenados que más cerca estaban de ellos.

 Dos más cayeron con disparos certeros de la mujer cuando estos trataban de encontrar cobertura. Todo volvió a quedar en un sepulcral silencio.

"Esta hecho." pensó Tea, con el sudor chorreando de su rostro, los ojos exhaustos y muertos. "Termine."

Y pensar en aquello le dio ganas de llorar y vomitar.

Salió de su cobertura hacia el final del recorrido y entonces su parte racional se impuso, su entrenamiento impuso a su instinto.

"Cuenta" pensó alarmada la mujer, mirando de reojo los cuerpos manchados de sangre y rastros de hueso. "Tres, seis... Nueve."

Nueve.

El horror desaprecio de su cuerpo cuando un golpe seco y fuerte impacto contra su cuerpo. La chica salió disparada al suelo, su cabeza reboto contra la piedra y de pronto todo fue luz, sintió la tibieza de su sangre correrle por la cien.

Un golpe directo contra su pómulo, contra su estómago, su pecho. La mujer jadeaba en busca de oxígeno, su arma estaba muy fuera de su alcance.

Un hombre con una expresión enloquecida arremetía con furia contra ella, su cuello estaba al rojo vivo, se habia arrancado el collar, sangraba horriblemente.

—¡Muere! —Le gritaba con locura a Tea con cada golpe. Mas violento que el anterior. —¡Muérete ya!

La vista de Tea era borrosa, uno de sus tímpanos se habia reventado y el sonido se disolvía antes de llegar a ella.

Durante un momento, su madre se arrodillo al lado de ella, Tea reconoció sus facciones y una sonrisa cruzo su rostro, no entendía la venda que cubría sus ojos... Pero estaba tan feliz de verla. Pronto estaría una vez más con ella.

"Pelea." Escucho en su mente. "Tu vida aun no está decidida Tea. Puedes vencer a tu destino."
La mujer tenía muchos años sin verlo y aun así... su voz sonó nítida en su cabeza, como si aquel chico estuviera sentado a su lado y ambos siguieran recostados en la azotea del instituto viendo las estrellas...

Tea escucho una hebilla de pantalón al desabrocharse, y el odio y asco y rabia y miedo le dieron la fuerza para descargar la electricidad que le quedaba en la asquerosidad del hombre, este se dobló, aullando de dolor, la mujer saco un cuchillo de su bota con un ágil movimiento y le partió la garganta de un tajo. El cuerpo cayo encima de ella.

Tea se levantó con la adrenalina recorriendo todo su cuerpo, la sangre del hombre manchaba su cara, ella gritaba con rabia homicida mientras clavaba el cuchillo, olvidada de toda técnica o gracia, clavaba la punta hasta que impactaba con hueso, con carne, hasta que el metal quedara cubierto de sangre y carne desprendida de lo que apenas podía ser reconocido como un rostro. Grito hasta quedarse afónica y soltó el cuchillo hasta que sus huesos crujieron por sujetarlo con tanta fuerza.

Para cuando la pellirroja volvió a tener conciencia de si misma, estaba llorando. Sintiendo asco hacia su persona y por aquel animal despellejado que hacía a sus pies, le pateo el cuerpo con ira y luego se alejó dando traspiés.

—Tea. —Escucho que la llamaban.

La mujer se puso en guardia, lista para atacar, aunque todos sus músculos y huesos crujieran en contra.

Un hombre se acercaba a ella con las manos alzadas, su rostro era sereno, aunque su rostro estuviera con rastros de sangre al igual que su ropa. Una de sus brazos dolia visiblemente.

—Soy yo, Tea. Soy Sam. — Le dijo con una voz baja y tranquilizadora. —Ya paso, todo termino. Estamos a salvo, pasamos la prueba.

—Sam... —Dijo Tea con la voz rota.

Corrió a abrazarlo, llorando a mares, ignorando la sensación de sangre secándose en su cuerpo.

 Las luces se prendieron en su totalidad poco después ambos fueron escoltados hacia la salida. Tea hizo el recorrido con los ojos perdidos y el cuerpo temblándole, en algún momento se colapsó, presa del shock emocional y por el cansancio de sus heridas.

Cuando la mujer despertó se hallaba en el área médica de la mansión, llevaban tres días durmiendo.


Su estancia llena de flores hermosas y tarjetas de buenos deseos por parte de sus padres. Sam estaba ahí a su lado, lo habia estado todos esos días.

Se sonrieron, sin muchos ánimos, sin rastro de alegría por el acto que habían llevado a cabo, sintiéndose asquerosos incluso si sus cuerpos ya no tenían sangre ajena.

Ambos estuvieron ahí un par de días más, en revisión y tratamiento por sus heridas, la mujer tenía pesadillas todas las noches, despertaba llorando, recordando gritos y súplicas por piedad. Sam también las tenia, aunque no quisiera decirle, lo notaba en la palidez ceniza de su piel y en las terribles ojeras que lo embriagaban.

El trataba de consolarla cada noche, recostándose a su lado hasta que su llanto se acallaba en otro sueño intranquilo.

 Habia noches entera en donde ambos se quedaban despiertos, en silencio, juntos. El día que los dieron de baja ambos decidieron ir por su propio pie al taller de Félix, aunque pudieran haber encargado esa tarea a alguien más, ambos necesitaban respirar aire fresco, querían alejarse el mayor tiempo que pudieran de la mansión central de la organización.

— ¿Tea? ¿Estás bien? —Le pregunto Sam, su cabello ondeaba al viento gélido
.

— ¿Eh? Sí. — Respondió Tea, volviendo al presente, desorientada. — Sí, lo siento, ¿qué decías?

—Llegamos ya. —Le respondió el chico con una sonrisa. —Deberíamos entrar, esta frio aquí afuera.

Tea asintió, ambos caminando juntos a la entrada, prefería tener la mente ocupada en trabajo y no en recuerdos. Félix los recibió con su sonrisa perfecta. Saludo cortésmente a Sam y se aproximó con alegría a Tea para darle un cariñoso abrazo.

—Mi princesa favorita. —Le dijo el estilista con aprecio genuino. —Que digo princesa, serás reina muy pronto.

Pese a todo, la sinceridad de Félix la hizo sonreír por primera vez en días, casi podía olvidar el maquillaje que cubría los golpes de su rostro.

—Es un placer volver a verte, Félix. —Le dijo Tea con aprecio. Con la nostalgia cubriéndole la voz. —Siempre que vengo aquí, me siento como en casa.

—Siempre tendrás un hogar conmigo. —Le hizo saber el hombre con un tacto cálido. —¿Quieres hablar de su capa y el vestuario para su nombramiento?

Tea asintió.

—Sera algo extravagante, poderoso y magnifico, digno de tu porte y de tu nuevo estatus. —Le dijo Félix emocionado, alegre por poder diseñar una vez más.

Pese a su buena intención y deseos, aquello era precisamente lo que le preocupaba a Tea. Pero asintió, aun así, en un símbolo cordial. Habia sacrificado demasiado para echarse atrás, algo de ella habia muerto para estar en donde estaba ahora mismo.

Cerro los ojos con fuerza y abrazo la nueva responsabilidad que acarreaba su vida.


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