02 | Baile de máscaras... y balas.

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Florencia, Italia.

19 de abril del 2023

Anheli

—¿Qué le parece este vestido, señorita Lombardi?

Observo con aburrimiento la tela que colocan sobre la cama frente a mí en espera de mi opinión. Refuto con cansancio ya que es el sexto vestido que me muestran y no soy capaz de decir que sí.

Reconozco que mis respuestas negativas son por la falta de ganas de ir al evento que Francesco organizó esta noche por petición de su padre.

Una fiesta de máscaras.

¿Qué somos? ¿Un estúpido remake de 50 sombras de Grey?

—Esto será bueno para volver a ganar la confianza de los antiguos inversionistas, padre. Mostraremos que los negocios están bien y querrán seguir trabajando con nosotros.

La idea de Francesco no era mala, se podría decir que incluso me causaba un poco de preocupación el hecho de que Camilo volviera a tener el poder de antes. Pero tampoco me iba a dejar pasar por encima, y juré Lombardi estaría frente a mí rogándome de rodillas.

—¿Señorita Lombardi?

Puto apellido de mierda cada vez que se dirigían a mí. No sé porqué se empeñaban a tratarme una más de la familia siendo conscientes que aborrecía ese apellido al igual que al resto de la familia, a excepción de Dante.

—¿Señorita Lo-

—Te escuché la primera vez, Diana —alzo mi voz antes de que termine la oración. Observo con desgana todo, pero vuelvo a dirigir la mirada al primer vestido que fue el único que me gustó— El de ahí —señalo el de la tela de seda roja con el detalle en el hombro derecho.

—Buena elección, señorita Lombardi.

—Ya te he dicho que me digas Anheli, Diana.

—El señor Lombardi ordena que nadie del personal tenga esa confianza con la familia, siempre debemos llamarlos con el apellido de la casa.

—Yo... —digo entre dientes— no soy su familia.

—Sabe a lo que me refiero, señorita.

Que todo el mundo sabía que Camilo era un hijo de puta, estaba demasiado claro. El personal estaba al tanto de todas las cosas atroces que había hecho Lombardi por poder, por dinero o por su maldita obsesión a mi madre, sin embargo, seguía siendo tratado como "señor" en esta casa.

—Eres la nana asignada a mi servicio, así que a la que debes hacer caso es a mí. Me dirás Anheli y es una orden, Diana —termino la oración con la mirada sobre ella y aunque noto sus nervios por el tono de mi voz, no titubeo hasta verla asentir con la cabeza.

—Sí, señorita Anheli.

—Bien. Pide a los sastres que liberen un poco la tela en la zona del abdomen, y que ajusten más el pecho.

—A su orden, señorita Anheli.

—Puedes retirarte.

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⏰ Last updated: Aug 28, 2023 ⏰

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