Capítulo 2

178 24 2
                                    

―El próximo domingo no tomaré el tutorial ― le anuncio Casandra a Amal cuando esta recogía sus cosas para volver a su habitación en casa de la señora Ordóñez.
―No hay problema.
―Es mi cumpleaños y haré una fiesta.
―Que bien.
―Estás invitada, dará inicio a las tres de la tarde.
―Gracias.
―Vendrás ¿Verdad?
―Sí, claro.
Casandra la observo por unos segundos y se dio cuenta de que solo le estaba siguiendo la corriente, le decía que sí solo para que no insistiera en que fuera. Aunque Casandra bien sabía que Amal se sentía incómoda con la gente con la que ella se rodeaba, incluso se mostraba tímida con sus padres a quienes ya llevaba un tiempo viendo y ella se seguía comportando igual, solo con Casandra se comportaba diferente. No insistió más, la dejaría en paz, dijera lo que le dijese.
Casandra tuvo una vana esperanza en que Amal apareciera en algún momento, pero eso nunca sucedió, si ella había obtenido una fiesta fue porque sus calificaciones mejoraros y todo gracias a Amal.
Algo que le molestaba a Casandra era el que Amal no tuviera un teléfono celular, nunca tenía la forma de comunicarse con ella, ni siquiera con señales de humo, así que echarle la bronca por no asistir a su fiesta de cumpleaños número diecinueve tuvo que esperar hasta el siguiente domingo en que se vieron.
― ¿Por qué no fuiste a mi fiesta? Te estuve esperando ― fue lo primero que le dijo en cuanto Amal subió al auto.
―No tenía dinero para comprarte un regalo.
―Yo no te pedí ningún regalo.
Amal no dijo nada, ella eso lo sabía, pero le parecía descortés llegar a su fiesta con las manos vacías, aunque, por otro lado, no sabía que regalarle a una persona que lo tiene todo, lo que ella tenía para regalar era muy poco, lo único valioso que poseía era su corazón y ese, Casandra no lo quería.
―Feliz cumpleaños atrasado ― dijo Amal cuando estuvieron en el salón de estudio tendiéndole a Casandra una caja de chocolates que en su vida Amal había comido, pero que la señora Ordóñez le dijo eran muy buenos y encontró en oferta.
Casandra miró la caja de chocolates que Amal le tendía, no era la forma más cálida en que Amal le deseaba un feliz cumpleaños, pero entendía su manera de ser, pues no conocía las demostraciones de afecto. Casandra estaba segura de que Amal, poco, recibió un abrazo o alguna muestra de cariño en la casa hogar en la que se crio.
―Gracias ― dijo tomando la caja de chocolates ―. No te hubieras molestado.
― ¿Te divertiste en tu fiesta?
―Sí, vinieron mis amigos ¿Cuándo es tu cumpleaños?
―No lo sé, creo que ya paso ― respondió sin darle importancia.
Casandra no preguntó más, sabía que Amal no deseaba hablar de ella y seguramente le recordaba la manera en que fue arrojada a un contenedor de basura. Quizás comprendía por qué su onomástico no era un motivo de celebración en su vida.
A pesar de que Casandra se sintiera capaz de lo que estaba aprendiendo, continuo con las tutorías de Amal, con ella se sentía más segura de lo que aprendía, sobre todo se sentía menos presionada por su padre, al ser hija única, ella estaba obligada a continuar en la cabeza de la empresa una vez que su papá decidiera dejársela a su mando, para él retirarse a descansar.
El tiempo había pasado raídamente para Amal, que cada noche caía rendida en su colchón, ahora se estaba presionando a cocinar postres para vender en la universidad y de ese modo obtener el dinero que necesitaba para el título, por suerte aún le quedaba hacer sus prácticas un tiempo para seguir juntando dinero.
― ¿Ya sabes dónde vas a hacer tus prácticas? ― le pregunto Casandra a Amal.
―No, aún no lo sé.
―Porque no vienes conmigo a la empresa de papá, estoy segura de que hay un hueco para ti, ¿por qué no me lo pediste?
―No quiero parecer aprovechada.
―Tú no eres aprovechada. Eres la persona más recta que conozco. Eres tan joven y me sorprende lo inteligente y racional que puedes ser. Te envidio.
Amal sonrió, era la segunda sonrisa que Casandra vislumbraba y esta vez llego a sus ojos dormilones. También se percató de algo, miro que aquellos ojos la miraron de una forma que se parecía a ese sentimiento que llaman amor, pero fue solo algo como una estrella fugaz, pues se perdió de inmediato en el infinito de su mirada de color café.
―No tengo nada que me envidies.
―No hablo de lo material, ya te dije lo que envidio de ti. Ya mi papá ha hecho hueco para las dos, así que no te preocupes por buscar dónde hacer las prácticas.
―Muchas gracias.
―Gracias a ti, Amal. Sin ti no hubiera podido pasar las materias.
Amal estaba emocionada de empezar las prácticas en la empresa del padre de Casandra, quien se encontraba nerviosa de que no pudiera hacer bien su trabajo, pero una vez que se aseguró de que Amal no la dejaría sola, sintió que se quitaba un gran peso de encima.
El año de prácticas paso rápidamente y Amal por fin sentía que uno de sus sueños se hacían realidad, estaba feliz de que sus sacrificios hubieran valido la pena. Amparo y Casandra fueron las únicas dos personas que fue a su graduación, a modo de celebración comieron los sándwiches que Amparo llevo para la ocasión. La diminuta reunión se llevó a cabo en el patio de la señora Ordóñez, quien compro un pequeño pastel para su empleada a modo de agradecimiento por todo lo que hacía y el último presente que Amal recibió, fue un celular por parte de Casandra.
―Es para localizarte más fácil y hablar de vez en cuando.
―Esto es demasiado, no puedo aceptarlo ― dijo Amal rechazándolo.
―Tómalo, en realidad, no es tan caro.
―No seas grosera, Amal ― la reprendió Amparo ―. Tómalo, por favor.
―Gracias ― respondió Amal tímida.
Después de la graduación de Amal, vino la de Casandra y Amal se vio en la obligación de asistir a la de su amiga, para ese entonces se consideraban amigas, pero Amal sabía que no era igual a las otras y Casandra lo sabía también, entre ellas existía otra especie de complicidad y entendimiento, uno que Casandra no encontraba en las demás.
Como era de esperarse, Casandra tuvo una fiesta y Amal no tuvo la oportunidad de escaquearse, esta vez, había podido librarse de sus fiestas de cumpleaños, pero no de la de graduación, para ese momento, Amal era más conocida entre las amistades de Casandra, pero, aun así, seguía manteniéndose al margen de todo. Aunque Amal hubiera querido sentirse en ambiente, no lograba hacerlo, pues ahora tenía un trabajo en la empresa del padre de Casandra junto con ella y el sueldo sería mucho mejor, pero tampoco contaba con el dinero suficiente para mudarse a otro lugar y sentía pena dejar a la señora Ordóñez sola, con lo bien que se había portado con ella durante todos esos años.
― ¿En qué piensas? ― la pregunta de Casandra la hizo dar un respingo, pues no la había visto acercarse. Esa noche, en especial, había evitado mirarla demasiado con el bonito vestido que llevaba, de hacerlo, su cara mostraría lo loca que estaba por ella.
―En nada ― respondió mirándola a los ojos azules que la hipnotizaban.
―Mientes, tú siempre estás pensando en algo ― la acuso y se sentó a su lado.
―Estoy pensando en que si trabajo en la empresa de tu padre debo de dejar a la señora Ordóñez y muy probablemente querrá que deje el cuarto para la persona que le ayude.
― ¿Qué vas a hacer?
―No lo sé, espero que me dé una semana para ver que encuentro y tenga algo de dinero para rentar algo a mis posibilidades.
― ¿Por qué durante todo este tiempo que llevamos de tratarnos, nunca pides mi ayuda?
―No quiero que pienses que me aprovecho de ti.
―No lo haces, solo pídeme dinero prestado y me lo devuelves cuando puedas.
Amal iba a protestar, cuando de repente Casandra tomo su rostro entre sus manos y la beso en los labios. Amal se quedó congelada, sintiendo los labios de Casandra sobre los suyos. La cálida y suave sensación de su boca contra la suya la hizo estremecer y pensar que estaba soñando. Estaba a punto de cerrar los ojos cuando Casandra se apartó de ella y se alejó.
―Eso fue solo para que te callaras ― dijo cuándo se encontraba a unos pasos de Amal.
Hacía mucho que Casandra quería besar a Amal para comprobar que lo que sentía por ella no era atracción, sino que simplemente era una buena amistad lo que existía entre ellas, una que jamás podría tener con las que conocía de su misma clase social. Por otro lado, había tenido que tomarse varios tragos para reunir el valor de besarla y ahora que había comprobado que lo suyo no era amor, fue a la pista de baile a mover el cuerpo.
Lo cierto era que ese día, cuando miro a Amal enfundada en un bonito vestido de color negro, con el cabello suelto y zapatos de tacón, se sintió algo impactada de que pudiera ser poseedora de una belleza que antes no había visto. Por lo general, Amal se vestía sencillamente y su cabello siempre se hallaba atado en una coleta, nada para impresionar o llamar la atención, pero ese día mostraba una parte que Casandra no había visto, causando en ella una gran confusión que no tuvo cómo resolver más que por medio de un beso.
Mientras que Amal seguía sin poder reaccionar a lo que había pasado, su corazón latía rápidamente dentro de su pecho y aún podía sentir el calor de los labios de Casandra sobre los suyos. Ni siquiera le había dado tiempo a reaccionar, pero había sido un beso tan fugaz, tan breve, luego pensó que el beso había sido tan malo que Casandra considero que no valía la pena.
Si Amal se había puesto y comprado ese vestido, fue solo y únicamente para impresionar a Casandra, para llamar su atención como mujer, no solo como amiga. Había gastado lo que le quedaba de sus ahorros en ese vestido de segunda mano, los zapatos de tacón eran nuevos, el único lujo que se había dado en toda su corta existencia y parecía haber valido un poco la pena, pero Amal deseo que Casandra nunca la hubiera besado, que jamás la hubiera dejado probar el cielo para dejarla volver a caer al infierno. Se le formó un nudo en la garganta y los ojos se le llenaron de lágrimas, no podía seguir allí. Se levantó de donde estaba y se fue sin despedirse de nadie, necesitaba llegar al refugio de las cuatro paredes de su habitación y llorar lo que hacía mucho tiempo no lloraba o más bien nunca había llorado. Lloro hasta quedarse dormida y comprender que conociendo a Casandra lo había hecho simplemente por un arrebato, pues a veces solía ser así de intempestiva, no era porque tuviera algún sentimiento hacia ella más que el de una amistad.
A la mañana siguiente, Amal despertó con un mensaje de texto de Casandra preguntándole por qué se había ido sin despedirse, Amal le respondió que se había sentido mal y que por eso se retiró. Ninguna de las dos toco lo del beso, para Amal fue una gran decepción, mientras que para Casandra fue un alivio de que su amiga no tocara el tema, pues se sentiría muy avergonzada de tener que explicar lo que le había rondado por su cabeza con base a sus sentimientos hacia ella.
¿Estás bien?
Sí, no te preocupes
Avísame si te sientes mal, iré a verte para llevarte al médico
No hará falta
Lo cierto fue que Amal se enfermó, siempre había sido enfermiza, así que no le pareció extraño amanecer con un poco de fiebre y cuerpo cortado, por suerte aún no entraba a trabajar a su nuevo trabajo, aún le quedaban dos días con la señora Ordóñez, quien le había dado la oportunidad de tenerla una semana más después de que ya no trabajar con ella, por lo tanto, tendría que ir buscando dónde vivir.
Amal se obligó a actuar normal ante Casandra, le dolía verla y saber que nunca sería para ella. Afortunadamente, la muralla que había hecho a su alrededor le ayudaba a que Casandra no se diera cuenta de lo que realmente sentía.
― ¿Y encontraste dónde quedarte? ― le pregunto Casandra el lunes apenas entrar a la oficina que ocuparían las dos.
―Aún no, sigo buscando. Todos rebasan mi presupuesto, yo solo quiero algo pequeño donde quepa una cama, tenga un baño y nada más.
A Casandra le dio un escalofrío al escuchar lo que Amal decía, prácticamente describía una caja de zapatos, ella no podría pasar más de una hora entre esas cuatro paredes, ella estaba acostumbrada a los espacios amplios y, sin embargo, Amal se conformaba con poco.
Cuando llego la hora del almuerzo, Casandra se fue a su casa, mientras que Amal se quedó en la oficina, desenvolvió un sándwich que había llevado y fue todo lo que tuvo por almuerzo, tampoco podía dar el lujo de comer en otro lado, solo debía de apretarse un poco más y dentro de unos meses estaría más desahogada.
― ¿Fuiste a comer? ― le pregunto Casandra cuando llego de nuevo.
―Ya he comido.
Casandra se le quedó mirando, decía la verdad y a Amal se le erizó la piel ante semejante escrutinio, no podía evitar que aquellos ojos azules la hicieran polvo de estrellas.
La jornada laboral era de ocho de la mañana a seis de la tarde, pero otras veces podían alargarse hasta más tarde, pero por suerte los primeros días estuvo saliendo a las seis y Casandra se empeñó en acompañarla a buscar un cuarto. Fue el viernes en el que tras tanto recorrer encontraron un cuarto en una pensión con un precio justo, lo malo es que quedaba a varios minutos de la empresa y Amal tenía que levantarse un poco más temprano y tomar varios autobuses.
― ¿Estás segura de quedarte en este? ― le pregunto Casandra al saber que como mínimo tendría que tomar dos buses.
―Sí, no voy a encontrar algo más a mis posibilidades. Además, tiene una cama y una cajonera, algo es algo.
Casandra no entendía cómo es que Amal se adaptaba y conformaba con poco, ella si hubiera pasado por todo lo que Amal paso, seguramente estuviera resentida con la vida y odiaría a una rica como ella. Se sentiría envidiosa de la vida y de las comodidades que tuvo, ninguno sufrir, solo lujos, amor y una familia, mientras que Amal no tenía nada.
―Porque no busco un apartamento y vivimos las dos juntas.
―No podría ― dijo con lo que parecía ser una sonrisa ―. Tu estilo de vida es muy caro para mí.
―Tú no tendrías que pagar nada.
―Muy amable de tu parte, pero no.
Amal sabía que no podría pasar más tiempo del que ya pasaban juntas, no podría sobrevivir sabiendo que Casandra se hallaría a pasos de ella y no podría pasar ni siquiera una noche a su lado como lo deseaba. Vivir con ella sería lo más agónico y tortuoso.
El domingo, Casandra conoció por primera vez el cuarto en el que Amal vivió durante varios años, era pequeño y sin ventanas, lo único que tenía para llevar era su ropa y la metió en una maleta que Casandra le presto para que se llevara lo poco que tenía.
Para Casandra ayudar a Amal era algo emocionante y novedoso, ella nunca había tenido que mudarse. Desde que llego al mundo, nació en cuna de oro y al ser hija única, tuvo todas las comodidades y las atenciones, por eso ahora ella trataba de darle una poquita de aquella atención a Amal, que parecía arreglárselas muy bien por sí sola.
Casandra se sentó en la cama a observar como Amal acomodaba su ropa en la cajonera, después como colocaba su neceser, el baño y algunos artículos personales. Amal se encontraba nerviosa por encontrarse bajo la atenta mirada de Casandra, quien ni quiera tenía idea de lo que le provocaba y le hacía sentir.
― ¿Ya terminaste? ― le pregunto Casandra cuando vio que Amal se detenía a observar a su alrededor.
―Sí ¿Por qué?
― ¿Quieres ir a comer o pedimos pizza?
Amal no tenía ganas de salir, estaba cansada, la mayor parte del tiempo se sentía de esa manera y ese era su día “libre” pero había estado ocupada, pero tampoco deseaba que Casandra se fuera, al menos se conformaba con tenerla cerca y no pasar más tiempo sola.
―Pide pizza, estoy cansada.
―De acuerdo.
Amal al no tener dónde sentarse, se dejó caer la cama guardando un espacio de donde se encontraba Casandra, quien hasta el momento no había dicho nada sobre el beso que le dio. Pero ahora que se encontraban en silencio, Casandra aprovecho para sacar ese tema ahora que estaban solas y lejos de la oficina y de su casa. Necesitaba decirle a Amal lo que estaba pasando con ella, Amal era la única en la persona que podía hablar y confiarle su intimidad.
― ¿Te molesto él te haya besado esa noche?
La pregunta sorprendió a Amal, pero se mantuvo tranquila como siempre, esa era su mejor arma para no hacerle saber a nadie lo que sentía o pensaba.
―Me sorprendió ― respondió.
―Creí que me dejarías de hablar por lo que hice.
―No me sorprenden tus arranques de locura viniendo de ti.
― ¡Oh Amal! ¿Qué haría yo sin ti? ― dijo abrazando a Amal con fuerza, luego se apartó y se puso seria ―. ¿Dejarías de ser mi amiga si fuera lesbiana?
Amal se levantó de la cama y miro la expresión seria en el rostro de Casandra, que la miro a los ojos, buscando en ella el rechazo inmediato, por haberse creado entre religiosas.
―No. No dejaría de ser tu amiga. Es como si tú no quisieras ser la mía porque soy pobre y huérfana, abandonada en un contenedor de basura ¿Debemos ser iguales para tener una amistad?
―No.
―Ahí lo tienes ¿Ya lo saben tus padres?
―Aún no he tenido el valor de decírselos.
― ¿Temes a que te rechacen?
―Un poco la verdad ― manifestó retorciéndose los dedos de la mano en evidente nerviosismo ante las confesiones que le estaba haciendo a su amiga.
― ¿Por qué? Ellos te aman.
―A veces el amor no es suficiente cuando no se tiene abierta la mente.
―Considero que tus padres, son de mente abierta y que no van a rechazarte solo porque te gusten las mujeres.
Amal dedujo que, si Casandra le estaba confesando su orientación sexual, se debía a que probablemente había una chica que le gustaba. Aunque pasaran muchas horas juntas en el trabajo, una vez que eran libres de la oficina, cada una tomaba su ruta y Amal no sabía cómo Casandra pasaba sus ratos y días libres cuando no se hallaba con ella.
―Eso espero ¿Me acompañarás?
― ¿A dónde?
―Quiero que estés conmigo para cuando les diga a mis padres que soy lesbiana y que me gusta una mujer.
―Supongo que puedo hacer eso.
A Amal no le gustó nada la idea de que hubiera una mujer que le gustara a Casandra, pero al menos seguía estando en su vida de una u otra forma.
Casandra iba a decir algo más cuando una voz proveniente de abajo les dijo que había llegado la pizza, Amal iba a disponerse a bajar, cuando Casandra de un brinco se levantó de la cama y se le adelantó para ir por ella y pagar, además de que necesitaba un momento a solas para liberarse de la tensión que había acumulado para decirle a Amal lo que estaba pasando con ella.
El trayecto de ir a buscar la pizza le sirvió a Casandra para relajarse y alegrarse de la respuesta tan positiva de Amal, pero ella también quería saber sobre sus gustos, si había alguien que le gustara.
Cuando estuvo de regreso con la pizza, se quedó mirando en donde podrían comérsela, pues no había mesa ni sillas, solo la cama para acomodarse.
―Podemos comer sobre la cama, de todas maneras, no tiene cobijas, ya le pondré una más tarde ― manifestó Amal y Casandra volvió a acomodarse en la cama frente a ella.
― ¿Tienes platos?
―No, no tengo nada. Pero supongo que puedes comer con las manos ¿Verdad? No te va a pasar nada por una vez que comas como la gente común y corriente ― dijo con cierta burla.
―No puedo creer que te estés burlando de mí ― expreso, Casandra abriendo la caja de la pizza y tomando una rebanada con las manos sucias.
―He dicho que puedes comer con las manos, pero antes debes lavarlas, pobre, pero limpia ― tercera vez que se reía y primera que se burlaba de Casandra.
― ¡Grosera!
―Boba.
Cuando estaban por terminar la pizza, Casandra aprovecho para preguntarle a Amal sobre sus gustos personales.
―Ahora es tu turno.
― ¿Mi turno? ¿De qué? ― inquirió Amal confundida.
―De contarme de quién te gusta, si te gustan los hombres o las mujeres. Yo ya te conté sobre mí.
Amal la miro sorprendida, era la primera vez que Casandra se interesaba por ese tipo de cosas de ella, así que se vio en la obligación de responder toda la sinceridad hasta donde su secreto de amor se lo permitía.
―También me gustan las mujeres ― respondió sin darle mucha importancia, pero para Casandra fue algo significativo y reconfortante, al saber que Amal tenía gustos como ella.
― ¿De verdad?
―Sí.
―Entonces hay alguien que te gusta.
―Sí, pero yo a ella no le gusto.
― ¿Por qué lo dices?
―Porque me lo dijo.
―Pues qué tonta, no sabe de lo inteligente e interesante mujer que se está perdiendo.
Amal la miro con unos ojos que a Casandra la dejaron muda por un momento, nunca había visto a Amal observarla de esa manera y enseguida a parto la mirada.
―Quizás eso no sea suficiente ― dijo con tristeza.
―Solo un ciego no lo ve.
Amal pensó con ironía que la ciega y tonta era ella por posar sus ojos en una persona que estaba más allá de las estrellas. Casandra nunca podría verla cómo ella deseaba que lo hiciera, simplemente la veía como a la persona que podía ayudar, como un acto de caridad y de compasión, que, aunque no la mirara con lástima, sabía que todas las cosas que hacía por ella era porque se sentía impulsada a ayudarle al ver que estaba sola en el mundo.
―No es que esté ciega, es que no soy el tipo de mujer que ella desea.
―No se ha dado el tiempo de conocerte ¿La conozco? Porque tú no eres de esas personas que salga mucho, así que debe de ser de la empresa.
Amal se comenzó a poner nerviosa ante la observación de Casandra, sin duda había sido un error decirle que había alguien que le gustaba cuando sabía bien que su amiga conocía todo de ella. 
― ¿Quién es? ― pregunto Casandra con ojos llenos de emoción ―. Te prometo que no diré nada.
―No te lo diré ― dijo rehusándose y poniéndose de esa forma en que Casandra conocía en que Amal se cerraba y no dejaba entrar a nadie, ni siquiera a ella.
Días después, Casandra le presento a Amal a su futura novia, la había conocido en un antro al que había asistido con sus otras amigas, aquella con las que Amal no encajaba mucho por sus diferencias ideológicas y económicas.
― ¿Qué te pareció ella? ― le pregunto Casandra Amal cuando la vio al día siguiente en la oficina.
Por supuesto que a Amal no le había agradado mucho la chica por la que Casandra babeaba, pero ella como amiga no podía hacer nada, más que apoyarla pese al dolor de su corazón.
―Parece agradable, a quien le debe de gustar es a ti, ni a nadie más.
Después de que Casandra se hiciera novia de aquella chica, un medio día fue en busca de Amal para llevarla a casa de sus padres y así tener su apoyo para cuando llegara el momento de decirles la verdad. Antes de que Casandra se confesara, almorzaron en medio de una amena plática, Amal, aunque tímida de encontrarse compartiendo la mesa con los padres de Casandra, respondía las preguntas que le hacían y se explayaba un poco más que antes.
―Tengo que decirles algo ― manifestó Casandra nerviosa aún en la mesa y sus padres la miraron expectantes ―. He estado saliendo últimamente con una chica, la cual me gusta mucho y nos hemos hecho novias.
De inmediato los ojos de los padres de Casandra viajaron a hacia Amal que se puso roja al imaginar lo que podrían estar pensando de ella, por suerte Casandra se dio cuenta de las miradas.
―No. Ella no es mi novia ― se apresuró a decir avergonzada ―. Amal y yo solo somos amigas, con quien estoy saliendo es alguien más.

AbandonadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora