Capítulo 37. Eternos sean

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CONAN

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CONAN

Los calabozos es aún la única parte del castillo que me causa escalofríos. El lugar está lleno de ratones y telarañas, no hay ninguna ventana, por lo cual el tiempo se distorsiona; unos solos minutos pueden parecer una eternidad.

—Me quedaré aquí afuera —le digo a Desmond estando a dos calabozos del de su padre.

—Quiero que estés conmigo —Me voltea a ver, su cabello plata es aún más brilloso que las antorchas a nuestro alrededor—. Por favor.

Mi magia vuela a él tratando de tranquilizarlo, cierra los ojos por un momento y al abrirlos puedo notar que detrás de aquel verde esmeralda hay hielo... un hielo capaz de destrozarlo todo a su paso.

En una mano va sosteniendo una charola con todo tipo de comida, desde carne a postres, vino y agua; en la otra lleva el pergamino que dicta la sentencia del rey, la cual ya va firmada por Desmond.

—Se han equivocado de sitio —es lo primero que nos dice su padre al llegar—. Si vienen a liberarme, quédense... y si solo viene a molestar lárguense.

—Mamá estaría muy decepcionada de ti.

Me coloco detrás de Desmond, él no se inmuta cuando su padre se levanta con dificultad a causa de sus cadenas, camina con violencia hacia los barrotes de hierro y se estampa en ellos. Su rostro podrido y negro trasciende un olor asqueroso, lo que me hace dar un paso atrás.

—Tu madre era una mentirosa. Ella sabía los planes de Agroz, se enamoró... ¡Y nunca me lo confesó!

—¡Pero ella te eligió a ti! —Desmond casi deja caer la charola—. Ella se quedó contigo a pesar de que por tu culpa termino herida por magia oscura... ella jamás te odió por eso. Ella te amaba.

El pasillo entero retumba en un chillido fantasmal.

—Esta será la única comida decente que tendrás hasta tus últimos días —Desmond tira la charola al piso y la patea para que pase por la abertura especial. Una de las carnes rebota en el suelo manchándose de tierra y sabrán los dioses que más—. Trata de saborear hasta la última porción. En una hora vendrán por ti y serás llevado a la torre joyera.

Su padre se abalanza a la comida, Desmond sonriendo se agacha para estar a su altura.

—Me contaron que esa torre está custodiada por drokars de todo tipo... pero que los verdaderos guardias de la torre son dragones puros —Su sonrisa se hace más grande, su padre para de comer y mi magia detecta en él un miedo atroz—. Las celdas son habitaciones llenas de oro y joyas hermosas, los prisioneros nuevos se deleitan al verlas, zambulléndose en ellas. Los prisioneros con más tiempo ahí se quedan callados, observando, riendo y celebrando —Desmond se acerca un poco más a los barrotes—. Porque los prisioneros nuevos no saben una cosa. Ese oro, esas joyas, están encantadas, no importa si te les acercas o no, todo el lugar está maldito. Todos ahí se vuelven locos pasados unos días, se olvidan de su nombre y de sus logros, de sus crímenes y de todo lo que alguna vez amaron. Al final, cada uno de ellos se convierte en olvido.

CORONADO: EL REY CARMESÍWhere stories live. Discover now