La niebla se arremolinaba en las calles empedradas de Londres, envolviendo la ciudad en un abrazo gélido. Una época de maravillas y misterios que se entrelazaban en los rincones más oscuros de la metrópolis. En aquel Londres Steampunk, los engranaje...
Londres. Año 1800, una época de maravillas y misterios que se remolinaban en los rincones más oscuros de la metrópolis. En aquel Steampunk, los engranajes giraban con una precisión hipnótica, y la tecnología del metal y las tuercas se mezclaba con la atmósfera victoriana, creando un ambiente único y cautivador.
Dentro de la mansión de Lord Harrington, un importante político y empresario, el ambiente era tenso. Mientras el terror se adueñaba del ambiente, una voz distorsionada resonaba en el aire. La radio parlante sobre una nueva invención que fascinaba a las masas, transmitía las palabras del político desde la transmisión de la cadena nacional. Su tono enérgico hablaba de progreso, de cómo su innovadora tecnología podría salvar al país de la decadencia y la pobreza.
Las luces parpadeantes de gas iluminaban la escena macabra que se desarrollaba en el estudio privado. Allí, junto a a un escritorio de madera, yacía un cadáver inerte. La sangre manchaba el alfombrado junto a trozos de carne humana, mientras la figura del fallecido se desvanecía en la penumbra. La sombra fugaz de una silueta, se deslizaba sigilosamente hacia la puerta, desapareciendo en la oscuridad de la noche y el sonido de la lluvia.
La ironía del contraste no podía ser más evidente: mientras el político prometía un futuro brillante, la muerte se apoderaba de la mansión.
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