13: "Hogar"

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Narrador: Craig

Después de una larga y agotadora jornada escolar, regresé a casa con un nudo en el estómago

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Después de una larga y agotadora jornada escolar, regresé a casa con un nudo en el estómago. No había nada que temiera más que entrar por esa puerta y enfrentar la tormenta que a menudo se desataba entre mis padres. Nuestra familia siempre había sido disfuncional, y las discusiones constantes, los gritos y los reproches eran la banda sonora de mi vida cotidiana.

Al abrir la puerta de entrada, el caos que me recibió fue tan predecible como desgarrador. Los gritos de mis padres se filtraban por la casa, palabras hirientes que se lanzaban con la misma ferocidad de siempre. Mis pasos resonaron en el suelo de madera mientras avanzaba hacia la cocina, donde se libraba la última batalla en esta guerra sin fin.

Mi madre, una mujer agotada y con ojeras profundas, estaba parada frente al fregadero, los brazos cruzados en un intento de protegerse de los ataques verbales de mi padre. Él, con la mandíbula tensa y los ojos inyectados en furia, arrojaba acusaciones como balas disparadas al azar.

Me quedé allí, en el umbral de la cocina, sintiendo una mezcla de rabia impotente y tristeza abrumadora. ¿Por qué tenían que hacer esto día tras día? ¡¿Por qué no podían simplemente dejar de lastimarse mutuamente?!

—¡Callense de una puta vez!—grité, aunque sabía que mis palabras caerían en oídos sordos. Mi madre me miró con desesperación, mientras mi padre se volvía hacia mí, sus ojos ardiendo de ira.

—¡¿Y tú qué demonios quieres, maldito mocoso?! —rugió.

—¡Quiero que dejen de estar jodiendo con sus malditas peleas! —exclamé, con lágrimas amenazando con escapar de mis ojos. Mi voz temblaba, pero no permitiría que me viera llorar.

La pelea continuó durante lo que pareció una eternidad, pero finalmente, como siempre, mi madre tomó su abrigo y salió de la casa con lágrimas en los ojos. Mi padre, después de un último rugido, se retiró a su cuarto, dejándome solo en medio del caos.

Subí las escaleras y me encerré en mi habitación. Era un refugio temporal, el único lugar donde podía encontrar algo de paz en medio de la tormenta. Me dejé caer en mi cama, exhausto y con el corazón roto.

Mientras cerraba los ojos, una figura familiar cruzó mi mente. Tweek. Pensar en él era como una bocanada de aire fresco en medio de este ambiente tóxico. Su sonrisa cálida y su risa contagiosa eran un recordatorio de que en algún lugar del mundo, existía la amistad y el apoyo.

Mi teléfono vibró en mi bolsillo, sacándome de mi ensimismamiento. Al ver el mensaje de Tweek, una oleada de preocupación y ansiedad se apoderó de mí.

"Craig, ¿estás ocupado ahora?"

Mis dedos se movieron rápidamente mientras respondía:

"No, Tweek, ¿qué sucede?"

"¿Podrías venir al hospital por un rato? Me gustaría verte"

La solicitud de Tweek me tomó por sorpresa, pero no dudé en responder de inmediato:

"Claro, estaré allí en poco tiempo"

Abandoné la casa de mi abuela a toda prisa y me dirigí al hospital, mi mente llena de preguntas. ¿Por qué Tweek quería verme de repente? ¿Estaba bien? Mis pensamientos se agitaron mientras manejaba hacia el hospital, imaginando escenarios preocupantes.

Cuando llegué a la habitación de Tweek, lo encontré sentado en la cama, mirando hacia abajo con expresión sombría. Se veía agotado y abrumado por algo, y una oleada de empatía me inundó.

—Tweek, ¿qué sucede? —pregunté con preocupación mientras me acercaba a él.

Alzó la mirada hacia mí, y sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza y alivio al verme. —Craig, gracias por venir.

Me senté a su lado y le ofrecí una sonrisa amigable. —Por supuesto, Tweek. Siempre estaré aquí para ti. ¿Qué está pasando?

Tweek titubeó por un momento antes de hablar. —Es solo que... últimamente me he sentido abrumado por todo esto. La anemia, estar en el hospital, todo. No sabía a quién más acudir.

Sus palabras me conmovieron profundamente. Sabía que Tweek estaba pasando por momentos difíciles, pero no había hablado abiertamente sobre sus sentimientos hasta ahora. Quería ser un buen amigo para él, así que escuché con atención mientras compartía sus preocupaciones y miedos.

Pasamos horas conversando, y mientras Tweek hablaba, pude ver el peso que llevaba en sus hombros. No tenía todas las respuestas, pero estaba decidido a estar allí para él en este momento crucial de su vida.

Finalmente, cuando se acercaba el fin de la hora de la visita, me despedí de Tweek con la promesa de volver a verlo pronto. Salí del hospital con un nudo en el estómago, consciente de que mi amigo estaba luchando contra una batalla interna que yo no podía resolver por él. Pero al menos podía estar a su lado, ofreciéndole mi apoyo y amistad sincera.

 Pero al menos podía estar a su lado, ofreciéndole mi apoyo y amistad sincera

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