6. Ser una dama

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Esa noche Amara había dormido junto a Jon, en su lugar secreto. Ya habían dormidos juntos otras veces, pero está vez era diferente, las caricias y besos infantiles habían dado paso a la pasión desenfrenada. Durante la noche habían recorrido el cuerpo del otro una y otra vez hasta caer exhaustos. Al despuntar el alba, se despidieron entre besos. Amara debía volver a su habitación antes de que su doncella fuera a despertarla.

La joven dama llegó a su habitación y se quitó la capa que ocultaba su fino camisón blanco, se aseó un poco y se metió en la cama, aún notaba el olor del bastardo. Esa noche le había entregado su virtud a Jon Nieve, no se sentía avergonzada, todo lo contrario, estaba feliz. Amaba a Jon.

Estaba dormida cuando Donna entró en su dormitorio para despertarla. La doncella traía agua caliente para ella, tras asearse en condiciones, la ayudó a vestirse, esta vez eligió un vestido verde musgo, del color de sus ojos, y una hermosa capa del color de la tierra mojada, coronada por piel de zorro, roja como el fuego. Por supuesto cortesía de Lord Glover.

Ese día no habría entrenamiento, al menos no por la mañana, Amara debía acompañar a Sansa al pueblo, muchos comerciantes se habían reunido por la feria de ganado y la chica deseaba comprar hermosas telas y adornos.

- Esta lista señorita, ¿la acompaño al salón? - le dijo Donna tras terminar de peinar su melena hacia atras creando una pequeña corona con trenzas.

- No es necesario, iré primero a ver al maestre, necesito enviar cartas a mi familia, puedes retirarte Donna.

La doncella hizo una reverencia y se marchó. Acto seguido, Amara se encaminó hacia las dependencias del maestre, no tenía intención alguna de enviar nada a Bosquespeso, sus intenciones eran bien distintas.

- Buenos días, Maestre Luwin. - saludó la chica con una sonrisa al anciano.

- Buenos días Milady, déjeme decirle que su belleza el día de hoy resplandece como la nieve recién caída. - Luwin tocó con ternura su mejilla.- ¿Desea enviar una carta?

El anciano maestre llevaba toda una vida al servicio de la casa Stark, como joven maestre había instruido a los jóvenes Benjen y Lyanna Stark, también había sido él, el que había ayudado a traer al mundo a los cinco hijos legítimos de Ned Stark. Había sido tutor de todos los chicos, incluida Amará. Era un hombre desordenado y bondadoso, de confianza, y sabio, la joven Glover sabía que podía confiar en él.

- No maestre, deseo que me enseñéis a preparar té de la luna.

La chica fue directa, solía serlo cuando algo la ponía nerviosa, prefería soltarlo sin más, ir de frente. El anciano levantó las cejas sorprendido, y tomó las manos de la chica.

- Mi joven dama, ¿Acaso yo, debo de recordarle su posición?

- Recuerdo muy bien mi posición, mi buen maestre, por eso mismo le pido este favor, pues confío en usted y su discreción.

El maestre la miró por unos momentos, sus ojos verdes le suplicaban comprensión, cómo culparla, era joven, hermosa y temeraria. Luwin había visto a la niña crecer y convertirse en mujer. Atrás quedaron los años en los que Lord Stark le presentó a la pequeña Glover y la sugirió como futura esposa de Robb, le pareció buena idea. No podían estar más equivocados, con los años el viejo maestre había visto como la amistad y el amor crecía entre la joven Amara y el joven Jon. El anciano temía que aquello terminara en tragedia. Pero no sería él, el que negara la felicidad, aunque corta, a ambos, sobre todo, al pequeño que le recordaba tanto a su querida Lyanna.

-Te enseñaré a prepararla, pero no debes abusar del té y por favor, actúa con cabeza.

. . .

El pueblo estaba a rebosar, los olores se mezclaban en el aire, perfumes, especias, carne asada... Colores impropios del norte invadían las calles llenas de puestos.

Amara caminaba junto a Sansa, tras ellas iban Robb, Theon y Jon, Lord Stark había obligado a los muchachos a acompañarlas, además de sus doncellas. El pequeño grupo caminaba sin problema por las abarrotadas calles, la gente abría paso a la familia Stark e inclinaba la cabeza ante ellos, Sansa amaba la atención por encima de todo. Jon pasaba intentaba no llamr la atención, Robb saludaba cortésmente y Theon miraba a su alrededor aburrido, lanzando miradas obscenas de vez en cuando a las jóvenes que pasaban junto a él.

- Mira esta tela, ¿Qué te parece Amy? - Sansa se acercó a un puesto y le señaló una tela color rosa claro, con grandes rosas bordadas en dorado.

- Creo que es muy hermosa, pero sin duda, este es tu color, combina con tus ojos y resalta tu cabello rojo.

La joven Stark volvió su vista hacia la tela que su amiga señalaba, era de un azul grisáceo muy claro, como el cielo de Invernalia antes de que despunte la primavera. Las pequeñas flores que bordaban la tela eran plateadas y resaltaban de forma discreta el tejido.

- Me haré un vestido digno de una reina con esta tela - la joven Stark sonrió y llamó a prisa a su hermano para que pagara la tela mientras elegía algunas más.

Amara por su parte se entretuvo contemplando por su cuenta el puesto, admirando las finas sedas expuestas con bordados intrincados. Hasta que sintió una respiración pausada tras ella.

- Todas las sedas de Dorne no se pueden comparar con tu belleza.

Amara sonrió, pero no se volvió.

- Vaya parece que te has levantado romántico y hablador.

El bastardo sonrió detrás de ella.

- Digamos que desperté contento, aunque algo cansado.

Amara se dió la vuelta y se quedó frente a él.

- Deberías dormir más en las noches, pues.

Estaba a punto de responder cuando Arya llamó su atención.

- Jon, estoy harta de ver telas, vayamos donde el espadero.

Jon rió.

- ¿No deberías estar eligiendo telas para hacerte hermosos vestidos, joven dama? - le preguntó Jon cómicamente haciendo una reverencia, la niña respondió dándole un golpe en el estomago y sacándole la lengua.

- Bien, iré con Theon.

Jon se incorporó dolorido mientras Amara reía y buscó a Theon con la mirada, estaba intentando engatusar a una joven de cabello oscuro, le indicó que se acercara y obedeció a regañadientes y se marchó con Arya. Robb y Sansa se unieron a ellos.

- Amy, te he comprado algunas cosas.

- No era necesario.

- Claro que si, coseremos los nuevos vestidos juntas.

La mañana fue tranquila, el pequeño grupo paseaba y reía mientras Sansa gastaba todo el oro que le había dado su padre.

- Es tarde, busquemos a Theon y Arya, es hora de regresar. - ordenó Robb.

Theon y Arya no estaban lejos por lo que los encontraron enseguida y emprendieron el camino de regreso. Sansa caminaba del brazo de Robb, Jon deseaba ofrecer su brazo a Amara pero no podía hacerlo por ser él un bastardo y ella una dama. El joven le dió un codazo a Theon para que la ayudara pues el camino estaba algo embarrado, ella lo aceptó por cortesía.

El Greyjoy se portaba bastante bien con ella desde el incidente del día anterior en el entrenamiento. Además de que el bastardo le dejó claro en la armería que si se sobrepasaba con ella, lo partiría por la mitad con su espada. Theon estaba seguro de que lo haría. Jon era muy protector con su familia.

El príncipe del invierno - Jon NieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora