32. La dama pelirroja.

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Jon se había quitado la ropa de la guardia, ahora vestia un jubon marrón parecido a los que llevaba su padre, y el pelo recogido hacia atrás. Amara le ayudaba a recoger sus cosas cuando Ed llegó.

- ¿A donde irás?

- Iremos al sur. - Intervino Amara.

- ¿Y que harás allí? - Ed parecía enfadado.

- ¿Calentarme? - Jon sonrió.

A Ed no pareció hacerle gracia y Jon siguió guardando sus cosas. Ed se acercó a Jon y dejó a Garra sobre la mesa.

- Estuve contigo en Casa Austera. Vimos lo que hay allí y que se aproxima. ¿Cómo nos abandonas ahora?

Jon se giró y miró a Amara, ella se acercó y cogió lo que Jon estaba haciendo para terminar de preparalo, le caía bien Ed, pero no es ese momento.

- Hice cuanto pude y lo sabes.

- ¡Juraste los votos!

- ¡Y consagré mi vida a la guardia de la noche! ¡Di mi vida! - los ojos de Jon volvían a brillar peligrosos.

- ¡Durante las noches que estén por venir!

- ¡Me mataron, Ed! ¡Mis propios hermanos! ¡¿Quieres que me quede después de eso?! ¡Nunca quise esto, me trajeron aquí contra mi voluntad y aún así cumplí con mi deber! ¡¿Y para qué?!

Ed miró hacia otro lado. No pudo soportar la intensidad de la mirada de Jon, todo él clamaba violencia y fuego.
Se escucharon voces afuera. Amara salió a ver que pasaba y tanto Jon, más calmado, como Ed la siguieron.

- ¡Abrid las puertas! - Se escuchó.

Las puertas se abrieron a tres jinetes. A la cabeza una enorme mujer rubia con armadura. A su izquierda un joven de pelo oscuro y a su derecha, una chica de pelirroja con los ojos azules como el cielo.

- ¿Sansa? ¡Sansa!

Amara corrió hacia ella, que bajó del caballo y la abrazó sin pensar siquiera porque estaba allí. Tras ella, venía Jon. Sansa se lanzó a sus brazos y lloró. Al cabo de unos momentos se separaron y Amara se acercó a ella.

- Vamos dentro, entrarás en calor. - la joven la cogió del brazo y la guió al interior seguida de Jon.

Los niños llegaron corriendo junto a Fantasma, y miraron extrañados a los recien llegados, Brienne les llamó especialmente la atención. Sansa los vió aparecer, pero no dijo nada, solo siguió su camino junto a Amara, demasiado cansada para nada más.

...

Amara ofreció un poco de sopa caliente a Sansa mientras se calentaba junto al fuego.

- Buena sopa. - sonrió la pelirroja.

Jon rió.

- Gracias, lo cierto es que es gracias a Didi, la comida es mejor desde que echa una mano.

- ¿Recordáis la empanada de riñón que hacía la vieja tata? - preguntó la pelirroja.

- Con guisantes y cebolla. - Amara recordó y los tres sonrieron.

- No debimos dejar Invernalia. - añadió Jon con melancolía.

- ¿No deseáis volver al día que los fuimos? Me dan ganas de gritarme, ¡No te vayas idiota!

- ¿Como podíamos saberlo? Y tampoco es que nosotros tuviéramos opcion.- respondió Amara.

- Nunca supe que pasó, pero puedo imaginarlo. - Sansa sonrió triste a Amara, luego miró a Jon - He estado pensando mucho tiempo en lo mal que te traté. Ojalá pudiera cambiarlo todo.

El príncipe del invierno - Jon NieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora