38. Fantasmas del pasado

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La joven no pasó por alto las palabras de sus hijos y fue a buscar respuestas. Tampoco sabía en qué momento sus hijos habían quedado a solas con ella y eso le inquietaba. Amara encontró a la sacerdotisa roja mirando las llamas. Melissandre la vió y se levantó del suelo.

— Lady Amara. ¿A que debo su visita?

El tiempo apremiaba y Amara no era una mujer conocida por andarse con rodeos.

— Le hablasteis a mis hijos del príncipe prometido. ¿Qué es? ¿Es una profecía?

La sacerdotisa sonrió.

— "Nacerá entre sal y humo y empuñará la espada de fuego Dueña de Luz para terminar con la oscuridad." Esa es una de las versiones de la profecía.

Amara la miraba extrañaba, nacerá entre sal y humo. De pronto, recordó las antorchas humeantes que rodeaban a Jon aquel día cuando yacía sobre la nieve, y la sal de sus propias lágrimas.

— ¿Cual es la otra versión? - preguntó con tiento.

La sacerdotisa le volvió a sonreír de forma extraña.

— "De mi sangre nacerá el príncipe que fue prometido y suya será la canción de hielo y fuego".

— Hielo y fuego... ¿Sangre... ? ¿La sangre de quién?

— De Aegon el Conquistador, mi señora. Aegon soñó con la profecía y se convenció de que el príncipe vendría de su sangre. - Melissandre miró las llamas y luego a Amara de nuevo.- Vinisteis aquí en busca de repuestas milady, pero vos misma tenéis secretos.

Amara la analizó, ¿sabía de los dragones, de la magia cambispieles de sus hijos? La sacerdotisa volvió a hablar.

— Buscáis respuestas, pero solo un hombre en este campamento sabe la verdad. Deberías apresurados, pues marcha a la guerra.

La chica la miró confundida. ¿Como sabía aquello? Tampoco importababen ese momento, se dió la vuelta y salió sin decir nada más. Mil pensamientos se cruzaban en su mente. Príncipes, dragones, magia, caminantes, profecías... Hacia años que debería haberlo hecho y si no lo hacía en ese momento, quizás, al día siguiente, ya nada importara. Debía conocer la verdad.

***

Howland Reed se encontraba dando las últimas órdenes a sus soldados cuando Amara lo abordó.

— Lady Amara, ¿Está bien? Parece agitada.

Sin duda era un buen hombre, un hombre que conocía el secreto que había trazado el curso de toda su vida. Fuera el que fuera ese secreto.

— Lord Reed, necesito hablar con usted.

El hombre la miró extañado, estaban a punto de partir a la batalla.

— Es importante.

Reed asintió y la hizo pasar a su tienda. Amara estaba nerviosa, retorcía sus manos sin parar. Ese hombre había guardado durante más de veinte años un secreto. No había salido de sus tierras desde el final de la Rebelión y solo lo hizo para acudir al llamado de Jon. Eso tenía que significar algo.

— Lord Reed. ¿Cuál es la procedencia de Jon?

Siempre directa, dejó al viejo Reed sin palabras.

— Yo... No sé porque debería saberlo. - agachó la cabeza.

Amara lo hizo mirarla a los ojos.

— Vos estuvisteis en todo momento con Eddard Stark en la guerra, lo acompañasteis al rescate de su hermana. Vos estabais ahí cuando vuestro señor llevó al niño a casa. Os lo suplico, no guardéis más el secreto.

— ¿Por qué debería ser importante ahora? - preguntó Reed.

— ¿Entonces lo fue en algún momento? Lord Stark no quiso legitimar a Jon, ni siquiera para que pudiéramos casarnos, ocultó su secreto hasta su muerte. ¿Por qué? ¿Por qué era tan importante como para sacrificar su felicidad y la mía? ¿Para mandarlo al frío Muro a pesar de su valía?

Reed se derrumbó, una lágrima corrió por su mejilla al recordar a su amiga Lyanna.

— Para proteger al chico.

— ¿Protegerlo de quién?

— De Robert.

Amara estaba mas confundida que nunca. ¿Por qué habría de ser peligroso el rey Robert para Jon? Ella había visto con sus ojos como el rey felicitaba a Jon por su habilidad con la espada. Howland Reed habló de nuevo.

— Ella nos hizo prometerlo, que protegeríamos al niño. - para ese momento Howland Reed solo hablaba perdido en sus pensamientos y sus dolorosos recuerdos. - Aquella joven increíble, ella me acogió en su casa y me defendió. Y nosotros, ¿que hicimos? Creímos las mentiras de Robert. ¿Cómo pudimos creerlo? ¿Cómo pudimos creer que la había secuestrado? Lyanna habría cortado la garganta de cualquiera que le hubiera puesto la mano encima sin su consentimiento.

Amara abrió los ojos de par en par, todas las piezas empezaron a encajar en su cabeza como un intrincado puzzle. Conocía la historia. Robert había iniciado la Rebelión para rescatar a su prometida, Lyanna Stark, que había sido raptada por el príncipe Rhaegar Targaryen.

— Para cuando nos dimos cuenta era tarde. - se lamentaba Lord Reed - Rhaegar había caído en el Tridente, y Lyanna... Las parteras no pudieron hacer nada por salvarla... Lo llamó Baelor. - rió amargamente - Curioso nombre para un niño criado en el Norte.

— Jon... ¿Es un bastardo Targaryen? - fue lo único que logró articular Amara.

Howland Reed negó.

— Eso es lo peor de esta historia.

***

Amara se aseguró de poner a salvo a los mellizos antes de partir con Sansa. La cabeza aún le daba vueltas por lo que Howland Reed le había rebelado. Sin embargo, todo cobraba sentido ahora. Y aunque sentía alivio por conocer la verdad, se sentía furiosa. Jon fue despreciado toda su vida, cuando en realidad era el heredero al trono de hierro.

— Llegas tarde. ¿Dónde estabas?

Sansa ya estaba en lo alto de la colina, su caballo permanecía tranquilo. Amara por su parte, podía sentir la tensión de Duncan.

— Asegurándome de que los niños estén a salvo.

No se lo contaría ahora, de poco serviría, puede que ninguno de ellos viera el próximo amanecer.

El príncipe del invierno - Jon NieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora