Capítulo 15

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Estaba indeciso por ir a visitar a Summer, hoy es nuestro octavo día de terapia de historias No-Interesantes. Las vistas que ahora tengo no es que sean muy agradables, que digamos... Estoy en la terraza de mi casa (un Noveno, por si os interesa) y da al campo. ¿A quién no le gustaría tener esas vistas tan fotográficas? A mí. Yo no quiero ver esto cada día. ¡Qué pena! Bueno y eso... que en Twitter no hay nada interesante. Mi madre me mira por la ventana; sí, lo sé, es incómodo. Pero ella así se queda tranquila. Y a mí me saca de mis casillas. Apago el móvil y me levanto para dirigirme a mi cuarto donde por parte de mi madre, tendré más privacidad. Tampoco hay que hacer mucho en mi vida... Yo, no hago nada... Así que hoy sería otro de esos mismos días.

Andando por el pasillo me para mi madre...


-Me llamaron del hospital.


-Me alegro.


-No me hables así, que soy tu madre.


-Que sí. Que ayer ya me echaste la bronca. ¿Me dejas? -dije esperando para abrir o no la puerta de mi habitación.


-¿Por qué si te encontrabas mal no viniste a casa más temprano?


-Me perdí.


-No me mientas.


-No quería estar en casa.


-¿Y por qué no te quedaste en la terapia?


-Porque no importa. Y no me ayudan.


-Pues que yo sepa vas antes de tiempo...


-Es para perderte de vista. -dije a la defensiva.


-MATTHEW, NO ME HABLES ASÍ.


-Es que no te quiero ver mamá.


Levantó la mano y en respuesta me metí en la habitación cerrando la puerta.


-ABRE LA PUERTA. TE LA HAS GANADO. ABRE.


Sin responder, hacía fuerza contra la puerta para que mi madre no entrase.


-ABRE NIÑO CONSENTIDO. TE HEMOS DADO TODO Y TÚ NOS LO PAGAS ASÍ. PERO QUIÉN TE CREES QUE ERES EN ESTE MUNDO. NO VALES. FUISTE UN MALDITO ERROR EN EL BAÑO DE UNA DISCOTECA. ME HE SACRIFICADO POR TI Y TÚ, NIÑATO, TE VAS HA ARREPENTIR DE LO QUE HACES. Abre la puerta.


'No soy nada, solo un error' pensé mientras me apartaba de la puerta y corría para meterme debajo de la cama.


-Sal de ahí, Matthew... Sal de debajo de la cama.


-No me da la gana.


Y ahí sentí como era un animal en una jaula. Sentí que no tenía escapatoria. Mi madre me cogió de una pierna, yo estaba agarrado a la pata derecha de mi cama, intentando que no me sacara. Empezó a darme con la mano en el culo y en la espalda. Consiguió que mi cuerpo se acurrucara en sí mismo y soltara aquel soporte. Comenzó a darme patadas y bofetadas. Yo gritaba que parara, que me dejara. Pero ella seguía dándome, gritando palabras sin mentiras de su boca. Me odiaba. No me quería allí. Me dio un golpe en la nariz, lo suficientemente fuerte para que me empezara a sangrar. Sacó su cinturón del pantalón vaquero y me golpeó.


-¡PARA POR FAVOR!


-APRENDE DE UNA PUTA VEZ, MATTHEW.


Una. Dos. Tres... Y pierdo la cuenta. Mi cuerpo palpitaba debido al dolor. Un latigazo más en la espalda. En el hombro. En el cuello. En la pierna. En el brazo. Pero siempre uno más. Aún no se me habían quitado los hematomas de ayer... que fueron menos que estos porque mi padre... paró los golpes. Ahora él, no estaba para ayudarme. Intenté parar la hemorragia de la nariz. Pero era imposible al retorcerme del dolor, aquello era imparable. Volví a agarrarme algo para protegerme, alzaba la mano para intentar llegar a la almohada. Daba patadas y me impulsaba lejos de ella. Pero seguía ahí. No se iba. Las llaves de casa sonaron el cerradura. Mi padre había llegado.


-PAPÁ. PAPÁ AYUDA.


Mi madre paró y se puso de nuevo el cinturón. Salió de la habitación para dirigirse a la suya. Mi padre me ayudó a levantarme.


-¿Estás bien?


-Sí. Gracias papá.


-Oh hijo... -me abrazó y me ordenó ir al hospital. - No le cuentes en porqué... si te lo preguntan di que ha sido una pelea en la calle.


Asentí, cogí mi bici y me puse en camino al hospital. En ningún lugar estaba seguro. No me había visto en el espejo. Pero me dolía todo. Era incapaz de moverme. No tenía fuerzas. Me sequé una lágrima y continué con mi camino. Agaché la cabeza para ver mis brazos rojos y con algunos cortes leves que hacía que mi sangre saliera hacia el exterior. Aparqué la bicicleta, entré por la puerta principal y me caí al suelo. Dos, cuatro, seis médicos me ayudaron a subirme a una camilla donde pude cerrar los ojos sin miedo. Sentí como manos con guantes me tocaban las heridas, como gritaban 'Una sala para el chico', como seguían diciendo 'Son graves las hemorragias... es posible que tenga internas.' Eso no era verdad. Muchas veces, mi madre, hacía lo mismo y me tenía que curar yo, mis heridas. Esto no sería algo más de lo mismo. Intentaba abrir los ojos pero me era imposible.


-Aguanta, chico... solo será un rato de dolor.


Íbamos de camino a Quirófano. ¿Tan grave ha sido? ¿O me estoy equivocando de lugar? Tal vez ponga UCI. Sí, es lo más probable. Pero a estas alturas no puedo distinguir bien lo que veo. Es todo un borrón de colores. Mis pulmones estaban atascados y apenas podían respirar. Me faltaba el aire. Necesitaba aire. Otros días no he necesitaba nada más que a mí mismo. ¿Por qué hoy necesito otro tipo de tratamiento? ¿Es porque me ha dado golpes con el cinturón? ¿Eso es lo que ha cambiado? ¿Que por darme con el cinturón en vez de con la mano, necesito ayuda médica? No llego hasta tal punto. No doy a basto. ¿Tan lejos estaba la sala para que tarden tanto en llegar? Y en este momento la camilla se para. Oigo las puertas de cristal automáticas cerrarse y a una voz que reconocería siempre.


-¿Matthew?



Ven, consuelame.Where stories live. Discover now