Capítulo 2

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Mientras bajaban las escaleras, Christine podía escuchar las risas de los piratas sabiendo lo que iba a hacer el capitán en las próximas horas y eso la horrorizó, forcejeando intentó soltarse, pero él la sujetó más fuerte y la sentó de un empujón en su camastro.

- Desnúdate - le dijo con la voz seria

- No - Christine estaba hecha una furia, si la pensaba violar no se lo iba a poner fácil. Cogió una daga del escritorio y se encaró a él - No me vas a poner un dedo encima - dijo remarcando cada una de las palabras.

El capitán se quedó estupefacto ante el arranque de ira de la mujer y eso lo divirtió. Las carcajadas salieron de él mientras ella lo miraba de forma asesina. Si las miradas matasen, en ese momento habría un pirata menos surcando los mares.

- Suelta el arma, no voy a tocarte

Christine ante sus palabras tendría que estar eufórica en cambio se sentía decepcionada, pero ¿qué le pasaba? Era un sucio y feo pirata, bueno sucio no era y esos ojos azules y ese pelo rubio, sí, había que admitir que feo no era, aunque eso no lo dijera en voz alta. ¿No la deseaba? Claro que deseaba algo de ella, su dinero. Bajó el arma y se sentó.

- ¿Qué vas a hacer conmigo?

- A estas horas ya deben saber la noticia del asalto a tu barco, preciosa. No dudo que vendrán a por ti así que ganaré dinero por tu rescate, ya que tu dote está en el fondo del mar - Entrecerró los ojos cuando dijo las últimas palabras - Mientras tanto me servirás.

- ¿Cómo que te serviré? ¿Cómo un grumete? Capitán, soy una dama

- ¿Una dama? - se mofó de ella - Te has abierto de piernas a tu capitán. Tal vez yo deba probar lo mismo - se acercó a ella muy despacio. A cada paso notaba su cuerpo musculoso más grande en comparación al suyo, la estaba acorralando, se sentía indefensa como un tierno corderito ante el lobo y este lobo estaba muy cerca. Podía sentir su aliento en la mejilla, iba a besarla, pero cambió de opinión y se dirigió hacia su oreja - Lástima que no me gusten las sobras.

Ni siquiera la miró cuando se marchó dando un portazo y dejándola encerrada. Christine hervía de indignación, le había llamado puta en su cara y se había quedado tan pancho. Intentó salir a hablar con él y lo hubiera hecho si no estuviera atrancada desde fuera. Lo maldijo, con todos los insultos que sabía, todo un vocabulario de marinero, pero qué iba a hacer, estaba entre ellos ¿no?

Decidió esperarlo despierta, quería aclarar la situación y decirle que ella sí era toda una dama, no como él. Bruto, eso era lo que era, un bruto. Dio vueltas en el pequeño camarote, era austero y a su vez muy elegante, las paredes estaban pintadas de un color azul muy suave como si quisiera transmitir la calma del mar dentro de la pequeña habitación, había un camastro, un escritorio lleno de mapas, rutas y un astrolabio antiguo, parecía que allí es donde se realizaba la mayor parte del trabajo del capitán pirata. Estaba mirando la dirección que pretendía seguir cuando le sonaron las tripas, no había comido nada en todo el día y eso la estaba matando. Tampoco es que pudiera pedir algo, estaba encerrada en ese maldito barco. Iba a hablar muy seriamente con el capitán de los rizos dorados cuando volviera. ¿Cómo sería pasar los dedos por ese pelo enmarañado? Estaba segura de que se había dado un golpe en la cabeza, sino no podría tener los pensamientos que tenía sobre su carcelero. ¿El tacto de su pelo? Que le importaba a ella. Christine estaba peleando consigo misma cuando unos suaves golpes la sacaron de sus cavilaciones. Un menudo marinero entró.

- El capitán Every me manda traerle esto - le dejó una bandeja en el escritorio - ¿desea algo más?

- ¿Puedo tomar un baño?

El hombre la miró extrañado y confuso ante su petición. La higiene no es que primara mucho entre esos piratas como podía ver.

- Yo... - dudó - iré a preguntárselo al capitán.

Un mar revuelto (En Corrección)Where stories live. Discover now