CAPITULO IX

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"Los monstruos también lloran"

—Elbani había perdido el conocimiento, mientras Isaías la cargaba con delicadeza y por primera vez, en lo que parecía ser mucho tiempo, sintió dolor y un inmenso deseo de protección. La miraba con aquella expresión extraña, el cual; no entendía ¿por qué sentía eso?

Isaías observo a los hombres los cuales le había, hecho semejante atrocidad a Elbani, tenía muchísimas ganas de hacerles lo mismo. Dirigió la mirada a uno de los hombres y le dijo:

—¿Quién te dijo que podías hacer eso? ¡Sabes algo! Lo que le hiciste a esta niña no es nada, comparado con lo que yo te voy a hacer a ti, y a tus amigos. — Roy lo miro con enojo y desconcierto.

—¿Por qué proteges tanto a la familia 20 Isaías? No debiera de interesarte ella es una bastarda, ¡No será que te enamoraste de esta niña! ¿Es eso verdad?

—¡Cállate ROY! QUE SEA LA ÚLTIMA VEZ, QUE DICES ESA ESTUPIDEZ. Gritando.

—No es ninguna estupidez, ¡tú puedes ser el líder! el señor del hogar, pero ni siquiera has cumplido los 20 años, eres un niño que se la da de hombre.

Los ojos de Isaías se tornaron completamente negros y muy penetrantes, miro a Roy fijamente y le susurro, ¡estas perdido! — Cuélguenlos en el muro, no sin antes hacerles lo mismo que ellos les hicieron a esta niña. Ordenando a los señores del hogar.

Elbani abrió los ojos muy despacio, estaba mareada y confundida, le dolía todo el cuerpo. ¡Veo que ya despertaste! descuida estarás bien.

—Elbani muy confundida, le pregunta ¿Qué hago aquí Isaías? ¿Dónde estoy?

—Isaías acaricio su cabello y le respondió. —¡Estás en mi casa! ¿Aún te duele? preocupado.

—¡Suéltame! Estás completamente loco Isaías, no te la des de considerado conmigo, eres mil veces peor, que las ratas que me dejaron así, Elbani se levantó, pero le dolían los pies no sabía por qué le dolían tanto, así que dirigió su mirada asía sus piernas solo para poder ver que era lo que le causaba dolor, sus ojos se engrandecieron y las lágrimas comenzaron a caer por su mejilla, la tristeza enmarcaba su rostro, estaba muy pálida y de su boca salió un rotundo sonido de desesperación y tristeza, ¡NO! ¿Qué me hicieron? ¿Por Qué? Llorando pronuncio aquellas dolorosas palabras.

—Isaías la observo con seriedad. —Te curé en tus partes íntimas, te habían desgarrado, pero no pude hacer lo mismo con tus piernas, perdiste cuatro dedos, de una pierna, afortunadamente llegué a tiempo, antes de que terminaran de cortarte todos los dedos, porque luego te iban a sacar los ojos y después te empalarían y te pondrían en frente de tu casa, como venganza por lo que le paso a la familia 34.

Elbani en peso a caminar lentamente, la sangre corría sin detenerse, no tenía piedad con ella, se tambaleaba de un lado a otro tratando de ponerse estable. Isaías no dejaba de observarla, con aquella expresión que irradiaba desconcierto, sintió un ligero puntazo, en lo que parecía ser un pútrido corazón, lleno de huecos ataduras e innumerables cicatrices, no sabía si era culpa o el ver esta niña sin dar marcha atrás, sin perder la fe sin detenerse, sin decir, me rindo, como podría alguien tener tal resistencia, tal valor, era una cualidad rara, pero ella lo tenía no importara que hiciera, ella y su familia seguían resistiendo, ¿será eso lo que le molestaba? o era otra cosa que había enterrado hace mucho tiempo, por lo cual el es así, por ella. 

Tanta esperanza tal vez porque hubo un día, en el que él rebosaba de eso, los monstruos no nacen, se hacen. Eso depende de la perseverancia de las personas, de que sin importar tanto dolor perdida y enojo aún lo tienen y eso puede decidir no solo tu vida sino también tu muerte.

Ultima cena en familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora