Prólogo: I

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Prólogo: I.

La noche era oscura y soplaba un viento helado que parecía provenir desde el mismísimo monte Lanayru donde él había ido a esquiar hace años con su familia. Las blancas paredes de su pequeña habitación parecían estar hechas de hielo y su cama era lo único parecido a la brisa del desierto Gerudo durante el día. Su cama parecía ser más bien para el tamaño de un minish ya que sus pies a veces se salían de ésta y a veces soñaba con tener una almohada fabricada por ornis a cambio de la que tenía que parecía ser comida de goron que otra cosa.

Pero a Link ciertamente es que poco le importaba todas esas cosas.

Tenía la desgracia de que su madre hubiese muerto de cáncer de mama y que su padre, para poder permitirse el tratamiento de su hermosa mujer, se viese obligado a unirse al ejército y perder la vida en el frente. A consecuencia de estos sucesos que marcaron mucho al joven de tan sólo doce años, él y su hermana menor se vieron obligados a mudarse con su abuela a un pequeño pueblo. Sus abuelos no tenían muy buena economía puesto que su abuelo solo albergaba una tienda de antigüedades y su abuela se dedicó toda su vida a ser ama de casa. Haciendo que Link tuviese que vivir en una pequeña casa que parecía que pronto iba a venirse abajo.

Al no poder conciliar el sueño, el hyliano decidió bajar a la cocina a por un vaso de leche caliente. La cocina era de esas antiguas cocinas que funcionaban con gas, pero por lo demás estaba muy bien. Sacó el cartón de leche lon lon que se encontraba dentro de la nevera. Lo vertió en su taza verde favorita y luego la metió en el microondas.

Mientras la taza daba vueltas y se calentaba en el aparato, Link decidió mirar el cielo nocturno por la ventana de la cocina. Una estrella fugaz apareció y lo único que pudo desear fue el saber de todo lo que estaba viviendo. Al pensar en lo que había pedido, se echó a reír puesto que una estrella nunca le diría una cosa así. Al escuchar el pitido del microondas, sacó la taza de él y subió escaleras arriba hacia su habitación mientras pensaba en que ojalá todos sus problemas se desvaneciesen con pedírselo a las estrellas fugaces.

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La princesa Zelda no podía conciliar el sueño aquella noche de invierno. Últimamente tenía pesadillas que la consumían y hacían que despertase en una piscina de sudor, aunque curiosamente nunca recordaba de qué se trataban éstas.

Sin hacer mucho ruido, puesto que podía alertar a la guardia real, salió de su habitación y se encaminó a la biblioteca del palacio a buscar algún libro con el cual poder despejar su mente.

Abrió las enormes puertas de madera de roble y buscó algún libro viejo que la ayudase a dormir, pero grande fue su sorpresa encontrar en la mesa del lugar una vela y un libro abierto más o menos por la mitad.

La hyliana, confundida, se acercó cuidadosamente hacia la mesa y miró de reojo el libro asombrándose por su contenido.

Era un libro con tapa de cuero y sus hojas parecían ser de piel de cabra, con lo que antiguamente se fabricaban las hojas de los libros. Pero lo que más le sorprendió fue que su contenido estuviese escrito en hyliano antiguo, una lengua que ya poca gente conocía.

Se sentó en la silla y se dedicó a mirar de reojo las hojas, logrando reconocer alguna que otra palabra como "héroe", "princesa" y "espada".

¿Héroe, princesa y espada? Seguramente el libro se tratase del héroe de la antigüedad y el gran cataclismo de hace siglos.

Aburrida, cerró el libro y sopló la vela antes de bostezar y encaminarse hacia sus aposentos haciendo ningún ruido.

Sin sospechar de la persona que se escondía entre las sombras de la biblioteca real...

The Legend of Zelda: The Lost Legend (ZeLink)Where stories live. Discover now