#3 Reunión Familiar.

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-Qué?- No entendía aun nada -¿Por qué nos debemos ir? ¿Por qué debes hablar con mis padres? ¡Estas loco!

-¡Rebecca! Tranquilidad- Pidió Rafael -Se deben ir porque yo hablaré con tus padres, además debes recordar que aún eres menor de edad, a ti te podrían mandar a un reformatorio y a mí a la cárcel.

-Escucha- Tomé aire -Yo sé el riesgo que estoy tomando, yo hablaré con mis padres, yo sola me metí, yo sola me salgo, ¿Acaso es difícil de comprender?

-Eres demasiado testaruda- Dijo Rafael sobándose las sienes -Ya te dije, yo hablaré con tus padres y no se discute más.

-¿Ya sabías que te odio?- Fue lo último que mencioné, di media vuelta y me encaminé hacia el auto, bueno, en sí es una furgoneta a la que ellos le dicen bus pero a mi me gusta decirle auto.

Siempre intentando marcar la diferencia.

Ya estaba cansada de tantas complicaciones, era una maldita apuesta, pero los hombres siempre necesitaban tener el control de todas las situaciones en la cual sus traseros estén involucrados, era algo meramente estúpido, pero bueno, tampoco es que los hombres sean muy inteligentes que digamos o presumamos, solo eran seres con dos cabezas, suena sexista pero una buena parte de hombres que he tenido el placer (o dolor) de conocer, se han portado como unos cretinos, tómese como ejemplo claro a Rafael Hamilton.

Las lágrimas amenazaban con salir y ya se estaban presentando varios sollozos involuntarios, era raro que yo llorara, no era llanto de dolor, eran lágrimas y sollozos de coraje y quizá un poco de rabia, detestaba ser mandada y Rafael Hamilton lo estaba haciendo, estaba acabando con mis estribos de una manera muy estúpida o probablemente yo estaba haciendo un teatro de todo lo que sucede.

Mientras marcaba mi camino hacia el bus/auto/furgoneta, saqué mi celular para enviarle un mensaje a Aurora, comunicándole que traiga nuestras cosas y también a mi hermana, escuchaba una voz gruesa llamándome por mi nombre, preferí no prestarle atención pero claro está, me alcanzó aún cuando mi paso era acelerado.

Su mano se posó en mi hombro y su gruesa voz empezó a emitir sonidos que formaban palabras.

-Por favor no derrames lágrimas, en verdad, es estúpido que Rafael te haya arrastrado a todo este embrollo y que ahora te sientas vulnerable, evita que el te vea derramando lágrimas, se fuerte- Era la voz y los ánimos de Santiago, uno de los chicos del hogar. Jamás se había cruzado por mi mente tener o recibir el apoyo de alguno de los chicos del Hogar que Rafael administra, pensé que ellos me odiarían porque bueno, eso es lo que ellos han demostrado hasta ahora -Y por cierto, te ayudaré a que le ganes a Rafael, será muy divertido ver como una adolescente de 17 años le gana una apuesta.

¿Quien carajo le había dicho a el que yo tengo 17?

-Uhmm- Dije girandome y enfrentándome a unos ojos mieles muy hipnotizantes -De hecho tengo dieciséis, en tres meses estaré cumpliendo los diecisiete años, para ser exactos, en el mes de septiembre, soy más ilegal de lo que aparento.

-Es un placer tener ese pequeño conocimiento, yo cumpliré los veinticinco en el mes de octubre, ¿Estarás hasta octubre, verdad?

¿Se le puede llamar delito a su voz tan gruesa, a sus ojitos mieles y a su cabello rizado?

Si es un no, pues sí debería ser considerado un delito.

-Técnicamente estaré hasta finales de diciembre, casi inicios de enero, planeo vencer a Rafael- Le dije con una pose de decisión, no dejaría que ese troglodita de Rafael Hamilton acabe conmigo y con mi orgullo -¿Como es eso de que cumplirás veinticinco?

-En el bus te lo comento, ahora vamos- Dijo y empezó a caminar, yo iba tras él viendo su caminata, tenia una manera de caminar muy segura y sincronizada, su trasero iba a ritmo y era muy entretenido de ver.

Apostando mi virginidadWhere stories live. Discover now