epílogo

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- ¡Jeon Jungkook, es la cuarta vez que
te digo que no metas la mano en el
bowl de las galletas!

- Pero es que la masa es lo mejor.

El alfa hizo un exagerado puchero
y miró a Jimin intentando parecer
adorable.

- Eso no te va a funcionar. - Dijo
entre risas el omega.

- Cierto, el único adorable aquí eres
tú.

Jungkook tomó la cintura de su pareja
y tiró de él hasta estrecharlo contra
su cuerpo. Las mejillas de Jimin
estaban sonrojadas, como cada vez
que Jungkook le hacía un cumplido.
No importaba el tiempo que
pasara, Park Jimin seguía siendo
el mismo dulce omega que volvía
loco a cierto alfa cascarrabias.
Sonreían mientras se miraban a los
ojos con un amor tan profundo que
no podía expresarse con palabras.
Lentamente, Jungkook acortó la
distancia hasta rozar sus labios con
los de Jimin, siempre tan dulces
y apetecibles. El beso empezó
con calma, suavemente, los dos
disfrutaban del contacto, pero a
Jungkook nunca le había gustado
andarse con miramientos. Afianzó
su agarre en la cintura y profundizó
el beso, introduciendo su lengua
en la boca de un Jimin que estaba
apunto de explotar. Un gemido
escapó de los labios del menor y
Jungkook respondió gruñendo con
satisfacción. Lentamente llevó sus
grandes manos al culo de Jimin,
liberando su cintura, amasando y
disfrutando de aquella zona que
tanto le gustaba del cuerpo de su
pareja. ¿A quién iba a engañar?
Todo en Jimin le volvía loco.

- Jungkook…

- Dios, Jiminie. Te quiero tanto. -
Medio gruñó.

- ¡liiiugh! ¡Qué asco, qué asco!
¡Por favor, buscad un hotel!

Un niño de doce años entró a la
cocina, obligando a la pareja a
separarse. Jimin rió tímidamente
y Jungkook escondió el rostro en
el cuello del omega, intentando
tranquilizarse. Otra vez sería.

- ¡Oh, estás haciendo galletas! -
Exclamó Minhyuk emocionado.

Jimin asintió sonriente.

- Estaba a punto de llamarte
para que echaras las chispitas de
chocolate.

Jungkook sonrió, algunas cosas
nunca cambiaban. Aún no conseguía
explicarse cómo alguien de
veintitrés años podía ser tan
jodidamente adorable como lo era
Jimin.

-¡Ey, pero no metas la mano en la
masa!

- ¡Pero es que es lo mejor!

Jimin suspiró resignado.

- De verdad que no tenéis remedio
vosotros dos.

Intentaba parecer enfadado, pero la
suave sonrisa que asomaba de sus
labios le delataba.

Jungkook rió suavemente contra el
cuello del omega. Aquellos eran los
momentos que le hacían sentirse
pleno, junto al amor de su vida y su
pequeño cuñadito, en ocasiones
incluso con su entrañable suegra.
Hacía años que se había marchado
de aquella cárcel que llamaba
hogar y se había despedido de
aquella mujer cuyo certificado de
nacimiento aseguraba que era
su madre. Se había alquilado un
pequeño apartamento, aunque, a
decir verdad, pasaba más tiempo
en casa de los Park que en su piso.
Jimin cumplió su sueño de estudiar
repostería y había conseguido un
empleo en una coqueta dulcería de
barrio, muy cerca de su casa. Jungkook
estaba estudiando producción
musical, intentando abrirse un
hueco en la industria discográfica.
Todo era tan perfecto que parecía
un sueño.

Abrió los ojos y besó la marca que
le hizo a Jimin seis años atrás,
apenas una semana después de
empezar a salir con él. Aquella
marca que hacía su vínculo oficial,
la marca que los unía para siempre.

- ¿Cuánto van a tardar las galletas,
Minie?

- Depende de cuánto tardes en
recoger tu cuarto, señorito.

-¡Pero eso no es justo!

Jungkook se separó de Jimin y miró
a Minhyuk. El preadolescente era
la versión miniatura de su pareja,
todo cachetes adorables y labios
abultados que sobresalían más
cuando hacía pucheros, como en
aquel momento.

- La vida no es justa, chaval. Es
hora de que vayas aprendiéndolo. -
Bromeó Jungkook.

Minhyuk rodó los ojos y sonrió
antes de salir de la cocina rumbo
a su cuarto. Era un gran niño,
muy dulce y obediente. Había
presentado como beta a los nueve
años.

Jimin se separó de Jungkook y
continuó con el dulce.

Jungkook lo miró fascinado mientras
Jimin trabajaba concentrado, algo
de harina manchaba sus mejillas,
haciéndole ver jodidamente tierno.
Jungkook suspiró y sonrió, llamando
la atención de Jimin que le miró y
sonrió de vuelta.

-¿Qué pasa?

La sonrisa de Jungkook se ensanchó.

- Nada, simplemente...soy feliz.


intocable › kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora