05 - inseguridades (nahuel)

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El cordobés se cruzó de brazos, dándole la espalda al teñido mientras abultaba sus labios y fruncía el ceño con molestia. Las manos del entrerriano habían rodeado su cintura pero Nahuel lo empujó sutilmente para que no se acercara a él mientras lo miraba todavía enojado.

—¿Seguís molesto conmigo? —preguntó el entrerriano con una sonrisa un poco burlesca al ver el estado en el que estaba el chico. Le daba gracia cuando se ponía celoso.

—Sí, así que saca tus manos de mí —respondió con un tono cortante, deshaciendo su cruzada de brazos para poder agarrar las muñecas ajenas y sacarlas de su cintura.

La fuerte música de fondo provocó que tuviera que acercarse al cordobés para escuchar lo que decía.

—Dalee, solo fue una joda, no te enojés conmigo, bebé —agregó en un tono similar a uno caprichoso, removiéndose para poder abrazarlo.

Lisandro sabía el efecto que tenía en el cuerpo del chico cada vez que él o Cristian lo llamaban por un apodo cursi, así que normalmente se aprovechaba de eso, pero esa vez no pareció tener demasiado efecto porque Nahuel seguía mirándolo con cara de orto.

—¿Te parece una joda estar chamuyandote a otros cuando tenés novio?

A duras penas pudo escuchar su respuesta por el ambiente, poniendo como excusa que estaban en una fiesta para poder estar cerca suyo por la cantidad de personas que habían allí.

Después del amistoso contra Panamá y la reunión en el predio de Ezeiza para el homenaje de Lionel, les avisaron que iba a haber una fiesta para que todo el plantel celebrara y la pasara bien antes del próximo amistoso que tendrían.

Pero ahí estaba, lidiando con un Nahuel molesto porque le había guiñado el ojo a Lionel el día de ayer.

—Perdoname, mi vida. No quería molestarte —insistió, esta vez mucho más sincero y consciente de que no había sido buena idea hacer eso.

—No lo volvás a hacer —le pidió y ahora, Licha, en vez de molestia, vio un leve brillo de tristeza en sus ojos.

Se sintió un pelotudo porque en el fondo sabía que lo había lastimado, y lo peor de todo era saber por qué Nahuel se ponía de esa forma.

A veces, sus personalidades chocaban y no sabía cómo sobrellevarlo. Él era confiado, tal vez incluso demasiado. Y Nahuel era todo lo contrario, muchas veces necesitando que le recordaran lo lindo y capaz que era porque se olvidaba que él también valía.

Al entrerriano le dejó de importar que estuvieran rodeados de personas y solo abrazó a su novio, algo más calmado porque el cordobés le permitiera tocarlo y no lo separara.

—Vamos a afuera —comentó el gualeyo, separándose apenas para poder tomar la mano del chico y dirigirlos a ambos lejos del ruido y la gente gritando y bailando.

Nahuel se sintió peor porque por su culpa ahora se estaban yendo de la fiesta. No había querido arruinar el momento pero, por más que luchara contra ese pensamiento, sentía que siempre terminaba estropeando los buenos momentos.

Para cuando estuvieron fuera del edificio, la brisa fría lo hizo consciente de las lágrimas que había empezado a soltar en algún punto del camino hasta allí.

—Nahu —lo llamó su novio, preocupado por verlo llorando.

Su cuerpo tembló por el frío de madrugada y se abrazó a sí mismo con sus manos, intentando inútilmente darse calor. Lisandro, por su parte, rebuscó entre su ropa las llaves de su auto para que ambos se quedarán ahí que estaría más caliente.

Terminaron los dos sentados en la parte trasera del auto y el central no tardó en abrazar al otro chico con fuerza, acariciando los mechones de su pelo.

Recién en ese momento, Nahuel se permitió llorar y soltar todo lo que había estado guardando desde ayer, luchando contra sus propios pensamientos de que tal vez Lisandro no lo quería o nunca sería suficiente como para que el chico lo tratara así a él también.

—Perdón, Nahu —volvió a disculparse, teniendo ganas de pegarse a sí mismo por haber sido tan tonto y haber actuado de esa manera.

Nahuel le devolvió el abrazo, aunque tardó un poco en hacerlo porque sintió que tal vez no tenía derecho a sentirse así.

Siempre tenía el pensamiento en su cabeza de que era su culpa sentirse de esa forma y no podía estar reclamándole a su novio ni prohibiéndole estar con otras personas por una inseguridad suya, pero a veces solo quería que todo el mundo desapareciera para no tener que sentir que nunca sería lo suficientemente atractivo como otras personas como para que alguien quisiera estar con él.

Cada vez que entraba a las redes sociales, veía a muchas personas hablando de lo atractivos que eran sus compañeros de selección. Pero nunca hablaban de él, y dolía.

Dolía ver cómo todo el mundo era apreciado y él no.

Lisandro llevó ambos cuerpos hasta que estuvieron acostados en los asientos, acurrucados el uno con el otro mientras no había dejado de acariciar su cabello y su espalda para calmarlo.

—Siempre te lo digo y nunca me voy a cansar de repetírtelo —empezó a hablar, apoyando el brazo, con el que estaba acariciando los mechones de su pelo, en el asiento a un lado del rostro ajeno, para así poder sostener su cuerpo y poder mirarlo con comodidad—. Sos hermoso, Nahu. No sabés lo mucho que desearía que pudieras verte con los mismos ojos con los que yo te miro.

Sus labios se conectaron a la suave piel morena de la mejilla del chico, dejando varios besos y bajando hasta su cuello, mientras se acomodaba para quedar arrodillado entre las piernas del chico y poder sostener su cuerpo.

—Te quiero mucho, perdón por lastimarte —insistió, besando cada centímetro de piel que tenía a su alcance, notando que el menor se había calmado y ya no lloraba.

Nahuel lo miró con los ojos brillosos por haber estado llorando. Las manos del entrerriano terminaron en sus mejillas, secando los rastros de humedad en su piel para después besar sus labios.

—La belleza no es física, eso es para gente tarada que piensa que la apariencia física es todo —habló, mirándolo a los ojos.

El lateral se quedó hipnotizado viendo los orbes ajenos con la poca iluminación que había en la calle y le permitía ver.

Cada vez que Lisandro se ponía en modo filosófico, sentía que podía estar horas y horas escuchándolo.

—Y aunque a mí me parezcas atractivo, sos lindo más allá de cómo te ves, tenés una personalidad hermosa.

Nahuel estuvo a punto de decirle que no era cierto, que su forma de ser se basaba en no querer resaltar entre el resto por miedo y a la vez llorar porque no llamaba la atención, que era patético ser así; pero Lisandro lo calló con un beso corto en sus labios.

Beso que se repitió en sus labios, en sus mejillas y en su cuello a la vez que sus manos acariciaban su cintura.

No pudo evitar removerse por las acciones del chico que terminaron sacándole una pequeña carcajada al causarle cosquillas en su cuello. Lisandro solo siguió con su tarea con una sonrisa, feliz de escuchar la linda risa del cordobés.

—Pará, boludo —habló el menor, intentando separar a su novio con sus manos en sus hombros para que dejara de hacerle cosquillas.

—No voy a parar hasta que admitas que sos lindo —bromeó, enterrando su rostro en el cuello del chico porque le gustaba ese aroma casi imperceptible que emanaba su piel combinado con el perfume que se había puesto. Dejó su acción de lado y solo se quedó en esa posición, disfrutando de lo lindo que se sentía abrazar al embalseño.

Nahuel le correspondió el abrazo y se colgó a él como si fuera un koala, sin querer que se separara ni un centímetro de él—aunque tampoco Licha quería hacerlo—.

Se quedaron así por un rato, tal vez varios minutos donde los dos se permitieron relajarse sin importar que alguien pudiera preguntarse dónde estaban o si les había pasado algo.

En esos momentos, solo importaba lo mucho que Lisandro quería que Nahuel se sintiera bien consigo mismo, y lo mucho que Nahuel se sentía bien gracias a su novio.

Cortes de Carne [Licha Center]Where stories live. Discover now