Capitulo 1.

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Una parte de mí estaba feliz, pero por otra estaba que echaba humo.

Hoy iba a tener una cena con mi equipo de fútbol de cuando tenia unos 16 años.

Hacía trece años desde que no me hablaba con ninguna.

¡trece años!

Ninguna se debe de acordar de los nombres de las demás.

Bueno.

Excepto el de ella, Alexia Putellas.

Si, yo jugaba en el equipo de Alexia Putellas.

Un sueño para muchas, una pesadilla para mi.

Al principio no nos llevábamos ni bien ni mal, no había problemas entre las dos, hasta que un día ella empezó a ponerse mucho más las pilas y empezó a hacerme sombra en todo. Yo en un principio era la capitana y la mejor jugadora del equipo, años después ella me quitó mi puesto que había estado trabajando durante todos esos años. Un tiempo después, los jefes que llevaban el club, él Espanyol, nos llamaron para debutar en el primer equipo. Las dos estábamos muy felices, hasta nós abrazamos. ¡Nos abrazamos! Yo nunca abrazaba a gente que odiaba, pero en ese momento la felicidad era mayor que el odio hacia ella. Paso un tiempo y empezamos a entrenar con el primer equipo, todo iba genial. Iba, yo misma lo he dicho. Dos dias antes de debutar en el partido me lesioné mientras entrenábamos. No era una lesión pequeña tipo un esguince, no. Me había roto el ligamento cruzado anterior, la peor pesadilla de una futbolista. Me operaron con urgencia y a las pocas semanas ya podía andar sin muletas. El médico me había dejado claro que no podia hacer nada de deporte, o sino recaería en la lesión y si pasaba y era muy grave debería ir con muletas el resto de mi vida, solo se podría arreglarse con una operación bastante cara, que mi familia no podía permitirse pagar. Yo hice caso omiso al médico, ver como Alexia triunfaba y conseguía todos los logros que yo también podría estar consiguiendo hacía que me hirviera la sangre. Así que un día cogí uno de mis balones y fui corriendo al parque de adelante de las instalaciones de donde yo jugaba. Me puse a practicar durante horas y horas, cada vez la rodilla me dolía más, pero no le hacía caso a mi dolor, podía aguantar. Pasaron más horas y sentía que cada vez que chutaba la rodilla se me partiría en dos, y así fue, en una de las jugadas que estaba practicando noté como se me iba la rodilla y yo impactaba contra el suelo, soltando un gemido de dolor que por lo que parecía, se escuchó en las instalaciones ya que un cuarto de hora después de estar llorando y gritando de dolor, ella apareció en mi campo de vista, con una cara de preocupación.

—¡Dios, Lisa, que cojones hacías jugando, sabes perfectamente que no puedes!.—dijo asustada al ver mi rodilla, qué, literalmente, parecía que estuviera separada de mi cuerpo.

—¡Alexia vete de aquí, no te quiero ver!.—grité entre sollozos y gemidos de dolor.

—¿¡Estas loca!? ¡Como te voy a dejar aquí así, debo llamar a una ambulancia!.

—Alexia vete, joder, no quiero verte y tampoco que me veas así.—dije e intenté moverme, pero en lugar de que mi pierna se moviese solo logré soltar un grito por el dolor.—¡Joder!.

—¡Me da igual lo que pienses, Elisa, voy a llamar a la ambulancia, ya vuelvo rapidísimo!.—dijo alterada y luego salió corriendo.

Yo empecé a maldecir en voz alta.

En ese momento prefería morirme a que la persona que odiaba me ayudase. Después de que ella me hubiese visto en esa situación me iba a ver como la persona más débil e inservible del mundo. Es que ¿quien cojones sabiendo que no puede jugar se pone a jugar? Y todo porque me daba puta envidia.

Desde ese momento, que hizo que tuviera que dejar el fútbol y que tuviera que andar con muletas durante el resto de mi vida, ahora pienso mejor todos mis actos.

¿Donde se aprende a querer? - Alexia Putellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora