Capítulo 5: Cabaña.

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Cabaña.

Saskya Armand.

El hecho de que ahora mismo me encuentre en la cueva de un duende, donde hay diferentes metales y unas cuantas armas sobre las piedras, no me llena de confianza.

Dorian dice que es alguien de confianza, yo no sé qué tiene ese hombre para decidir en quién confiar, literalmente, es un duende que tiene su propia cueva entre las montañas de Relish, tiene a una ninfa como sirvienta y hace todo tipo de armas que en algunas ocasiones pueden ser muy mortales.

Dorian está loco.

Ese duende tiene una ninfa, es muy difícil hacer que una baje, solo me pregunto si la reina sabe de esto, y si lo hace, ¿por qué lo permite?

Observé como el duende ponía cinco dagas encima de la mesa de piedra, tuvo que subirse en un banco para poder alcanzar a vernos, él sonrió como si supiera lo que estoy pensando, tiene las orejas puntiagudas, su piel está arrugada y tiene los ojos completamente negros. Los duendes son muy malos. Siempre obtienen lo que desean y no de la mejor manera, asesina a cualquier criatura que quiera quitarle lo suyo, en cuanto obtienen algo, lo marcan como su propiedad, por eso no me sorprendí cuando ví la mordida que la ninfa tiene en uno de sus brazos.

Ya le pertenece, no podrá ser libre hasta que él muera.

—Tengo cinco opciones para ti —dijo con una sonrisa macabra—, las dagas que ves aquí, las fabriqué yo y luego fueron hechizadas por algunos brujos, son perfectas para lo que estás planeando.

Dorian miró las dagas en la mesa, luego me observó a mí.

—Elige una —dijo cruzándose de brazos—, están hechizadas para que hieran más, incluso, tienen la opción de guardar veneno dentro, haciendo que la víctima muera con más dolor.

—Quiero la que tiene el mango de color rojo —dije señalandola—, me gusta, se ve bien.

El duende soltó una carcajada, ni siquiera sé su nombre, pero su risa me helo la sangre, ellos se ríen de una forma poco bonita, pareciera que están planeando una masacre y solo se ríen de ello.

—Tu chica elige bien —murmuró haciendo aparecer la vaina para guardarla—, está daga tiene las propiedades del rubí, tiene fuerza y el veneno del dragón, es especial.

Me la entregó, solo con tocarla pude sentir su dolor.

—Bien, me la llevó —dijo Dorian mientras lo miraba.

—Son quinientas monedas de oro —murmuró el duende viéndolo.

—No te las daré —dijo Dorian—, tenemos un trato —agarró una de las dagas, es verde esmeralda—, sabes que no voy a acceder a darte ni un centavo, eres un duende de palabra.

Él frunció el ceño.

—Bien, ahora largo de mi cueva.

Nos fuimos al instante, lo que sea que Dorian haya hecho antes para que un duende le haga caso, debe ser muy importante para ambos, ya que accedió a dar las dagas sin miedo, solo lo hizo y ya, lo más raro de todo es eso.

Caminamos alrededor de unos veinte minutos, el silencio comenzaba a consumirme, esto de no hablar no es lo mío, es una de mis especialidades.

—¿Cómo hiciste para que un duende te diera las dagas sin nada a cambio? —Dorian sonrió, como si mi pregunta le diera orgullo.

—Solo lo hice caer en su propia trampa —dijo deteniéndose—, es una de las cosas más importantes que debes saber, si intentan manipularte, hazlo tú primero.

El legado de la Luna. Libro 2. (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora