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— Me recuerdas tanto a ella...
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★— Mi niña.
Habías quedado embarazada, König y tu estabais más felices que nunca, era una niña, una niña que según tu esposo, seria hermosa, tal y como su madre.
Ya tenia una habitación, con una cuna y una cama, era hermosa, llena de peluches y pintada de morado, con el nombre de la criatura puesto sobre un armario blanco con unas letras decorativas.
Nunca habías visto a König tan feliz, no se despegaba de ti ni un segundo, te hablaba en el trabajo mucho más seguido, etc. Si antes era un esposo ejemplar, en ese momento lo era el doble. Incluso habia planeado un vida; Vivir en Austria en una casa tranquila, criar a vuestra niña con los valores y educación por delante, irse de vez en cuando de vacaciones juntos, consentirla a más no poder y más.
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★— Lo sentimos.
El día del parto fue el más feliz de König; te llevo al hospital nada mas rompiste aguas y se quedo contigo hasta que los doctores le recomendaron salir.
Fuera de la sala, sin ti al lado, los nervios le mataban, pensamientos intrusivos negativos cruzaban su mente, los gritos de la habitación no ayudaban, las enfermeras corriendo de aquí a allá lo mareaban, tenia la vista borrosa, no se habia sentido así ni en los campos de batalla.
Todo cesó cuando los gritos se calmaron y se escucho un llanto proveniente de la habitación, alzo sus ojos, los cuales estaban llenos de lágrimas, frente a el estaba una enfermera, con su hija, se la extendio con una suave sonrisa que podia indicar que estaba todo bien.
— Es una hermosa niña... — Dijo la mujer colocando a la bebé en los brazos de su padre.
— Si...es como su madre...— Respondió König admirándola — Como esta " "? — Preguntó, inocentemente, la sonrisa de la enfermera desapareció y negó suavemente.
— Hicimos todo lo que pudimos... — En ese momento, el mundo de König se desmorono.
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★— Mi amada.
König sentía que no podía hacerlo solo, esa niña necesitaba una madre, alguien que estuviera con ella siempre, no un soldado que en cualquier momento podría morir. Esos pensamientos bombardearon a König durante meses, quien, había pedido ayuda a algunos amigos y familiares para que la cuidasen mientras no estaba.
Aunque König seguía en duelo por tu perdida, no permitía que eso afectara a la pequeña, todas las noches la contaba vuestras historias, como os conocisteis, anécdotas que recuerda con mucho cariño...todas las noches terminaba llorando.
Un dia, mientras mimaba a su pequeña en el sofá, escucho el suave sonido de las gotas de agua sobre la superficie del exterior, el olor a mojado que entraba por alguna ventana, sin querer, mal cerrada, hizo que tu imagen se le viniera a la cabeza, recordó cuando en los días de lluvia buscabas refugio en sus cálidos abrazos en aquel sofá.
Quizás no te habías ido, quizás siempre estarías ahí esos días nublados, con ellos, viendo a tu pequeña creces con el hombre que tanto amaste en vida.
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