Capítulo dieciocho

627 52 7
                                    

- Davide...

Las palabras se atascaron en mi garganta y sentí un nudo en mi estómago. Quería decirle a Davide lo mucho que significaba para mí, pero me costaba expresarlo. No era que no lo quisiera, todo lo contrario, lo amaba más de lo que él podía creer. Pero tenía miedo, miedo de ilusionarme, de abrir mi corazón y luego ser abandonada como había sucedido tantas veces antes.

Davide me miraba con atención, esperando a que me desahogara. Sus ojos eran cálidos y reconfortantes, y eso me daba un poco de valor.

- Tengo miedo - confesé finalmente, las lágrimas amenazando con salir - tengo miedo de que me hagas sentir bien y luego te alejes, como han hecho todos los demás.

Hubo un silencio incómodo mientras Davide asimilaba mis palabras. Luego, habló con suavidad.

- Mara, sabes que yo nunca haría eso, ¿verdad? Nunca haría algo para lastimarte.

Asentí, aunque todavía tenía mis dudas.

- Entiendo tu miedo, Mara - dijo Davide, acercándose y tomando mi rostro entre sus manos - pero todo sucede a su tiempo. No tienes que apresurarte.

Sus palabras eran reconfortantes, pero también me frustraban. Siempre me quedaba con la duda, con las ganas de decir esas palabras, de expresar lo que sentía por él.

Mi vida era como una montaña rusa, con altibajos constantes. Parecía que cada vez que algo bueno ocurría, algo venía y lo arruinaba.

- Pero siempre tengo esa duda, ese deseo de decirte lo que siento y no poder hacerlo - murmure.

Davide me sonrió y juntó nuestras frentes, creando un espacio seguro y lleno de amor entre nosotros.

- Todo a su tiempo, Mara - repitió - cuando sea el momento adecuado, encontrarás las palabras.

El susurro fue apenas audible, lo miré a los ojos.

- Yo también te quiero, Davide - le dije, sintiendo cómo las palabras finalmente salían de mi boca - nunca olvides eso.

Estalló una sonrisa en su rostro y supe que había tomado la decisión correcta. El me beso apasionadamente, sellando nuestro amor con cada movimiento de nuestros labios.

- ¡Le vas a comer toda la cara!

Me separé bruscamente de Davide y mi rostro se tornó sonrojado. La hermana de Davide estaba allí.

- Lo que tú tienes es envidia - musitó Davide

- También tengo novio, eh - dijo Sara - Bueno, en realidad no es mi novio, pero estamos en algo.

- ¿Quién es?

- Es el hijo del dueño de las cabañas.

- En algún momento deberías presentármelo - propuso Davide.

- No, porque luego se lo cuentas a todos.

- Perdón, chisme es chisme.

- Pero a ti sí te puedo presentar a mi novio - respondió Sara - Serás mi mano derecha.

- Por supuesto, cuenta conmigo - le aseguré.

Sin embargo, Davide intervino en tono serio.

- Oye, no. Somos un dúo, venimos juntos -  murmuró mientras entrelazaba nuestros dedos.

- En tus sueños, hermanito - bromeó Sara.

Davide notó que yo tenía la piel de gallina debido al frío y me sugirió ir adentro. Acepté su propuesta y, tomados de la mano, nos dirigimos adentro junto con Sara.

En busca de una nueva vida | sin mirar atrás Where stories live. Discover now