Marcado

Negociasion arriesgada

Sabo estaba sentado en el techo de la gran casa que sus padres poseían, había pasado toda la noche intentando salir de la ciudad, pero había sido en vano.
Contemplo el amanecer y luego decidió dar un paseo por las calles, la idea de un incendio planeado aún le parecía no más que una tonta mentira y aquel pensamiento se refutó cuando vio lo normal que actuaba la gente, si, era imposible que aquellas familias tendrían tal sonrisa si supieran de una masacre, todo parecía estar bien, pero aún así, algo lo mantenía inquieto. Se acercó a dos señores para poder aclarar sus dudas.
–Disculpe.
–¿Que quieres?
–¿Usted sabe algo del incendio en Terminal Gray?
–Ah, por supuesto que si, ¿qué pasa con eso?

Se paralizó por pequeños segundos y luego comenzó a correr, ignorando el desconcertó del noble con el cual habló.
Tuvo que parar y tomar aire, un perro se le acercó y comenzó a ladrar, volteó hacia el dueño, un señor mayor que tenia ropas caras.
–Oh, lo siento si mi mascota te molesto, pareces agitado ¿pasa algo?–pregunto.
–No, no se preocupe...oiga ¿usted sabe algo sobre el incendio en Terminal Gray?
–Si, lo se–respondió mientras acariciaba su larga barba.
–¿Y por que no parece estar preocupado? ¿Por que nadie trata de evitarlo?
–Parece que eres un niño muy preclaro, pero escucha con atención–su rostro se colocó serio, intimidando un poco al rubio–Debemos mantener este plan en secreto, ¿que crees que pasaría si alguien de afuera se entera? Nosotros somos especiales, si tu eres de una familia noble...

Sabo estaba atónito, salió corriendo soltando un grito espantado, en busca de salir de aquella demente ciudad, viendo a la gente sonreír y estar totalmente normales, todos ellos lo sabían, su padre lo sabía, las personas se quemarían y nadie hará nada.
Corría hacia la salida de la ciudad, cuando un gran viento lo detuvo, el día había estado con una fuerte brisa desde la mañana, escucho a los policías de la zona llamándolo, sus padres habían avisado a las autoridades.

No planeaba quedarse allí y corrió, en busca de escapar, de salir y decirle a sus hermanos que debían de irse de Terminal Gray antes de que anochezca, pero no lo logró y los hombres lo alcanzaron cuando chocó, tropezando con un noble.
–¡Luffy! ¡Ace! ¡Tienen que huir!–grito a la nada mientras lo sujetaban.

Ace y Luffy se habían ido a reunir con Bluejam y su tripulación a Terminal Gray.
–Entonces ¿solo querías que moviéramos cajas?–pregunto el pecoso, algo extrañado por lo fácil que había sido su tarea.
–Si, pero les tengo otra cosa con la que quiero que me ayuden para esta noche, luego les explicaré.

Los hermanos obedecieron y volvieron a donde los piratas cuando el sol se estaba escondiendo, ambos se sorprendieron bastaba cuando el capitán les reveló el plan de él y el reino.
–¿¡Quemar Terminal Gray!? ¿¡Por que harían algo como eso!?–grito el pecoso, desconcertado y enojado.
–¡Imbecil! ¡No alces la voz! ¡Nadie más se puede enterar de esto!
–¡Eso es más que peligroso! ¡Hay que avisarle a los demás! ¡Yo sabía que este idiota era malo! ¡No puedes hacer eso!–exclamó histérico el Monkey.
–¡Les dije que no gritan! ¡Oye, cállalo!–sus subordinados sujetaron a ambos niños, mientras el más pequeño no paraba de patalear y quejarse–No fui yo quien lo planeo–algo en la cabeza del Portgas hizo click sobre su trabajo de ayer–Las cajas que movieron eran aceite y cargas explosivas, nadie podrá escapar de un incendio como este, a pesar de ser unos mocosos muy valientes, ¿están asustados? Como sea, ahora que saben de esto...no puedo dejarlos ir, aún que me gustaría preguntarles algo antes de iniciar el fuego, oigan chicos...¿donde tienen escondido su tesoro?
–¡Jamás te diremos!–le indico más que determinado el de cicatrices.
–Bien...entonces tendremos que atarlos a alguna parte de este basural.
–¿¡Q-Que!? ¡No puedes hacer eso! ¡Moriríamos quemados!–hablo esta ves el hermano mayor, pero al ver la sonrisa del hombre, supo que no le interesaba–Maldición...¡deja a Luffy irse! ¡El no dirá nada!–el más pequeño lo volteó a ver sorprendido y confundido.
–No trates de hacerte el héroe–alegó Bluejam.
–Me importa una mierda ser el bueno, quema a todos estos putos vagabundos, ¡pero deja a mi hermano vivir!
–¿¡Que!? ¡No, no, no! ¡No te dejaré aquí!–vocifero el Monkey.
–Mm...podría pensarlo, pero ¿que recibiría a cambio?
–Lo que quieras, pero no nuestro tesoro–no le importaba si él se quedaba allí y moría, pero aquel fondo pirata le ayudaría a su hermano a cumplir su sueño y eso era en lo único que lograba pensar.
–He escuchado que los esclavos son buenos en la cama–el pequeño paro de chillar y quejarse al oír eso, miró a su hermano, sabiendo que este era quien hablaba por parte de él, esperando que lo mandara a la mierda.

El pecoso se quedó callado unos segundos, mordió su lengua y miró fijamente al pirata, para luego continuar.
–Está bien, pero primero sácalo de Terminal Gray.

Estaba consciente de lo que implicaba aceptar, suponía que sería una ves, claro que le daban arcadas de solo pensarlo, pero debía de salvarse, vivir a toda costa y cumplir su sueño.
–¡P-Pero Ace! ¡No! ¡No haré eso! ¡Prefiero morir contigo que sobrevivir con ellos!
–¡Pues yo no planeo permitir que fallezcas!
–¿¡Y si dejarás que vuelvan a hacerme eso!? ¡Dijiste que mientras tuviera a mis hermanos, jamás volvería a pasar por lo mismo! ¡Que tú y Sabo se encargarían de protegerme!
–¡Maldita sea imbecil! ¡Ya lo has echo antes gratis! ¡AHORA HAZLO POR TU PUTA VIDA!–increpó, ya cansado de discutir.
–Ya basta, lo sacare de aquí si él niño me dice que quiere hacerlo–indicó con una sonrisa arrogante en sus labios, el menor apretó los labios y bajo la cabeza.
–No–contestó en un tono firme, pero con una voz rota.

Ahora los dos estaban atados a un tronco en Terminal Gray, solo habían pasado pocos minutos, el fuego comenzó a cernirse y expandirse sobre todo a su al rededor, Luffy lloraba y Ace trataba de cortar las cuerdas con un vidrio roto que lastimaba sus manos.
Cuando el mayor por fin logró liberarlos, el fuego cubría todo, el humo y la gran luz hacia casi imposible ver, el aire quemaba y el ambiente aún más.
El pequeño seguía quejándose, cosa que solo ponía más nervioso a su hermano.
–¡Juro que si sigues así te dejaré aquí!–su mentira funcionó y el Monkey se calló, ahora debían de averiguar cómo salvarse.