-- DAY V: PLAYING WITH HAIR --

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He hecho un par de cambios necesarios en los días del Kinktober, cambiando un par de ships. Las modificaciones ya están en la introducción.

Sanji era reconocible por varias cosas, entre ellas su estilo de lucha tan inusual, su cocina, sus cejas con aquellos casi cómicos rizos, y el cigarrillo que casi siempre adornaba sus labios, ya fuera encendido o apagado

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Sanji era reconocible por varias cosas, entre ellas su estilo de lucha tan inusual, su cocina, sus cejas con aquellos casi cómicos rizos, y el cigarrillo que casi siempre adornaba sus labios, ya fuera encendido o apagado.

Pero había otra cosa, un pequeño detalle, que convertía al cocinero en alguien sumamente único: su pelo. Aquella delicada cascada de finas hebras doradas, con olor a vainilla y canela, y que tapaba uno de sus impresionantes ojos azules. Era una pequeña minucia que, en general, todos pasaban por alto.

Bueno, todos salvo Zoro.

No era ningún secreto para nadie que Zoro era un tipo observador, en la gran mayoría de las situaciones; los dos años de entrenamiento con Mihawk le habían brindado cierta capacidad para pararse, analizar y proceder en consecuencia, si bien a veces su paciencia se agotaba bastante rápido y hacía que actuara sin pensar.

Pero con su tripulación era distinto. A Zoro realmente le gustaba observarlos, incluso si ellos no se daban ni cuenta: la forma en que Luffy se balanceaba ligeramente subido en el mascarón de proa del Sunny, los pequeños saltitos en el aire que daba Chopper mientras observaba a Usopp crear uno de sus tantos inventos, como crujía levemente la tumbona donde Robin estaba recostada leyendo un libro, mientras escuchaba a Nami despotricar –seguramente sobre Luffy o sobre sí mismo–,...

Y luego estaba Sanji. El impredecible cocinero de sonrisa tan fácil como lo era provocar su temperamento, el hombre que le igualaba en fuerza –a pesar de que ambos presumían de lo contrario solo para molestar al otro–, la mano izquierda del futuro Rey de los Piratas,... y su maldita obsesión.

Si bien hacía dos años no le había prestado mucha atención, sobre todo cuando Sanji se unió a la banda, cuando se reencontraron tras los dos años de entrenamiento, Zoro empezó a fijarse en muchas cosas, incluso en los detalles más mínimos; por ejemplo, se dio cuenta de las leves pecas que adornaban la cara, el cuello y las manos de Sanji, del tic en sus dedos cada vez que cruzaba los brazos, de cómo pasaba la punta de su lengua para humedecerse los labios antes de probar la comida que preparaba o de cómo tragaba saliva más de la cuenta porque el tabaco le secaba la boca. Pero, sobre todo, Zoro se dio cuenta de su pelo, por raro que sonase algo así: como se movía con el viento, como su flequillo rozaba su labio superior de lo largo que lo tenía, como se podía ver el ojo azul brillando a través de las hebras finas si se prestaba suficiente atención o la forma en la que se ondulaba suavemente con la humedad o la lluvia.

Sí, a Zoro realmente le gustaba descubrir cada mínimo detalle que hacía del cocinero de su tripulación alguien sumamente único.

Como en ese momento. Zoro estaba disfrutando de una copita de sake mientras su único ojo bueno seguía cada movimiento y gesto de Sanji, mientras el cocinero rubio fregaba las pilas de platos sucios de la cena, con su camisa arremangada hasta los codos y el humo del cigarrillo, que colgaba entre sus labios, creando un halo gris sobre su cabeza. Zoro realmente disfrutaba de aquellos pequeños ratitos a solas con Sanji, mientras el habitual alboroto que siempre formaba en la cubierta del barco era ahogado por la puerta cerrada, y en la cocina solo reinaba el casi hipnótico sonido del correr del agua, además del ruido de la vajilla siendo enjabonada, remojada y colocada en el escurridor de platos.

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⏰ Last updated: Oct 17, 2023 ⏰

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