Atenea.
Lo miro mientras pienso en qué hacer con el.
Tantas cosas.
Se me ocurre algo que podría hacerlo gritar y me dirijo a donde guarde mis herramientas para pintar.
Me encanta el arte.
Vaya arte.
Rebusco en la bolsa y encuentro clavos, para utilizar esto tendría que divertirme un poco antes.
Atenea: Sabes, siempre me pareció curiosa la forma en que a los pecadores los castigaban con azotes pero a las sumisas también, con la diferencia de que a estas últimas lo hacen buscando placer en el dolor— le digo acercándome con un látigo con pequeñas púas, quiero empezar suave— siempre quise un sumiso y tú eres un buen candidato, claro, sin nada sexual de por medio pero igual de excitante... para mí.
Me mira como si estuviera loca, puede que lo esté.
Raúl: Estás loca, déjame ir.
Este es más estudio de lo que imaginé.
Atenea: Puede que esté un poco fuera de mis facultades mentales— le digo acercándome mientras muevo el látigo de un lado a otro como si estuviese jugando.
Estamos jugando.
Atenea: La mayoría de las actividades en la vida tienen reglas, está no es la excepción— le pasó el látigo por la cara y veo como se estremece— por eso contarás todos y cada uno de los latigazos que te daré.
Me mira en un intento de parecer amenazante.
Patético.
Raúl: No te atreverías, ¿Es que acaso no sabes quién soy?
Si, lo sé.
Atenea: Me encargue de hacer mi tarea, Raulcito— si no lo hubiese hecho no estaría aquí— eres el estúpido capitán del equipo de basket por el solo y simple hecho de que tu mamita se acuesta con el entrenador.
Me mira enojado.
Raúl: ¡Mentira!
Atenea: Bueno ya cállate, no te quiero escuchar más que contando, si no lo haces te azotare el doble y no te gustará la continuación.
Este idiota no sabe que lo mejor que le pasará de lo que le haré son los azotes que le daré.
Empiezo a azotarlo y entre dientes empieza a contar.
Me encanta como la camisa que llevaba puesta empieza a desgarrarse mostrando la piel al rojo vivo de su espalda.
Raúl: S...siete.
Sigo, sigo hasta que mi mano se acalambra.
75 azotes en total.
No quiero matarlo de esta forma.
Atenea: Eres una buena ratita, pero no me es suficiente.
Me dirijo nuevamente al bolso y esta vez sacó unas pinzas con clavos y dos navajas.
Me dirijo al cuerpo casi inconsciente de la rata y lo pateó.
Atenea: Todavía no es hora de dormir.
Me arrodilló junto a él y cuando veo que intenta agarrarme le clavó la navaja en la mano.
Grita tan fuerte que un par de aves alzan vuelo al escucharlo.
Atenea: A la próxima que lo intentes la navaja no estará en tu mano... estará en lo más profundo de tú ojo.
Sigo con lo mío y con la otra navaja que traje empiezo a cortarle la camisa, una vez su torso está descubierto le coloco las pinzas con clavos en los pezones y el solo se dedica a gritar y llorar.
Blando.
Con la misma navaja comienzo a realizar cortes a lo largo de su torso peludo pero nada que pueda matarlo, aún.
Una vez terminó con las líneas trazadas al azar lo veo.
Le falta algo.
Me pongo a pensar en qué más podría hacer y llegó a la conclusión de que le falta más sangre, mucha más sangre.
Atenea: El día que nos "chocamos" lo primero que miraste fueron mis pechos ¿Recuerdas? — lo miró mientras saco las pinzas con los clavos incrustados de su pezones y él solo llora mientras sorbe sus mocos, asco— quisiera hacer algo con los tuyos.
Palidece más de lo humanamente posible.
Creo que es por la falta de sangre.
No espero a que hable, simplemente empiezo a cortar sus pezones y su sangre empieza a cubrir mi rostro.
Quiero más.
No satisfecha con esto busco los clavos que traje y comienzo a clavarlos a lo largo de su cuerpo. En sus rodillas, tobillos, manos y pies.
Cuando me siento un poco satisfecha sacó unas pinzas y procedo a sacar sus dientes y muelas, su lengua aún no.
Quiero escucharlo gritar hasta su último suspiro.
Raúl: B... basta p...por favor no p...puedo más...
Sus palabras son casi inentendibles por su falta de dientes.
Atenea: Si puedes, aún estás vivo— me río, me río como una jodida desquiciada— casi lo mismo les dicen a las embarazadas y según tengo entendido duele como la mierda.
Estalló en carcajadas macabras.
No quiero hijos por eso joder.
Atenea: Tienes un cutis bonito ¡Mejoremoslo!
Y sin más comienzo a cortar su cara, le cortó la punta de la nariz y las mejillas y ahora sí me estoy sintiendo satisfecha con la sangre.
Está casi muerto.
Antes de que muera apuñaló su pene por encima del jean que traía puesto y escuchó uno de los sonidos más desgarradores que he escuchado.
Atenea: Por bocón— con las pinzas tomó su lengua y la arrancó.
Atenea: Dulces pesadillas, ratita.
Me paro y admiró mi obra de arte, está irreconocible y me encanta el toque siniestro que le da el hecho de que esté cubierto de sangre y cortes pero lo que me fascina es ver sus ojos sin vida.
El hecho de ser dueña de su último suspiró es algo fascinante.
Hay algo jodidamente afrodisíaco con la sangre, mis bragas lo demuestran justo ahora, estoy más mojada que las cataratas cataratas del Niágara y eso es por él solo y simple hecho de haber exterminado a esta rata.
Estar cubierta de sangre es el plus que esto necesitaba.
¿Sientes eso?
Desde el principio.
Me giro y veo un par de gatos curiosos.
¿Será que tendremos doble diversión?
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Nota de la autora.
¿Cómo andan Wattperos?
¿Quienes serán los gatos curiosos ¿Alguna teoría?
Si les está gustando la historia voten y comenten.
Feliz lectura Wattperos.
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Las Siete Voces [+21]
RomanceCuando empiezas a cuestionarte el motivo de tu existencia sabes que no todo va tan bien como aparenta, todo esto Atenea Smith lo sabe muy bien. Levantarse y saber exactamente lo que harás llega a tal punto de resultar asfixiante, todo esto hasta que...