Color negro

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Iris—goo goo dolls





Ninguna situación, palabra, acción o escena había dejado una huella tan profunda en mi breve existencia como el día en que el árbol triste de tonos grises se mostró en una belleza particular. Sus hojas opacas danzaban con gracia al ritmo del viento, trazando figuras etéreas pero notables en su danza.

Era un momento único, repleto de preciosidades que nadie parecía detenerse a apreciar, a pesar de tener un par de ventanas cerca. La magnificencia del instante eclipsaba todo lo demás: mi enfermedad, el oxígeno que me acompañaba como un fiel compañero, e incluso el miedo que comenzaba a enraizarse en mi ser. Ansiaba grabar ese instante en lo más profundo de mi ser.

Sin titubear, tomé la empuñadura de mi suministro de oxígeno y me lancé hacia afuera con paso decidido, urgido por el deseo de encontrarme con él. Me acerqué al árbol triste de hojas opacas y lo contemplé con admiración. Era digno de ello.

Al cerrar mis párpados, experimenté por primera vez la sensación de pertenecer a algo más grande. No era simplemente una historia de tristeza, sino que estaba impregnada de un matiz oscuro pero rico, como una noche estrellada adornada por el resplandor lunar y las luces de la ciudad. Era un color que, aunque sombrío, era igualmente valioso. Ese pequeño pero trascendental momento me reveló que, a pesar de la melancolía que lo envolvía, tenía un matiz, uno tan relevante como cualquier otro.

La sensación de libertad al expresar mi verdadero ser sin el temor al juicio ajeno dejó una marca imborrable en mi ser. Jamás imaginé que tendría otro momento como aquel al que aferrarme.

Pero me equivoqué, y no puedo culparme por ello.

Aunque mi existencia pareciera vacía y sombría, Jeon Jungkook me hizo ver la luz en medio de la oscuridad. Sin darse cuenta, derribó otra barrera en mi interior.

Las mariposas revoloteaban con mayor fuerza en mi estómago; la semana sin él fue una tortura, pero comprendía la necesidad de su ausencia física. Podía estar separado de mis ojos, labios y cuerpo, mas no de mi corazón y alma.

Mi corazón no sabía mentir; se inundaba de colores al cruzar su mirada con la mía, como estrellas brillantes en la noche, guiándome por el camino.

No hay mejor manera de describir a Jungkook que como mi amuleto de la suerte. Cada suspiro dirigido a él encapsulaba la plenitud de mis sentimientos. Era como un faro que iluminaba mi senda, coloreaba mis sueños como si fuera un lienzo en blanco. Sus palabras eran versos que trataban de capturar su esencia.

No necesitaba mucho para comprender que mi amor por él era una melodía completa. No requería esfuerzo alguno para encontrarlo, pues, aunque no lo buscara, siempre lo hallaba, especialmente cuando cerraba mis ojos.

En una ocasión afirmé que no sentía nada, pero me equivoqué; sentía, y mucho. Mis ojos ya no podían ocultar el secreto de mi amor por él; traicioneramente, brillaban cuando él los contemplaba.

Amar a Jungkook era como habitar entre las estrellas, danzar bajo la sombra de un cerezo en flor, leer poesías y encontrar su reflejo en cada verso. Sentir mi corazón latir por él era como contemplar un cielo iluminado por fuegos artificiales, tan infinito que mis lágrimas eran testigos de su grandeza.

Jamás imaginé que lloraría de felicidad. Mis lágrimas fluían abundantemente, empañando mi visión con la marea de emoción que me acompañaba. Sentía que mi corazón, colmado de dicha, estaba a punto de escapar de mi pecho, pero las cálidas manos de Jungkook lo retuvieron entre las suyas, ofreciéndome consuelo y certeza en medio de la tempestad de emociones.

LA QUÍMICA DE MI CEREBRO   [Corregida]Where stories live. Discover now