prólogo: La noche en que Suzume se marchaba

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Suzume

El día de su partida había llegado. Suzume no tenía palabras para describir su sentir mientras empacaba toda su ropa y calzado. Había postergado por semanas su mudanza, evitando a toda costa que alguien le hablara sobre su partida. En especial había huido de su padre casi toda la semana. Sería mucho su pesar no llorar frente a él.

Suzume no quería irse de Busan, ni tampoco dejar solo a su única familia y mucho menos alejarse tanto tiempo de Jeon Jungkook. El arrebato de su estado de ánimo de hace seis meses la habían condenado a pasar fuera de casa bastante tiempo. Y es que Hino no conocía un mundo fuera de la mansión, fuera del pequeño Busan. Tenía miedo de marcharse.

Se encontró a sí misma en un callejón sin salida porque sabía que ya no había tiempo de declinar su futuro. Tal vez se trataba de un capricho que nadie comprendía, porque nadie de las personas que vivían con ella tenía diecinueve años y no podían comprender lo que dejar al amor de toda una vida implicaba.

Sintió un escozor en su garganta que le hizo apartarse de la ventana, sus ojos se inundaron de lágrimas que rápidamente comenzaron a caer por sus mejillas. Bastaron un par de segundos para que su cuerpo se encogiera y los espasmos del llanto se adueñaron de sus sentimientos. Miró al jardín de la mansión, en donde se realizaba la fiesta de cumpleaños de la señora Min.

Su padre siempre le repetía una frase que calaba mucho en su conciencia durante las últimas semanas. "Mira por la ventana las veces que sean necesarias, Suzume. Encontrarás la respuesta que necesites cuando mires que no pertenecemos al mundo de los Jeon". Sabía más que nadie que su mundo tenía una separación abrupta de los lujos y la riqueza que superficialmente los rodeaba, pero ella jamás imaginó que algún día terminaría tan calada de Jeon Jungkook, tanto como para que le robara el aliento todas las veces que se veían.

De pronto, la música que sonaba en la fiesta se detuvo, y cambió por otra balada. Sintió su corazón encogerse cuando supo de qué canción se trataba; era su canción favorita y solamente una persona la conocía. Buscó rápidamente la mirada de su cómplice y se encontró con Jungkook en la puerta de la entrada de su casa. Vestía un traje negro, con un moño típico de fiestas y una gran sonrisa en sus labios. No pensó dos veces en ir a su lado. Corrió por las escaleras ignorando la voz de su padre que la llamaba.

—Sabía que vendrías —dijo Jungkook apenas llegó a su lado—. Sigue siendo tu canción favorita, ¿verdad?

—Lo es —susurró Suzume sin poder evitar que sus mejillas se tornaran rojas de la vergüenza—. La fiesta parece ir muy bien, ¿te diviertes?

Jungkook negó con la cabeza, mordiendo su labio. No supo cómo interpretar su reacción, así que solo se encogió de hombros esperando a que él siguiera con la conversación.

—Es la noche —soltó el chico, tomando desprevenida a Suzume—. No puedo imaginar que será de mí cuando te marches de aquí, Hino. Eres mi única amiga. La única que acude a mí con el sonido de una balada.

Se quedó en silencio, como si sus labios hubieran sido sellados por una fuerza ajena a ella. No era la primera vez que Jungkook la buscaba en medio de una fiesta y siempre era de la misma manera. El sonido de la balada era su manera de saber que él la necesitaba. Jamás le había molestado, pero esa noche, en ese lugar, a esa hora, no se sentía como cualquier otra noche.
—Lo es.

—¿Quién te acompañará al aeropuerto? —preguntó con la voz en un susurro, casi temiendo a que alguien le escuchase.

—Mi padre, sería muy duro para mí despedirme de la señora Kang en el aeropuerto.

—¿Qué hay de mí?

Suzume se comenzaba a ahogar con los latidos de su corazón que resonaban en su garganta. El aire comenzaba a faltarle y sus ojos contenían todas las lágrimas que había acumulado durante las últimas semanas. No comprendía la razón de ser de Jeon Jungkook en ese momento. Se quedaba sin palabras y susurraba con temor, Hino pensó que tal vez la posibilidad de que él se sintiera igual que ella era alta.

—Será igual de duro, Jungkook —admitió con una timidez que no pudo esconder.

Su lengua picó por la repentina mención de su nombre. No sabía si era por la víspera de su despedida, pero quería pronunciar su nombre mil veces.

—Te escribiré todas las semanas, tenlo por seguro. Te enviaré tus bocadillos favoritos y tomaré fotos de los tulipanes del jardín para que sigas mirándolos en París. No dejaré que olvides a Busan, ni a mí.

—Sería imposible.

Jungkook dio dos pasos al frente, rozando las puntas de los zapatos de Suzume, quedando tan cerca de ella que, si daba un pequeño paso, sus narices acabarían por tocarse. Acercó sus manos para llegar a la muñeca de Suzume. Sus pulgares comenzaron a trazar líneas invisibles en sus antebrazos, se sentía casi como una caricia desesperada. Suzume supo que tal vez se trataba del momento que siempre esperó de Jungkook. Se atrevió a mirarlo a los ojos, casi con temor a que no pudiera abrirlos por la sensación tan abrumadora que sentía.

—¿No te olvidarás de mí? —preguntó Suzume, tratando de no tirar la poca cordura que tenía—. Me refiero a que, si estarás enviando cartas y fotos seguramente no lo harás. Lo siento, no sé qué decir.

Jungkook sonrió, dejando salir todo el aire de sus pulmones. Suzume atrapó sus manos nerviosas, dejándolas en las suyas. Imitó el movimiento de los pulgares en las manos ajenas.

—Nada cambiará para cuando regreses. Seguiremos siendo nosotros, siempre nosotros —afirmó nervioso, buscando las palabras correctas—. Para ese momento ambos seremos adultos; yo tal vez siga con el polo y tú serás una gran chef, Suzume. Saldremos de aquí, verás que esperaré por ti. Lo prometo.

Esa noche Suzume esperó más de lo que Jungkook podía ofrecerle. Creyó que tal vez esa noche recibiría un beso de él, una confesión que terminaba bien. Pero en la víspera de su partida a París, recibió un abrazo cálido acompañado de un dulce beso en la mejilla por parte de su mejor amigo. No se fue sin nada que desear, se llevó consigo una promesa que contenía el más bello futuro de su vida. Se regocijó hasta que las palabras de Jeon Jungkook se derritieron en su propia mente.

Se condenó infinitamente a una promesa que no sería cumplida.

nunca me dejes ir »Taehyung, Jungkook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora