5. 𝐶𝑜𝑚𝑖𝑑𝑎

811 108 2
                                    

"Zoro: 

No tardo, estoy en la aldea, fui a comprar comida. 

Más te vale que no robes nada ni hagas un desastre, regreso pronto.

PD: si haces algo malo yo misma te voy a matar "

Al final firmó con una pequeña cara sonriente.

Harika salió del barco poco antes de las 2:00 pm. Ya eran las pasadas las 2:30 pm. 

Zoro se levantó de su descanso, y vio la nota junto a sus catanas. La leyó una y otra vez, no podía creer lo ingenua que había sido al dejarlo ahí. Se planteó irse de una buena vez, pero algo lo seguía deteniendo.

Tal vez el hambre, y en la nota decía que ella volvería con comida. Zoro no sabía a que hora se había marchado, ni si quiera sabía que hora era. Miro a su alrededor en busca de un reloj. Encontró uno muy pequeño en un taburete cercano a él. Marcaba las 3:00 pm.

Esperó y esperó, se sirvió agua, miró todo el lugar, se probó la ropa que Harika había comprado, pero aún no había rastro de ella. Él comenzó a inquietarse. Miró de nuevo el reloj y ya habían pasado cuarenta minutos.

—¿Porque demonios tarda tanto? —se preguntó.

Se le ocurrió la idea de ir a buscarla. Rápidamente la desecho, no tenía porque preocuparse por ella, ¿verdad?. Había visto esas armas en su barco, seguro se podía cuidar por si sola.

Zoro se acostó, reposando las heridas que tenía por todo el cuerpo, la ropa nueva era muy cómoda.
Cuando menos lo espero se estaba levantando para ir a buscar a la chica. Se colocó sus botas, tomó sus catanas y buscó su pañoleta, no la halló, así que tuvo que salir sin ella.

La luz solar propia de la tarde calló sobre sus ojos, ardió un poco, sin embargo lo sintió como una caricia en la piel, tal vez eso era lo que necesitaba, salir a tomar aire fresco. 
Su cabeza no dejaba de tener ese dolor molesto y punzante, pero eso no le preocupaba demasiado, Zoro suponía que pasando unos ideas estaría como nuevo.

Caminando por la aldea supo el porque del nombre, había detalles y decoraciones que reflejaban la luz del sol hacía todas partes, haciendo que el lugar se tornara de un cálido color dorado. 
Su vita paseó de casa en casa, tienda en tienda pero no había rastros de la chica, ahí, una incesante duda de si estaba a salvo o no comenzó a surgir dentro de él.

Pero, eso no tenía que preocuparle, era apenas una extraña (a la que le debía la vida), ni siquiera sabía su nombre.
Darse cuenta de aquello aumentó sus nervios, si la encontraba, ¿cómo carajos la llamaría? ¿marinera? ¿navegante? 

Las dudas ya habían inundado a Zoro, su dolor de cabeza crecía, y su cansancio también, esas sensaciones lo golpeaban y lo hacían sentir cada vez más débil. Roronoa Zoro había sido noqueado, lanzado al mar y apenas podía mantenerse de pie, todo en menos de tres días. Necesitaba entrenar más, volverse más fuerte. 

Sintió que su búsqueda se estaba tornando inútil. 

«Piensa, Zoro. No puede ser más difícil que cazar a un sucio pirata». Y es que por algo su apodo y él mismo eran temidos, tenía que hacerle honor al récord de todos esos piratas que había cazado. Una chica que había ido a buscar comida no tendría que significar un gran problema.

Su búsqueda reiniciada y re-motivada, comenzó en el mercado de comida, pregunto sobre Harika, describiéndola vagamente, eso lo llevó hasta una taberna.
Cuándo entró supo que no era un buen ambiente, piratas, mercenarios y ladrones, todos agrupados en un mismo sitio. Pudo reconocer a unos cuantos, los había visto en carteles, aunque sus recompensas no valían el siquiera intentar cazarlos. 

S E A | Roronoa ZoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora