Capítulo 2: Decisión firme

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Cuando llegamos al Tártaro Aigis me obligó a llevarla en mi equipo, así que con ella, Koromaru y Ken, decidimos subir la torre.

Una vez arriba, decidí que todos nos separáramos para buscar objetos en el piso, pero Aigis se negó a separarnos y propuso que, al menos, nos dividiéramos en parejas. Debido a su insistencia, no pude contradecirla y acabé cediendo. Fue así como Koromaru y Ken formaron una pareja, y Aigis vino conmigo.

Aigis insistió en ir conmigo cuando intenté emparejarla con Ken, y Ken tampoco ayudó al expresar su deseo de ir con Koromaru. Así que terminé nuevamente a solas con Aigis, sintiendo que la vergüenza podría abrumarme en cualquier momento. Sin embargo, esos pensamientos no durarían mucho, ya que justo en ese momento nos encontramos con una sombra frente a nosotras.

- ¡Persona! - Rápidamente saqué mi Evoker e invoqué a mi Persona. - ¡Ziodyne! – Con el primer hechizo lanzado, esperando encontrar su debilidad, fallé estrepitosamente. - Fuuka, analiza esta nueva sombra – Pedí inmediatamente después a Fuuka que buscara sus debilidades. Mientras tanto, Aigis también había comenzado a luchar.

¡Athena! – Aigis invocó a su Persona justo después de mi solicitud. – Marakukaja – Con eso, nuestras defensas aumentaron y podríamos aguantar hasta que Fuuka terminara su análisis.

- El enemigo es débil al hielo, usa habilidades de bufu - Con el análisis de Fuuka hecho, me decidí a derribarlos.

- Parvati, mabufudyne – con ese hechizo las 3 sombras frente a nosotras cayeron.

- Ataque combinado, ¡Ahora! – Con mi orden, Aigis saltó junto a mí al enemigo para rematarlos.

Con eso, las tres sombras parecían estar derrotadas y pudimos relajarnos por el momento. Saqué una bebida de mi mochila para recuperarme después de la batalla. Mientras bebía, observé a Aigis frente a mí, mirando el camino que debíamos recorrer. Fue entonces cuando ocurrió. De repente, sentí un inmenso dolor en mi espalda y solté un grito de agonía. Aigis se giró al instante para ver a una de las tres sombras que había sobrevivido y me había atacado por la espalda con sus últimas fuerzas. Aigis saltó y disparó rápidamente a la sombra con una ráfaga de balas hasta que finalmente pudo confirmar que la sombra había sido totalmente eliminada. Después de eso, saltó a mi lado.

- ¡Athena, Diarahan! – La Persona de Aigis me curó con su hechizo y el dolor desapareció, pero la sensación incómoda en mi espalda persistía y me impedía moverme.

- ¿Estás bien? Te he curado con Athena, pero creo que deberíamos llamar a Ken y Koromaru y volver a la entrada del Tártaro. -

- Estoy bien, solo dame un momento más para recuperarme. – Cuando finalmente levanté la vista, me encontré con el rostro de Aigis muy cerca del mío, separados por unos pocos centímetros. Di un pequeño salto hacia atrás por la sorpresa, lo que hizo que cayera nuevamente al suelo. Aigis no tardó en volver a mi lado.

- Creo que si es mejor que llame a Ken y Koromaru, espera un segundo.

- ¡No! – Un pequeño grito salió de mi boca. No estaba segura de la razón, pero quería seguir a solas con Aigis un rato más. – Estoy bien, ya me has curado, no hay necesidad de pedir ayuda, fue un pequeño descuido, no volverá a ocurrir. – Me esforcé en convencer a Aigis de que no había necesidad de llamar a los chicos. Al final mi insistencia funcionó y Aigis desistió de llamarlos. Sin embargo, ahora se encontraba mucho más cerca de mí que antes, un poco más y nuestras manos... No, debo concentrarme, si otra sombra nos ataca de sorpresa podría ser peor. Pero, aun así yo...

- A-aigis, ¿p-podríamos, quizás, tomarnos de la mano? ¡Así estaríamos más seguras! S-sí, es por nuestra seguridad. - Al final lo dije, intentando ocultar mis verdaderas intenciones, aunque probablemente Aigis tampoco podría deducirlas si no lo hacía.

- Claro, aunque no creo que sirva de mucho a la hora de encontrarnos a una sombra. - Había acertado en que Aigis no cuestionaría mi decisión, incluso sin darle una excusa para hacerlo.

Aigis extendió su mano hacia mí, estaban vestidas con una tela blanca y dejaba al descubierto únicamente el final de sus dedos, totalmente de acero, que escondían cañones de ametralladoras que tenía guardadas dentro de sus manos. Vacilé ligeramente debido a la vergüenza, cuando me decidí por tomarla no sentí manos frías, tampoco duras, eran suaves. La parte recubierta con tela contenía relleno que permitía dar una sensación más suave a la mano y las puntas de sus dedos aún mantenían el calor de los disparos que había hecho para eliminar a la sombra hace solo un momento. Aun así, se sentía extrañamente cálido y sabía que no era por nada de lo antes mencionado, porque no solo sentía esa calidez en mi mano, sino también la sentía en mi pecho.

- ¿Qué pasa Kotone? Tu cara está roja y hay una extraña expresión dibujada en ella. – La declaración de Aigis me sorprendió, ¿En serio tengo una expresión tan rara en mi cara? No creo estar tan feliz en estos momentos. Es imposible.

- ¿Es por tu fiebre? ¿Volvió a subir? Quizá si sea mejor que regresemos al vestíbulo ahora mismo. – No, no puedo dejar pasar esta oportunidad ahora que estamos solas.

- ¡No, Aigis! - Sin darme cuenta solté un pequeño grito antes que Aigis decidiera avisar a los demás. - Estoy bien, no estoy roja por una fiebre ni nada de eso, es... Por otra razón.

- ¿Disculpa? No te he podido escuchar correctamente, pero si no es por la fiebre, ¿Por qué es entonces? – Lo había hecho, había hecho la pregunta, ¿Cómo le contesto a esa pregunta? Ni siquiera yo podía responderla a mí misma. Pero me había decidido a responderle ahora mismo, sin importar que, aclararía mis sentimientos antes de salir hoy del Tártaro, lo tenía claro.

- N-no es nada por lo que debas preocuparte, no por ahora al menos. – Tenía que ganar un poco de tiempo hasta que aclarara mis ideas.

Entonces nos decidimos por continuar explorando el piso del Tártaro en lo que quedaba de noche oscura, tomadas de la mano aún.

Kotone & AigisWhere stories live. Discover now