Capítulo 4: ¿Qué somos?

20 3 1
                                    

Habían pasado ya 50 minutos desde que la hora oscura había comenzado, el tiempo se estaba acabando. Logramos subir varios pisos esta noche, parecía que habíamos aprovechado muy bien la hora, y no solo eso, había logrado expresar mis sentimientos a Aigis y había sido correspondida.

Aigis caminaba a mi lado buscando el teletransporte que nos permitiría regresar a la entrada del Tártaro. Ella estaba tomando mi mano, no la había soltado desde la confesión en donde ella había correspondido mis sentimientos y me había confesado los suyos. ¿¡Somos ahora novias!? No habíamos hablado de ello, aunque quizá no era el lugar ni el momento para hacerlo, primero tenemos que salir de este lugar. Ya le habíamos dicho a Fuuka que le informara a Ken que nos retirábamos y que buscaran la salida ellos también. Después de caminar un rato en el piso habíamos logrado encontrar la máquina de teletransporte para regresar, antes de entrar Aigis me detuvo.

- Umm, ¿crees que debamos contarle al resto del equipo sobre nosotras? – ¿Sobre nosotras? Es cierto que no habíamos terminado de hablar sobre lo nuestro y que lo mejor sería no decirle a nadie por ahora hasta que lo hayamos hablado con más calma.

- De momento mantengámoslo solo entre nosotras ¿Ok? -

- Me parece bien. – y con eso ella soltó mi mano, había pasado un rato desde que tenía mi mano izquierda libre, cada una caminó al teletransporte y nos dirigimos a la entrada a reunirnos con los demás.

Una vez en la entrada vimos a Ken y Koromaru, según parece habían llegado poco antes que nosotros, una vez reunidos empezamos todos a caminar a la salida. Entre todos me fijé especialmente en Fuuka, su cara estaba totalmente roja, ¿Le pasó algo? Quería preguntarle, pero decidí esperar hasta llegar al dormitorio, no negaré que me picaba un poco la curiosidad.

De camino de regreso al dormitorio me encontraba de fantástico humor, sentía que podía volver al Tártaro y estar otra hora más peleando con sombras, evidentemente no lo haría, primero porque la hora oscura solo duraba una hora y segundo porque sabía que solo era algo mental y que físicamente estaba cansada. De camino paré en una máquina expendedora por una bebida, mientras abría la lata Aigis notó que me había separado del grupo y decidió acercarse a mí. Tenerla cerca de mí aún era vergonzoso, no había terminado de procesar todo lo que había ocurrido.

- Emm, ¿Deseas una bebida tú también, Aigis? -

- Sabes que no necesito beber para sobrevivir. -

- Es cierto jajaja... – Un incómodo silencio vino justo después. ¿Qué clase de pregunta fue esa? Ella es un androide, obvio no necesita beber.

- ¿Estás bien? Aún parece que tuvieras fiebre, tu temperatura está alta. -

- No tengo fiebre, es solo que aún me siento un poco avergonzada cuando estoy cerca de tí. -

- ¿Avergonzada? ¿Debería alejarme entonces? -

- ¿¡Qué!? No, yo umm... No quiero que te alejes de mí. – Había vuelto a decir algo vergonzoso, mi cara se puso seguramente aún más roja. Sentía mi temperatura corporal subir.

- Umm, Aigis, nosotras somos n-no... -

- Deberíamos apresurarnos, el resto nos está dejando atrás. -

- ¡Oh! Es cierto, vamos entonces. – Perdí mi oportunidad de preguntarle, pero no importa, no era el momento adecuado ¿Verdad? Quizá en el dormitorio le diga en privado en mi habitación o en la suya... Espera, ¿Nosotras solas en una habitación? No creo que pueda manejarme correctamente en un entorno así. Entonces ¿Cuándo le pregunto? No estaba segura de cuándo sería el momento adecuado. Lo seguí pensando mientras caminaba junto a ella para alcanzar al resto del grupo camino al dormitorio.

Logramos alcanzar al grupo y nos dirigimos al dormitorio juntos. La hora oscura había terminado unos minutos antes, los ataúdes habían vuelto a ser personas y continuaban la rutina que estaban haciendo antes de que la hora oscura empezara, estos momentos me parecían fascinantes, una hora completa donde seres llamados sombras altamente peligrosos aparecían y algunos podían aparecer fuera de la torre, pero nadie lo sabía, seguían viviendo y pasando los días y noches de manera normal, a veces me preocupaba que alguna sombra lograra salir de la hora oscura ¿Qué ocurriría? ¿Qué tanto daño podría ocasionar? ¿Podría la gente derrotarla? Sentía algo de miedo cuando pensaba en ello, pero sabía que algo como eso era imposible que pasara. Sin darme cuenta ya estábamos frente a la puerta del dormitorio, y así una noche de expedición al Tártaro había concluido. Todos se dirigieron a sus dormitorios incluyendo Aigis, quería detenerla para hablar con ella, pero conseguí el valor, aún no sabía cómo preguntarle a Aigis o la forma correcta de hacerlo. Entonces algo jaló mi manga a un costado de mí, era Fuuka. No me había dado cuenta de que se había quedado atrás.

- ¿Pasó algo Fuuka? -

- Emm, bueno, verás Kotone, tú y Aigis... Son ahora ¿novias? - ¿Qué? ¿Cómo lo sabía? ¿En qué momento? Acaso Aigis le contó a Fuuka cuando me despisté o...

Entonces me di cuenta, ella podía escucharnos con su persona en el Tártaro, entonces... ¿Escuchó toda mi confesión? Ahora que recuerdo su cara estaba roja cuando volvimos a la entrada del Tártaro. Fui descuidada, quizá confesarme en medio de una expedición al Tártaro no fue el mejor movimiento de mi parte.

Kotone & AigisWhere stories live. Discover now