Capítulo 18 | Mensaje

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Bianca Ackerman
 
El hermoso cielo azul se alzaba sobre nosotros con alguna que otra nube blanca.
Delante mío hay un niño pequeño, de cabello castaño oscuro. Estaba corriendo hacia adelante y se lo escuchaba reír.

Yo también estaba corriendo, detrás de el, tratándolo de alcanzar, pero nunca llegaba hasta su lado, no importa cuánto corriera, nunca lo lograba alcanzar.

Nos encontrábamos desplazándonos sobre una inmensa llanura verde, a lo lejos se veían montañas, algunas casas y árboles. En el cielo también se veían volando algunas aves, que seguían nuestra misma dirección.
  
A pesar de correr por tanto tiempo y sin parar, no me cansaba.

Seguí persiguiendo a ese niño, por alguna razón tenía que alcanzarlo.

El niño, aún corriendo, volteó a verme, con una hermosa sonrisa me incitó a que lo siguiera persiguiendo.

Sus ojos verdes felices me transmitían paz, pero también algo de inquietud.

Llegamos hasta una colina bastante alta y allí al final se detuvo.
Yo me detuve unos pasos atrás de el.

El niño de ojos verdes, estiró los brazos, alzándolos hacia el cielo, y al fin se dio vuelta y me observó.

Y no sólo a mi, en ese momento me di cuenta que no estaba sola.

Mikasa, Jean, Marco, Armin y Connie también estaban junto a mi.

¿Lo ven chicos? Esto es libertad... — dice el niño.

Era Eren.

Eren, debía tener 9 o 10 años, parecía el niño pequeño que conocí la única vez que escapé de la casa de mi padrastro.

No entiendo... ¿Esto es un sueño?

Los demás a mi lado tenían las mismas expresiones que yo.

Confundidos, atónitos y sorprendidos.

De la misma manera tan espontánea que aparecimos en este lugar, también desaparecimos.

Ahora me encontraba en una cama, ya no estaba corriendo, ni de pie, estaba acostada y me dolía todo. Absolutamente todo.

Cuando miro alrededor, veo a Porco a un lado y a Jean y Marco al otro lado de la cama.

— ¿Qué rayos les pasa? ¡Les estoy hablando! — decía Porco enojado.

No pude ni hablar porque sentí unas náuseas terribles, seguido a eso, arcadas.

Y no precisamente de las que me gustan sentir.

Simplemente me giré y terminé vomitando hacia el suelo.

Vomitaba sangre.

El gusto ferroso inundaba toda mi garganta y boca, era tan repulsivo.

— ¡Bianca! — grita Porco, sorprendido.

— ¿Qué ocurre? — pregunta Jean algo confundido, volviendo en si.

— ¡Bianca está vomitando sangre! — volvió a gritar Porco, se había hecho a un lado para no mancharse.

— Voy a buscar a Hange. — dice Jean y junto a Marco, que estaba algo ausente, abandonan la habitación.

Porco me sujetaba el cabello para que no se ensucie con la sangre, y me sostenía el cuerpo tembloroso.

— Tranquila, Bianca... Estoy aquí contigo. — decía en voz baja para calmarme.

Cuando al fin dejé de vomitar, me senté en la cama.
Vi el suelo, había un enorme charco de sangre, rojo oscuro, casi negro.

Terminé escupiendo la poca sangre que quedaba en mi boca, me incorporé un poco y noté que...

Cicatrices en MarleyWhere stories live. Discover now