Mar

58 9 1
                                    

Entré y puse la maleta a un lado. Se respiraba polvo por cada rincón del apartamento, supuse que por llevar tanto tiempo sin ser habitado por nadie.

—Perfecto, solo necesita una pasada de mano y estará como nuevo —me dije a mí misma mientras me acomodaba en la única habitación que había.

Dentro de ella se encontraban unas cuantas camisas en el armario, no me molesté en quitarlas. Podrían muy bien ser del anterior inquilino que vivía aquí.
Me tiré sobre la colcha de la cama —que extrañamente se encontraba limpia— aspiré el olor y en pocos segundos me quedé dormida.

La baba caía de mi boca hasta empaparme toda la mejilla, abrí los ojos poco a poco y me quité la baba con las manos haciendo una mueca de asco.

Tomé una toalla de la maleta para dirigirme a la ducha, pero un tintineo que provenía de detrás de la puerta despertó mi interés: aquel sonido casi imperceptible — si no fuera porque soy muy perspicaz, ni lo habría notado— se volvía más frecuente acompañado con un leve golpeteo.

Una sombra larga y grande se vislumbró a través de la puerta.

Mis alarmas se encendieron al instante, no sabía qué mierda sucedía ni por qué alguien intentaba abrir la puerta de mi casa, así que solo tomé un cuchillo de la cocina y me moví al lado derecho pegada a la puerta.

Mis manos sostenían el cuchillo con temblor, mi corazón se agitaba con cada repiqueteo que hacían las llaves, una gota de sudor resbalaba por mi frente.
Apagué el foco sin hacer ruido.

De mi boca no salía ni una palabra, solo mis dientes que rechinaban tratando de contener la ansiedad que se había apoderado de mí.

La puerta se abrió lenta y tortuosamente y de pronto un sujeto con capucha negra dio paso adelante, esperando que se adentrara más, me acerqué con sigilo y me monté detrás de su espalda con un grito gutural salido de mi garganta —si mi padre lo escuchara diría que parecía una guerrera vikinga —, hice amague de zamparle el cuchillo en la yugular aún con mis dedos moviéndose con vacilación, lo que él aprovechó para que sin ningún problema me agarrara como a un muñeco y me tirara al suelo.

Mi respiración se volvió irregular ya que me había sacado todo el aire del estómago, sentí una presión en el pecho que me hizo inhalar y exhalar varias veces seguidas mientras seguía en el suelo.

El tipo no movió un músculo durante todo ese tiempo, pero desde aquí abajo podía distinguir unos ojos negros que brillaban con una curiosidad palpable en ellos.

—¿Te ayudo? —preguntó el desconocido.

—No —espeté. Me levanté lo más rápido que pude y me alejé de él en cuánto mis piernas me lo permitieron. — ¿Quién mierda eres y qué haces en mi casa?.

—Pues soy el inquilino que rentó este apartamento hace tres meses y medio —sentenció con una ceja arqueada.

Mi boca se torció al tiempo que mi ceño se fruncía, formando curiosas arrugas en mi frente.

—No me mires así, yo soy el que debería estar molesto, no tú; acabo de entrar al que se supone es el sitio en donde me hospedo y me espera una loca con un cuchillo dispuesta a matarme —dijo mientras sacaba un cigarrillo de una caja que tenía en el bolsillo izquierdo del pantalón. —además, si sigues poniendo esa cara te arrugarás pronto como una uva pasa —hizo una mueca y se colocó el cigarrillo en los labios dándole una profunda calada.

—¿Quién eres? —eludí su comentario y me centré en saber lo importante. —llamaré a Lewis para que me explique esta situación de mierda. Yo acabo de rentar este apartamento hace unos días—alcé la voz.

Él solo se sentó en el sofá que se encontraba justo delante de mí, hizo un breve bostezo y agregó:

—Él me había comentado que llegaría otro inquilino para compartir la habitación, solo que no pensé que fuese una chica… Respondiendo a tu primera pregunta, me llamo Adrián.

—No voy a quedarme a compartir el apartamento con un desconocido de mierda que tenía intenciones misteriosas como matarme a escondidas, así que ahorrate las presentaciones que nadie te pidió —escupí fulminandole con la mirada.

—Me preguntaste que quién era y yo solo respondí.

Tampoco quiero vivir junto a alguien tan insoportable y estúpida como para pensar que tenía intenciones de matarte si no te conozco de nada —me dio una mirada también dura y seca.

Esta conversación no tenía sentido y sabía que no llegaría a nada. Así que solo prendí la luz para dirigirme a la habitación, abrí la maleta y saqué mi teléfono móvil.

Apenas el primer timbronazo contestó:

—Sabía que me llamarías —dijo Lewis detrás del teléfono, con un tono cansado.
—¿Por qué habías rentado el apartamento antes y no me habías dicho? ¿Tan necesitado estás de dinero que recurres a estas sucias estrategias para conseguir clientes?.

—No es así como lo piensas Mar —vaciló —bueno, solo fue una pequeña equivocación, pero… —.

—Pero nada, vas a tener que rentarme el apartamento más barato de lo que acordamos en un principio, si es que quieres que lo rente.

Regresé a la sala con los brazos cruzados en mi pecho.

—Ya hablé con Lewis, voy a aceptar quedarme aquí, por desgracia —rodé los ojos.

Estaba haciendome la enojada, aunque por dentro no era así como me sentía, puesto que había logrado un trato que me beneficiaba económicamente.

—Pero ya no sé si quiero tener a una roommate como tú —Dijo Adrián, empequeñeciendo los ojos, casi parecía que podía ver através de mí.

—Soy Mar —sonreí mostrando los dientes. Una sonrisa que no me llegó a los ojos porque tampoco lo quería como roommate, pero esperaba que él aceptara el trato.

Estiré una mano, la mantuve extendida por casi dos minutos sin que él la apretara, estuve a punto de bajarla hasta que él la tomó, el suave y extraño toque de su mano me mantuvo desconcentrada durante ese breve momento, solo pude pensar en cuán perfecta encajaba con la mía.

Maldita Infamia Where stories live. Discover now