Capítulo 18.

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Alessandro.

Tener a mi hermana en el castillo me alegraba, mucho más que conociera a mi princesa.

Me espere de todo menos esto: mi hermana lloró en cuanto la vio y mi hija la escudriñó para luego sonreírle, ¿y ahora? Ahora estaban jugando y parloteando como si fueran viejas amigas, mientras yo las observó estupefacto.

Ni siquiera a mí me aceptó tan rápido y a ella la acepto desde el primer momento.

Atenea las observa con una sonrisa y mi hermana levanta su mirada para reírse de mí ¡y mi princesa ni siquiera me mira!

No lo puedo creer, ella se ganó desde el principio lo que yo he intentado en semanas.

Ruedo los ojos cuando mi hermana levanta de nuevo su mirada riéndose de mí, para luego tomar la mano de mi princesa y venir hacía nosotros.

— Señor feo, ¿por qué no me dijiste que tenía una tía? — me cuestiona mi bebé con las manos en su cintura.

— ¿Señor feo? — pregunta mi hermana divertida, evitando que le responda a mi pequeña.

A mi bebé se le enrojecen sus mejillas y se gira hacía su tía con toda las ganas de responderle.

— Así le digo porque me dijo que yo le había robado sus ojos y no es cierto porque él me los robó a mí ¿Verdad tía?

Mi hermana habré los ojos sorprendida y luego sonríe acariciando la mejilla de mi hija. — Por supuesto, cariño. Él se ha robado tus ojos, es un ladrón.

Las miro ofendido no pudiendo creer lo que está sucediendo, el complot que se está armando en mis narices.

Todas sueltan una risa por la cara que pongo y podré estar ofendido, pero verlas reír alegra mi corazón sin importar que se rían de mí.

— Es la niña más hermosa que han visto mis ojos estos años. — murmura mi hermana cuando mi hija ha arrastrado a su madre para que juegue con ella.

— Lo es. Es la princesa más hermosa que haya visto. — digo observándolas.

— ¿Por qué no dijiste que se parecía a...?

— Porque habrías llorado, mucho antes de verla. Y no me gusta que llores. — tomo su rostro en mis manos limpiando el resto de sus lágrimas.

— Habría venido antes si me hubieses dicho que tenías a mi sobrina y a mi cuñada en el castillo. — no pierde el tiempo en reclamar y yo sonrío con lo que ha dicho: su sobrina y su cuñada, que bien suena eso.

— Hay nieve por todo el lugar de habértelo dicho hubieses venido sin importar nada, tal como hiciste ahora. — le recrimino. — no iba a arriesgarme a qué te sucediera algo y aún tengo que hablar con quién te lo dijo.

— Lo último que harás es hablar así que no te diré quién me lo dijo. — me mira mal y luego sonríe maliciosa — Quiero hacer una fiesta.

— ¿Qué?

— Quiero hacer una fiesta.

— Hay nieve por todos lados ¿Y tú quieres hacer una fiesta?

— Sí. — asiente — será pequeña solo nuestra familia y algunos invitados de tu reino, así sirve para que mi sobrina conozca a sus primos.

— Es una locura.

— No lo es, ¿Dirás que si o tendré que fingir que si lo hiciste? — se cruza de brazos, esperando mi respuesta.

— No voy a detenerte, solo voy a pedirte que no sea mucha gente, no quiero a muchas personas merodeando por aquí.

En el fondo me agrada la idea de que conozcan a mi princesa como mi hija, ya quiero presentarla al reino como mi heredera.

La obsesión del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora