Capítulo 32.

230 14 0
                                    

Alessandro.

— Señor, habrá tormenta en estos días es imposible partir ahora. Tendremos que esperar. ¿O ha cambiado de opinión, su majestad?

— No, he decidido algo y así se hará, partiremos cuando la tormenta pasé.

Dejo a Leroy allí sin prestarle más atención, tal vez vio lo que pasó hace segundos y por eso su pregunta, pero no me importa.

Haré lo que había decidido, no importa lo acontecido cuando no fue más que un impulso.

Mi entrepierna duele y se maltrata con el pantalón, todavía no se le ha bajado la calentura y se emocionó como cada que la veo.

Camino alejándome del lugar sin más.

Y los días que pasaron después de esto se volvieron monótonos, el acercamiento que tuvimos en esos días fue mínimo, pero intenso porque después de aquel beso nuestras miradas se encendían cada que nos veíamos, más en la cena que tuvimos en el castillo aquel día, fue intenso, muchas emociones en un día.

Pero fui yo quien marcó la distancia y desde entonces no me pasaban desapercibidas sus miradas de enojo, fastidio y molestia. Sabía perfectamente que la hacía enojar, cuál de mis acciones la hacían arder en rabia y lejos de sentirme mal, me divertía, pero no porque fuera gracioso sino porque empezaba a notar que yo no le era indiferente.

Los días pasaron y pronto llegó el día de partir, estaba preparando todo para irme, ella se quedaría con mi hija y su Nana aquí yo me iría con Leroy o eso era lo planeado.

Me despedí de todos empezando por Erick y su familia, Catherine no perdió el tiempo para decirme algo que me hizo enfurecer como que ahora que me iba le presentaría tipos "lindos" a su prima para que ella también se casara.

La ignore y con la mandíbula tensa fui hasta Aitana y Magnus de los cuales la despedida fue más extensa y como siempre Aitana me ordenó que me cuidará y que volviera pronto.

— ¿Dónde está mi hija y Atenea? — les pregunté al ver que no estaban allí.

Aitana soltó una risita traviesa que me hizo mirarla con el ceño fruncido al saber que algo tramaba.

— Más vale que las cuides. — me susurro al volver abrazarme. La miré sin comprender y luego fue Magnus el que volvió a abrazarme dejándome aún más confundido.

— Más te vale cuidarlas o voy a buscarte hasta por debajo de las piedras. — Su amenaza retumbó en mi mente y con el corazón martilleándome por la intriga y los nervios que sentía al creer entender a qué se referían, me adentre al auto y grande fue mi sorpresa al verlas.

Ambas me dieron una gran sonrisa.

— Iremos a casa, papi. — afirmó mi pequeña antes de lanzárseme encima, entonces fue ella quien me miró divertida, dando una orden clara al chófer que no demoró en seguir.

— Arranque el auto, por favor. — me quedé embelesado mirándola sin poder creer lo que sucedía.

— ¿Qué está sucediendo? ¿No sé despedirán?

— Vamos a casa y no, porque ya nos despedimos. — responde divertida.

— ¿Dónde está Leroy?

— En el auto de atrás con mi Nana.

La miro sorprendido por lo que ha hecho, dejó un beso en la frente de mi hija quién se ríe traviesa.

— No puedo creerlo. — expreso y ellas sueltan una carcajada burlándose de mí.

Caigo en cuenta de la broma que me gasto Catherine, ella lo sabía y solo quería hacerme rabiar, como de costumbre, bufo.

Caí como idiota...

La obsesión del reyWhere stories live. Discover now