Capítulo 31.

242 14 0
                                    

Atenea.

— Buenos días, mi amor. — saludo a mi bebé cuando la veo abrir sus hermosos ojitos.

Ella se estira y sonríe.

— Buenos días, mami. — me da un beso. — Buenos día, papi. — le da un beso a su padre.

— Buenos días, mi princesa. — la llena de besos provocando sus risas.

— Vamos a ducharnos, bebé.

— No, no, noo... — y como es costumbre sale corriendo queriendo evitar el baño.

Su padre y yo la perseguimos, pero sale de la habitación bajando las escaleras con rapidez.

— ¡Artemisa! — grito asustada cuando la veo bajando las escaleras. — ¡Dios mío! — llevo mis manos a mi rostro queriendo no ver.

— Está bien, Atenea, vamos. No le ocurrió nada. — me calma Alessandro tomando mi mano para bajar las escaleras.

— ¡Abuelito! — la escucho soltar un chillido cuando llega a él.

— ¡Pequeña princesa! — exclama él tomándola en brazos dándole besos.

Me acerco a ellos soltando la mano de Alessandro yendo a revisar a mi hija.

— Dios mío, bebé, ¿Estás bien, amor? — la reviso preocupada. — No vuelvas a hacer algo así, casi muero del susto.

El dolor de cabeza que tenía ha aumentado con el susto que me he llevado.

— ¿Sucedió algo? — pregunta mi madre saliendo de la cocina, toma a mi hija en brazos dándole besos.

— Pasó que está, mini diosa traviesa nos ha dado un susto de muerte. — le responde Alessandro acercándose para también revisarla.

Los saludo a ambos con beso y me acerco a mi hija tomándola en brazos, aunque se niega.

— Ahora si vamos a ducharnos.

— Noo, Mami, no. — se queja removiéndose.

— ¿Qué sucede? — pregunta ahora mi padre observándonos.

— No quiere bañarse, padre. — le digo y él muestra una sonrisa divertida.

La toma de mis brazos y yo solo lo observo.

— ¿Por qué mejor no desayunamos y luego, está princesa va a bañarse?

— ¡Sí!

Ruedo los ojos cuando él la lleva hasta la mesa y la sienta en una silla alta que mando a hacer para ella, desde que llegamos la consienten demasiado y no puedo sacarme de la ecuación a mí también me consienten, pero más a ella, tanto que creo que sí su padre no la ha vuelto una caprichosa ellos si lo harán, no le niegan nada.

Miro a Alessandro y él se encoje de hombros, lo fulminó con la mirada y él sonríe.

— Relájate, vamos a desayunar, luego la bañas. — me quedo con la boca abierta viendo la treta que han armado, le doy una mala mirada cuando él pasa por mi lado yendo también hacia la mesa.

Voy a la cocina, saludo a mi Nana que se encuentra allí ayudando a mi madre y a algunas sirvientes, tomo un vaso con agua notando la mirada de mi madre sobre mí.

— ¿Te sucede algo, cariño? — noto la preocupación en su voz.

— Nada, madre, solo me duele la cabeza un poco.

— ¿Has tomado algo? — vuelve a preguntar viniendo a mi para tocar mi frente asegurándose de que no tenga fiebre. Mi Nana se acerca también revisándome.

La obsesión del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora