Los extraños del bosque

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La pequeña brujita Charlie tenía una rutina muy bien establecida cada día. Al vivir completamente sola en medio de un frondoso y oscuro bosque, solía salir desde muy temprano para iniciar sus labores, alimentando a los pequeños animales que había en corral. Luego de alimentar las gallinas y a su par de cabras llamadas Dazzle y Razzle, ella regaba las plantas de su patio, separadas por tres tipos, un jardín de flores, una huerta de hortalizas y vegetales, y otra muy especial, que necesitaría para esa misma noche.

Con dedicación rego las plantas como cada mañana y recogió los frutos de su trabajo, llevándolos en una cesta. En esa ocasión, las pequeñas mandrágoras, chillonas y chistosas, no dieron tanto trabajo para ser cosechadas. A pesar de ser inmortal, ella llevaba una vida común, cosechando hierbas y haciendo pociones para ayudar a los animales heridos que encontraba en el bosque. Llevaba una vida tranquila en un bosque alejado de la gente, donde se dedicaba a estudiar y practicar magia. Era mundano, sí, pero alejada de la sociedad tan oscura y ambiciosa, prefería estar soledad para ser feliz.

Pero un día, su vida cambió para siempre.

Mientras caminaba de regreso a casa, algo extraño paso. Los animales de los alrededores estaban ocultos, agazapados y temerosos, el ambiente y los alrededores se sentían extraños hasta que el olor a sangre y podredumbre comenzó a inundar el espacio ¡algo había pasado! Invocando su bastón entre sus manos, cubrió sus dorados cabellos con su capucha rojiza y salió corriendo hacia el origen de aquel hedor. Corrió y corrió, esperando encontrar sobrevivientes cuando finalmente los vio. Eran una mujer y su hijo, ambos tirados en medio del camino completamente inconscientes.

Charlie se preocupó al ver la gran cantidad de sangre que los rodeaba, pero aún más al notar los cuerpos cercenados de otros hombres, quienes eran causa del hedor a podredumbre que había notado desde un primer momento.

—Magia maldita —murmuro, pero había cosas más importantes, así que corrió hacia ambos heridos, verificando que aun estuvieran vivos. Afortunadamente, lo estaban, pero la mujer estaba grave con una herida que atravesaba todo su estómago, del cual brotaba una copiosa cantidad de sangre —. Resistan por favor, los ayudare —les dijo, y con apremio invoco una carreta a la cual subió a los heridos y los llevo hasta la privacidad de su casa.

Una vez allí, los dejo en camas separadas que tenía una habitación. En otra mesa, dejo todas las posiciones que necesitaría y un caldero con agua burbujeante. Charlie estaba horrorizada con esa escena dantesca. El chico estaba lleno de heridas sangrantes y lacerantes por todo el cuerpo mientras que su madre tenía un gran hueco atravesando un costado. No sabía como estaba viva. Pero hizo todo lo posible para tratar de salvarlos. Preparo ungüentos y pociones curativas, que seguramente ayudarían al chico a recuperarse mucho más rápido, pero su madre era un asunto aparte. No tenía la magia suficiente para regenerar el tejido perdido y era casi constante la pérdida de sangre, por lo que por más que Charlie controlara una hemorragia, otra peor saldría y así.

Duro varias horas en ese proceso hasta que logro terminar de operarla, esperando que al menos pudiera atravesar el manto de la noche y despedirse de forma apropiada de su hijo, en cuanto a este se le pasaran los efectos de los calmantes.

Pero en un momento de la noche, la mujer despertó por un momento. Estaba pálida y débil, los labios agrietados apenas podían moverse, la bruja le dijo que tratara de descansar cuando ella misma le tomo de la mano, con cansancio y desespero.

—Alastor.... mi hijo se llama Alastor....

Charlie viro la vista hacia el joven chico inconsciente, sus ojos vendados ante la herida cortante en su frente de la cual aun brotaba algo de sangre. Otro apretón en su mano la hizo devolver su vista hacia la madre, quien apenas podía decir algo entre jadeos.

Pasajes brevesWhere stories live. Discover now