03. Ventanas de avión

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Esa mañana salió corriendo de casa, con el termo repleto de café en una mano y un croissant en la otra.

No se había levantado precisamente sobrada de tiempo, las noches se le hacían cuesta arriba desde que había empezado con la universidad, y es que entre el estrés y la cantidad de trabajo acumulado que la rubia había dejado por la falta de horas en el día, aquella etapa que se suponía que debía ser idílica se le estaba haciendo un poco cuesta arriba.

Entró en la clase con la respiración agitada, siendo consciente de que apenas tendría un par de minutos libres para poder acostumbrarse a esa falta de aire antes de empezar la teoría de Historia del Arte.

No era fan de la Historia, nunca lo había sido, pero en cierto modo poder llevar el arte de una forma tan atemporal le hacía adentrarse en todo aquello que unos trazados o unas esculturas pudieran susurrarle; se sentía parte de aquello que gritaban los pintores, los autores de cada una de esas majestuosidades que poco después tendría que exponer, estudiar o simplemente ser conocedora de ellos.

Alba llegó aquella manera con la mochila medio abierta, dejando el cuaderno, los lapices y un par de carboncillos a un lado de la mesa, sabía que debía concentrarse, aunque fuera a base de café en vena era algo para lo que debía estar preparada si no quería que aquellos años de su vida acabasen con su vida.

La noche anterior, tras la tarde que habían pasado entre pinceles y canciones la morena y ella, decidió llamar a su madre. Era algo que hacía mucho habían pactado sin palabras: una llamada semanal cada domingo, y es que la rubia no podría ir a visitar a su madre todo lo que le gustaría.

***

-Sigo necesitando salir las tardes que no tengo turno en la cafetería, mamá...

Su madre era conocedora de la situación que la rubia estaba viviendo, ambas sabían que las opciones de ayuda que la mayor de las Reche le ofrecían eran la mejor opción; pero Alba se negaba a aceptarlo, no era algo que ella fuera a aprovechar.

Sabía que llegaría un punto donde necesitaría que la Rafi la ayudara, los trabajos y exámenes irían en aumento, su tiempo no haría más que ir en decadencia y los gastos que tenía no dejarían de ser un problema constante.


-Alba, cariño, ¿por qué no vuelves y haces la carrera aquí? Puedes convalidar las asignaturas, hacer un traspaso de expediente, lo que sea

-Mamá, no, y esta discusión ya la hemos tenido muchas veces -Era cierto, aquella conversación se había convertido en algo recurrente, y ninguna de las dos partes había cedido a favor de la otra - Y ahora me dirás que por qué no intento conseguir un compañero de piso y yo te diré que sabes de sobra que no es algo que me haga sentir especialmente cómoda...

-Odio que siempre tengas que tener la razón -No podía verla, pero sabía de sobra la cara de fastidio que habría puesto

-Iré a verte esta semana que viene si puedo, ¿vale? Que sé que echas de menos a tu ojito derecho...

Aquella conversación no evolucionó mucho más allá de aquello, la rubia no le contó nada a su madre de la existencia de cierta morena, no sentía que fuera algo destacable, pues, por mucho que esa misma tarde había tenido una de las mejores sesiones de arte callejero desde que todo había comenzado, no sentía que fuera algo que se fuera a repetir.

Apenas sabían sus nombres, no es que hubieran intercambiado una conversación súper profunda en la que cada una de ellas se hubiera sincerado de un amor eterno a primera vista, y mucho menos como para hacer participe de aquella "relación" a una persona como era la Rafi.

Nobody Said It Was Easy // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora