23. Visita

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Los días entre ellas fueron avanzando con una velocidad que ninguna de las dos se esperaba. Seguían hablando, seguían conociéndose, seguían participando en un tira y afloja que ambas perderían pasase lo que pasase.

Habían permanecido en conversación desde aquel día en que la rubia vio por primera vez a la gata, no dejaban de bromear con verse y conocerse, con que una de ellas dos viajara a la capital española con tal de poder conocer a ese felino que tantas ganas tenía de acariciar, o al menos esa era la excusa perfecta.

Por suerte para ellas, la diferencia horaria entre sus dos países no existía, era algo que les facilitaba el hecho de conocerse, de hablar y de tener cada minuto de su vida para poder estar con la otra, sin importar la distancia con tal de poder compartir unas cuantas horas con el móvil pegado a sus manos.

No era la primera vez que la rubia bromeaba con verse de nuevo, con tener esos impulsos locos de pillar un avión y presentarse en la casa de la morena. Natalia no se lo tomaba en serio, no quería creerla; y es que por muchas ganas que tuviera de ver a la chica de dos colores que le quitaba el aliento no se atrevía a creer que de verdad aquello podría llevar a buen puerto.

-Natalia, espero que me reserves todo un fin de semana para mí

-Ya sabes que tengo todos los días reservados para ti -La morena se dejó caer en el sofá y apoyó los pies en la mesa, estirando las piernas y cerrando los ojos con el teléfono aún en la oreja

-No, morena, que me reserves los días de forma física, me vas a tener rondando por esa casa

-¿Cómo? -La morena abrió los ojos de golpe, como si aquello no real

-¿El finde que viene tienes mucho que hacer?

-Yo... Eh... A ver... -Los nervios se apoderaron de ella, no tenia nada que hacer, nada que le impidiera poder disfrutar de aquella chica de metro sesenta en su propio apartamento

-A ver, que si te viene mal lo miro para otro día... Pero no quería esperar más... -La desilusión en su voz hizo a la morena darse cuenta de que debía pisar el acelerador

-El viernes te recojo en el aeropuerto -Su seguridad la sorprendió, haciendo sonreír a ambas -Y prepararé el piso para que te sientas en tu casa

-Contigo siempre me siento en casa

Aquello derritió a ambas, haciéndolas cada vez más pequeñas, más tímidas, más débiles en una conversación que sabían que no acabaría bien, al menos no para el escudo que su corazón había tratado de comprar.

Ambas se miraron sin tenerse delante, notando los labios de la otra moverse al son de las palabras, dejándose llevar por una melodía que solo ellas entendían.

En apenas unos días se volverían a tener de frente, y las dos comenzaban a notar la necesidad que tenían sus manos de volver a rozarse.

***

La rubia se bajó del avión agarrando su maleta de mano con una fuerza que no sabía que tenía, tratando de mantener su corazón en el interior de su pecho y notando como su cabeza apretaba con fuerza.

El viaje había sido un completo desastre para ella, le había tocado entre dos personas que ocupaban su asiento cada cinco minutos, no pudo estirarse apenas un poco en las dos horas y media de viaje y las turbulencias que habían sufrido desde que habían despegado no la habían dejado pegar ojo apenas un minuto.

Bajar del avión había sido la mayor liberación de ese día, los nervios de ver a la morena ya ni siquiera existían en su cuerpo, no se lo había podido permitir y después de tantas horas apretada como una sardina en una lata lo único que necesitaba era un buen abrazo terapéutico.

Nobody Said It Was Easy // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora