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La luz del sol se filtra a través de la ventana y pilla a las dos jóvenes enredadas bajo la manta. A lo largo de la noche, sus cuerpos se han ido acomodando hasta quedar ambas completamente tumbadas sobre el sofá, Lena ocupa la parte superior del improvisado sándwich y uno de sus brazos cuelga apuntando hacia el suelo con la mano. Duerme tan plácidamente que ésta se balancea suavemente, como lo haría el péndulo de un reloj de cuco, libre del férreo control al que la somete su dueña durante las horas de vigilia.

La primera en despertarse es, precisamente, la primera que se quedó dormida: Kara bosteza y entreabre los ojos mientras se despereza. Su cuerpo, acostumbrado a despertarse a la misma hora, es igual de testarudo que su chica y sin necesidad de un despertador, exige la rutina de deporte-desayuno de inmediato y sin más demora; echa un vistazo a su alrededor desorientada y más perezosa de lo que es habitual. Se sorprende al descubrir a una Lena profundamente dormida sobre ella. Anoche estaba tan agotada que cayó KO sin poder evitarlo; no fue intencionado o al menos, no era así como le hubiera gustado pasar la primera noche con la morena. Así que constatar que Lena, reticente al contacto, decidiera quedarse con ella en el sofá es la pieza del puzzle que no le encaja, habría apostado todos sus ahorros a que su chica le habría tapado con la manta y se habría ido a dormir a su cama. Tal y como ella misma hizo la noche de la borrachera. Esa habría sido una reacción normal para su mente analítica, ¿no? Sin embargo está aquí, con ella, contra todo pronóstico y para regocijo de la propia Kara.

Sonríe, porque todas estas acciones tan ajenas al carácter de su chica significan un avance inequívoco, en la buena dirección, y las ha hecho en un tiempo récord por ella. Kara no tiene duda de eso, puede que Lena no sea buena con las palabras pero está claro que lo demuestra con hechos.

La rubia se las apaña para ver el semblante de Lena desde su posición y se le derrite el corazón al ver el rostro relajado y sin preocupaciones de su chica. Todas las inhibiciones están desconectadas, no hay preguntas ni apuntes que comprobar ni ceño fruncido, nada que le robe el sueño. Sus labios están entreabiertos y de tanto en tanto, exhalan una bocanada de aire que choca contra el pecho de Kara.

Ésta alza las manos y las desliza por la espalda de Lena, las yemas de sus dedos siguen las líneas de la musculatura que envuelve la columna vertebral y se detienen al llegar a la nuca. Lena ni siquiera se deshizo el moño antes de quedarse dormida, todavía lo lleva, pero su siempre pulcro peinado ha sufrido durante las horas de sueño: del recogido salen algunos mechones rebeldes que se han ondulado. Los dedos de Kara se adentran entre los cabellos azabache de Lena y van sacando con suavidad una horquilla tras otra sin despertarla.

Hay un punto de excitación en lo que está haciendo, la curiosidad se mezcla con el riesgo de ser descubierta realizando algo no permitido. En su cabeza solo resuena una pregunta, ¿cómo de larga será su melena? Es una incógnita que está a punto de resolver, nunca ha visto la cabellera de Lena suelta, siempre luce recogidos estirados y perfectos que no dan ni una sola pista al respecto.

Cuando se deshace de la última horquilla, una larga coleta cae sobre su mano. Es más larga de lo que había imaginado y eso la incita a seguir... suelta el elástico, la melena se libera, ondulándose, y recupera poco a poco su forma natural. ¡El cabello de Lena es prácticamente rizado! Casi se le escapa una carcajada por la revelación, se muerde el labio y silencia cualquier reacción espontánea. ¡Ni en un millón de años lo habría adivinado!

La morena se revuelve entre sus brazos, frota la mejilla contra su pecho como si ella fuera su almohada y resopla adormilada. La lucidez tarda una fracción de segundo en sacudir a Lena, esta no es la textura de sus sábanas ni el colchón irradia calor, y entonces hace memoria a sus últimos recuerdos de la noche anterior... Se quedó dormida en el sofá y ahora está tumbada sobre su chica. Pega un brinco y, si Kara no llega a estar despierta con los reflejos en plenas facultades ella habría dado con sus huesos en el suelo. En lugar de eso, dos brazos la rodean y la sostienen con firmeza sobre Kara.

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