La vida y la muerte, entre ellas una fina línea. Fácil de cruzar, sin obstáculos, solo un paso. Arrastrado por la tristeza y la angustia, el deseo de respirar y ser libre.
A veces me paraba delante de aquella frontera, pensando en el poco esfuerzo que me llevaría cruzarla. Lo que me hace cuestionarme, ¿por qué será tan sencillo terminar, poner punto y final, y tan difícil seguir? Como un juego de ajedrez, apostando soldados y caballos, protegiendo a la reina.
Vuelvo a mirar el hilo que me ata a la vida, tan frágil y resistente, intentando alejarme de aquel precipicio de silencio. A punto de saltar.
Sin embargo, como todas las demás veces, el miedo me inunda la mente, preguntando en repetición si de verdad estaría en paz o si todos mis problemas extenderían sus manos. Sosteniéndome fuertemente, evitando que me marche, obligándome a volver a mi lugar determinado, sentada en una esquina, apartada. Analizando las conversaciones de los demás. Preguntándome, cuando es que la vida dejo de sentirse como un chocolate caliente en invierno, descongelando mi corazón.