🔸26. En casa

514 44 26
                                    

*

Que le dieran de alta fue un alivio para Katsuki.

El día anterior, el doctor le había anunciado su salida oficial. Sin embargo, aún le recomendó guardar reposo por la próxima semana.

Katsuki ni chistó. Solo quería volver a casa y estar con Akane.

Finalmente, se cambió la aburrida bata que había tenido encima por ropa cómoda. Eijiro le sonrió, radiante, cuando lo vio recuperado y listo para salir del hospital.

Habían sido días complicados y estresantes. Con Katsuki metido en la clínica, Eijiro había tenido que quedarse en casa para cuidar a Akane, con la excepción del par de horas que iba a visitarlo.

Su madre ya se había encargado de decirle que Akane estaba malhumorada, como nunca. Incluso con Mina, que era probablemente otra de sus personas favoritas y quien más sonrisas le sacaba Akane, no era suficiente. Akane se aburriría rápidamente y se pondría a ignorar todos los intentos de entretenerla o jugar con ella. En los peores casos, se pondría a llorar para demandar la presencia de Eijiro y Katsuki, consiguiendo solo la atención del primero por obvias razones.

Y Katsuki sabía que su madre no exageraba; Akane podía tener un carácter tan especial como el de él cuando estaba de mal humor. Así que no se sorprendió cuando escuchó el fuerte llanto de su hija llegar desde el interior de su casa hacia el estacionamiento donde Eijiro guardó su auto.

El corazón de Katsuki se estrujó y salió del auto, no sin antes escuchar el regaño de Eijiro de ir más lento.

Apenas abrieron la puerta de su hogar, se quitaron los zapatos, y caminaron hacia el segundo piso, de donde escuchaban que provenía el llanto.

Cuanto más se acercaba a la habitación de su bebita, más podían escuchar el intento de Mina de calmarla con palabras suaves y cariñosas, pero Akane no se tranquilizaba de ningún modo.

—Oye, mocosa —dijo Katsuki una vez que entró a la habitación—. Deja de volver loca a tu tía.

Akane abrió los ojos con el sonido de su voz. Su carita estaba sonrojada y llena de las lágrimas que había soltado. Tenía un par de ganchitos rosados recogían sus mechones negros. Solo bastó que ella soltara un sollozo y Katsuki no esperó más para tomarla cuando su hija extendió sus brazos hacia él.

Era consciente que solo habían pasado seis días, pero cuando Katsuki tomó el cuerpecito de Akane, sintió que su hija había crecido mucho en ese tiempo.

La apretó más cerca a su pecho, y Akane se acurrucó entre el hueco de su clavícula y barbilla; no tardó en aferrarse a la cadena que colgaba en su cuello. Luego, sintió la otra manito de Akane agarrarse de su camiseta mientras soltaba un pequeño sollozo de su interrumpido llanto.

—¿Tanto me extrañaste, revoltosa? —preguntó Katsuki con una sonrisa antes de darle un beso sobre sus mechones azabaches—. Enana dramática. Ya estoy aquí, Aki.

La suave risa de Mina lo hizo apartar la mirada de Akane después de unos momentos.

—Es lo más tranquila que la he visto en estos días —dijo ella mientras se acercaba a Katsuki—. Me alegro que estés bien, Blasty. Nos tuviste muy preocupados.

Katsuki chasqueó la lengua cuando vio la intención de su amiga de abrazarlo, y se aseguró de sostener bien a Akane con un brazo antes de corresponder a la muestra de afecto de Mina.

—No podía quedarme más tiempo en esa jodida clínica —dijo—. La bruja no paraba de decir lo fregada que estaba la enana. —Hizo rebotar a Akane en sus brazos—. ¡Oye! ¡Estoy hablando de ti!

Una llegada [in]esperada [Kiribaku mpreg]Where stories live. Discover now