CAPITULO 33.

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Soo Bin ni siquiera tomó el elevador para subir a las oficinas.

Al oír que vocearon su nombre por toda la tienda, optó por aplazar unos minutos el regañó que iba a darle por su error y utilizó las escaleras, ascendiendo con las manos adentro de los bolsillos.

Presentía un ultimátum y desde luego, tendría que pagar la cantidad que fue reembolsada por su culpa, gracias a un descuido ya se había endeudado con la compañía.

Con la cara agachada, llegó al vestíbulo del nivel administrativo y la secretaria encargada del control general le preguntó amablemente hacia dónde se dirigía.

—Me llamaron por los altavoces, soy Soo Bin —explicó, con pena visible—. ¿Con quién tengo que presentarme?

Obtuvo una sonrisa compasiva, supuso que la tristeza en su semblante lo delató.

—El joven Choi lo está esperando —Ella informó al erguirse—. Sígueme, su oficina está por aquí.

El omega se chupó el labio, pestañeando rápido al procesar que Yeon Jun ya se había enterado de su fatal equivocación y siguió a la secretaria mientras pensaba en cómo le explicaría a su alfa la tontería que hizo por no prestar la atención suficiente.

Transitaron por los bulliciosos pasillos, los empleados estaban concentrados en sus tareas, tecleando en las computadoras, atendiendo llamadas, imprimiendo facturas y andando de aquí para allá con cientos de documentos a organizar.

Se sintió peor, era el único ahí que no sabía cumplir correctamente con sus obligaciones.

La oficina de Yeon Jun estaba al fondo de la zona, siendo delimitada por bonitos canceles de piso a techo que dejaban una vista panorámica desde el interior, así tenía un mejor control sin necesidad de salir constantemente.

Por fuera, vio que el castaño ocupaba su silla ejecutiva y también notó que había otra persona en el cubículo, dándole la espalda a la entrada.

Suspiró al creer que se trataba de la encargada de recursos humanos, la secretaria llamó con dos toques a la puerta y su piel se erizó cuando oyó la voz de Yeon Jun dando las gracias como todo buen jefe.

—Ya puedes pasar —murmuró la chica, dejándole el camino libre—. Suerte.

Soo Bin forzó una sonrisa como agradecimiento, las palmas le empezaron a sudar.

Entró con las manos escondidas en la espalda, no podía observar a Yeon Jun, sus ojos se negaban a enfocarlo, la alfombra del piso le gustó más que cualquier otra cosa en esa oficina.

Se colocó detrás de la silla libre, no podía actuar con tanta confianza, todavía mantenían su relación privada en la tienda, así que no debía tomarse atribuciones que dañaran su imagen como trabajador.

—Buena tarde, señor Choi —murmuró, enredando sus dedos entre sí—.Me mandó llamar.

Yeon Jun iba a olfatear su nerviosismo, se sentía totalmente frágil.

—Hola, buena tarde —Le saludó al pintar una sonrisa ladina—. Pedí que vinieras porque quiero presentarte a alguien.

No se atrevió a elevar la cabeza, ya no estaba acostumbrado a que lo tratara con tanta formalidad.

Eso le asustó en un principio, pero luego entendió que no podía ser flexible ya que no se encontraban solos.

—Pero quita esa cara, amor —reanudó, eliminando la tensión en la atmósfera—, ¿no te gustaría conocer a una persona que admiras?

El omega plegó el espacio entre sus cejas, confundido por el apodo cariñoso y al alzar el rostro, se encontró con el gesto ameno de Yeon Jun, quien ensanchó la sonrisa cuando sus miradas se enlazaron.

THE PRETTY ARTIST ~ YEONBINWhere stories live. Discover now