Capítulo 6: Ignis

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No había pasado tanto desde que Crowley y Aziraphale se habían conocido, a penas convivían hace un semana y aún así, todo parecía mejorar para ellos, pero deteriorándose para Gabriel y Beelzebub, quienes intentaban mantener alejado a Metatron para evitar que viera a Crowley y supiera que la profecía ya habia empezado su rumbo.
Pese a no estar muerto todavía, Aziraphale empezó a desarrollar ciertas características angelicales, tales como la aparición espontánea de un la aureola y la capacidad de crear milagros de todo tipo, pero no todo era bueno entre aquel ángel y demonio, las peleas eran escasas, sí, pero normalmente eran cortantes y muy hirientes ya sea para Crowley como para Aziraphale y ese martes no era la excepción.

Luego de la visita diaria que hacían Beelzebub y Gabriel a sus respectivos humanos, que, afortunadamente siempre estaban juntos; no había sido algo muy importante, pero, no se evitó el tema de la futura muerte de Aziraphale, ambos altos mandos tanto del cielo como del infierno vieron con una mueca ciertamente desalentadora al futuro ángel y al demonio, quien sólo se limitó a fruncir los labios mientras bajaba un poco la cabeza, ninguno de los dos estaba preparado para que su mejor amigo muriera por parte de Crowley, mientras que Aziraphale había quedado con un nudo en su garganta.

Al retirarse, Aziraphale buscó el consuelo en la mirada amarilla de serpiente a la cual ya se había acostumbrado, está le dió el consuelo que requería y se fundieron en un fuerte abrazo, el ángel reposó su mejilla sobre el hombro ajeno reteniendo sus lágrimas, Crowley por su parte acarició suavemente la espalda contraria sintiendo los discretos hipeos de Aziraphale, no lo negaría, él también quería llorar, a pesar del montón de discusiones que tuvieron acerca de aceptar el hecho de morir al conocerse más, no le quitaba el sentimiento vacío de ver a la única persona que se preocupaba por su bienestar irse de este mundo.

Por más absurdo que pareciera esa escena, para ellos no lo era, sí, se reencontrarían al instante, pero no sería lo mismo y por alguna razón eso era lo que más temían, que ya no fuera lo mismo. Que sin quererlo fueran más enemigos que aliados como tantas veces les habían dicho y confiaban en esa palabra, pero, se conocían lo suficiente como para saber que un cambio mayor en sus vidas sería un salto de fé absoluto, eso les carcomía la mente.
Se mantuvieron en la misma posición un par de minutos más hasta separarse, Crowley sostuvo firmemente uno de los brazos de Aziraphale al verle el rostro, sus mejillas estaban rojas y sus ojos desprendían una fina capa de lágrimas, su corazón moribundo latió con desenfreno como si fuera el primer latido que hubiera dado en su vida, acortó la distancia entre ambos con un solo paso y apoyó una de sus manos en la mejilla ajena para limpiar las lágrimas de su ángel; no se lo diría, tal vez jamás de echo, esas lágrimas quemaban su piel como el fuego de un fósforo, era doloroso, pero no lo suficiente como para apartar sus dedos o para dejar a Aziraphale a la interperie.

La punta de sus dedos se tornaron de un negro intenso por las quemaduras, pero poco o nada le importó, siguió hasta que su sentimental ángel terminó de llorar, esas iris grises le miraron como nunca lo habían hecho y respondió con sus iris amarillas casi dilatadas en su totalidad; si pudieran comunicarse de esa manera, sería más que suficiente, pero en algún momento el silencio tenía que romperse y no les era incómodo si era la voz del otro.

— D-disculpa Crowley, no quise manchar tu traje de lágrimas.— Se disculpó, aún sabiendo que no tenía que hacerlo y también sabía que sus disculpas no secarían ese traje.

Ngk, cállate Aziraphale, sé lo duro que debe ser para ti saber que tienes que morir, si me hubieran dado ese tiempo a mi, no dudo que hubiera hecho hasta lo imposible para seguir vivo.— Inhaló con fuerza tratando obtener valentía para lo que iba a decir, mientras que con una de sus manos acarició suavemente una de las mejillas del ángel. — Mira ángel, sé que cuando eso suceda algo va a cambiar, ambos lo sabemos y tú más que nadie no quieres que eso suceda, así que ven conmigo.—

Caelum, Terra et InfernumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora