Parte sin título 4

385 63 43
                                    


── 𝕴𝖓𝖋𝖊𝖗𝖓𝖔

Las puertas del elevador se cerraron antes de que pudiera alcanzarlo, llegó corriendo hasta allí, pero fue en vano, aun así, alcanzó a ver hacia qué piso se dirigía gracias a la pequeña pantalla en la cima de las puertas del elevador que marcaban el séptimo piso. ¿Cómo podía Jongho tener acceso a ese lugar? ¿Qué estaba haciendo él allí? ¿Y quién era el sujeto que lo acompañaba? Su cabeza se llenaba de nuevas preguntas antes de siquiera poder terminar de formular la anterior mientras presionaba con urgencia el botón del ascensor, como si eso fuese a hacer que este llegara más rápido al primer piso. Las personas que recorrían el lobby se le quedaban mirando como si fuese un objeto fuera de lugar; en el reflejo del ascensor pudo ver porqué. Estaba vestido demasiado casual para estar en un lugar así, demasiado humilde entre tanto lujo y excentricidad.

Pero su atuendo era lo que menos le importaba, tenía una urgente sensación de alarma apretando su pecho, temiendo por Jongho. Apenas lo había conocido esa misma tarde, pero después de saber lo ocurrido con Il Yeon, no se atrevería a dejarlo solo en ese lugar tan peligroso donde había sido arrastrado aquel pobre muchacho, encontrándose con un final espantoso. Ese lujoso y tan exclusivo edificio era cueva de quién sabe qué clase de locos, de una secta que se escondía tras sus muros revestidos en mármol, y Jongho tenía el perfil de la víctima perfecta.

Un acampanado pitido anunció la llegada del elevador, Wooyoung golpeaba el suelo con la punta de su pie, impaciente esperando que las puertas se abrieran y en cuanto lo hicieron, entró sin importarle tropezar a quienes iban saliendo o los insultos que le lanzaron después. Con la misma impaciencia oprimió el botón del séptimo piso y justo cuando las puertas del ascensor estaban por cerrarse, una mano se asomó, impidiendo que se cerraran. Un hombre alto, de espalda ancha y brazos fuertes, que iba muy bien vestido con un blanco e impoluto traje, entró en el elevador seguido por dos sujetos aún más altos. Los dos últimos vestían de negro, y ser su guardaespaldas, pues el de en medio tenía un porte mucho más distinguido. Incluso el olor que emanaba de él era distinto, algo que Wooyoung jamás había percibido; tan caro, tan fino. No podía ver su rostro porque lo llevaba cubierto con un tapabocas y tampoco podía fijarse mucho al tenerlo al lado, no iba a ser tan imprudente, pero pudo ver cuando extendió su mano hacia el tablero con los botones para elegir el piso al que iría, aunque su dedo se detuvo antes de oprimir el número siete, que ya había sido seleccionado por el sacerdote.

── Ah... Vamos al mismo destino. ──di en voz alta. Tenía una voz casi dulce, Wooyoung no notó ningún rastro de sarcasmo o mala intención en su tono, por lo que solo asintió mientras sonreía modestamente e inclinaba un poco su cabeza con respeto. ¿Qué podía decir? No pensó en lo que podía encontrar en ese piso o en lo que iba a hacer al llegar ahí, no había pensado en nada antes de actuar, solo buscaba proteger al sobrino del padre Gaon y nuevo compañero de casa. Antes de que pudiera pensar en algo para decir, las puertas se abrieron y un largo y oscuro pasillo apareció frente a ellos. El sujeto de al lado le hizo un gesto para que saliera primero, por lo que Wooyoung se adelantó y caminó muy despacio hacia ese corredor en penumbras. Estaba tan oscuro que al poner un pie fuera del ascensor, daba la impresión de ser engullido por la oscuridad.

Las paredes estaban revestidas por un tapiz negro, casi aterciopelado, o eso pensó el sacerdote cuando se afirmó en una de ellas mientras sus ojos se adaptaban a la poca claridad. Le recordaba al interior de una sala de cine, unas pequeñas balas de luz a la altura del piso eran la única iluminación del corredor y lo único que guiaba su camino mientras avanzaba a paso lento. Podía sentir a los tres extraños andar detrás de él, como vigilando su camino. Si ya sabían su destino podían simplemente adelantarlo y ya, no tenían que caminar detrás de él, pensó. Lo ponían nervioso y más nervioso se puso al ver la cantidad de visores que había a cada lado del pasillo, como los visores en las puertas de un hotel, aunque no había puertas en ese lugar. Cuando llegó hasta el final del corredor, vio un pequeño recibidor y un corpulento guardia de seguridad estacionado allí, impidiéndole el acceso, pero al fijarse en la persona detrás de él, ignoró por completo al sacerdote, y le hizo una reverencia al sujeto de blanco.

𝑺𝒊𝒏𝒏𝒆𝒓.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora